Número 44 | Septiembre de 2018
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Los impresores zaragozanos a comienzos del siglo XX: un sector en transición

Early 20th-century printers in Saragossa: a job sector in transition
 
 

Resumen:

La siguiente publicación recoge el estado del sector impresor en la ciudad de Zaragoza desde los últimos años del siglo XIX hasta el primer tercio del siglo XX. El texto que aquí se recoge es parte de una tesis doctoral en curso sobre la zaragozana Imprenta Blasco que comienza su labor en ese tiempo convulso.


Abstract:

The following text talks about the state of the printing sector in the city of Zaragoza from the last years of the 19th century to the first third of the 20th century. The text that is gathered here is part of an ongoing doctoral thesis about Imprenta Blasco printing company that began its work in that convulsive time.

Palabras clave castellano: imprenta, artes gráficas, Zaragoza
Palabras clave inglés: pinting, grafic arts, Zaragoza

Zaragoza tenía a finales de siglo alrededor de cien mil habitantes, un incipiente entramado industrial y un buen número de agentes culturales entre los que destacaba la Diputación, los Cronistas del Reino, el Ateneo Científico Literario y Artístico, y la Universidad que imprimía sus textos docentes.

El número de talleres impresores se mantuvo constante durante la segunda mitad del siglo XIX. Los primeros datos a este respecto, pertenecen a 1844, año en el que son registrados diecisiete impresores en el registro oficial (AHP, Legajo IX-579-56). Posteriormente en 1879 aparecen catorce impresores y cuarenta y un libreros-impresores. Finalmente García Guatas (1993) recoge dieciocho imprentas y siete establecimientos litográficos en el año 1895, así como siete libreros y cuatro fábricas de papel.

El número de profesionales impresores inscritos en el censo electoral de 1890 y en su rectificación de 1892 en Zaragoza es de cuarenta y dos (www.aragongen.org).  Sin embargo, este dato resulta engañoso ya que bajo esta denominación solo se inscribían aquellos trabajadores de cierta importancia en la imprenta. En dicho censo encontramos registrados como cajistas seis personas, un jornalero impresor y veinte litógrafos. El número total de trabajadores de las imprentas es difícil de conocer ya que se inscribían en los censos con la denominación general de obreros o jornaleros.

Entorno de la plaza de San Felipe, Zaragoza, 1889.

Fuente: Proyecto GAZA, adioszaragoza.blogspot.com  https://www.flickr.com/photos/zaragozaantigua/14804554759/in/photostream/

 

1.1       Censo de impresores  (1850-1900)

A pesar de ser una fecha temprana, conocemos bastantes datos biográficos de los impresores de la época a través de monografías y otros documentos que se han ocupado del tema.

La primera fuente que se conserva y hemos podido consultar es un registro oficial del año 1844 de imprentas abiertas en la ciudad y provincia de Zaragoza, conforme a lo dispuesto en el decreto de 10-IV-1844 (AHP, Legajo  IX-579-56). Asimismo, contamos con la obra de Gerónimo Borao La imprenta en Zaragoza / Gerónimo Borao; una edición facsimilar a cargo de Vicente Martínez Tejero, que fue publicada por primera vez en 1860 y en la que además se incluye una lista de los principales trabajos impresos. El siguiente artículo que sirve de homenaje a la trayectoria de los impresores que desarrollaron su labor en el periodo que nos ocupa lo encontramos en la revista Artes Gráficas (IX-1935): “De nuestros años mozos. Industriales gráficos zaragozanos de hace un cuarto de siglo“. En el artículo, Juan Serrano Pérez describe la trayectoria profesional de los profesionales del sector impresor y empresas adyacentes, como libreros, litógrafos, fotograbadores y encuadernadores. Ya en 1987, será Inocencio Ruiz Lasala quien dedique al gremio de impresores una importante monografía titulada Bibliografía zaragozana del siglo XIX.

Finalmente, cabe reseñar a aquellos profesionales que aparecen en el censo de 1890 (www.aragongen.com) bajo la profesión de tipógrafo o impresor:

Joaquín Aubach, Vicotino Zaso, Manuel Sola, Gregorio Casañal, Ignacio Laseo, José García, Tomás Blasco, Manuel Ventura, José Calero, Mariano Salas, Eugenio Viamonte, Manuel Ginés, Manuel Trinchán, Emilio Casañal, Pedro Ferrer, Cleto Miedes, Almodovar Quiñones, Mariano Casao, Pascual Jordana, Nicómedes Francés, Santos Andrés, Manuel Ginés, Alfredo Cabezas Baños, Mateo Pastor, Leandro Herrera, Mariano Salas, Anastasio Montaner, Santiago Vallés, Manuel Aparicio, Florencio Gálvez, José Bedera, Hipólito Sanz, Pedro Sanz, Serapio Andrés Pina, Joaquín Díaz, José Latapia, Manuel Grávalos, Gregorio Rodríguez Ferrer, Zacarías Rodriguez Fatás, José Calero.

A continuación realizamos una breve descripción de la trayectoria profesional de aquellos profesionales más renombrados:

Hermanos Andrés.- Según lo aportado por Serrano Pérez (1935), después de que Blasco y Andrés dejasen de ser socios en 1895, Santos Andrés abrió una tienda de papelería y pequeña imprenta en el Coso, 25, bajo el nombre de “Andrés Hermanos”. De allí se trasladó a la calle Alfonso, 10, donde estuvo instalada hasta la muerte de Santos, y que después tomaron su viuda y su hermano Claudio Andrés. Pasado un tiempo, la viuda de Andrés inició otro negocio de imprenta en la calle Alfonso, 23, que pocos años después traspasó a Pascual Pérez.

Claudio Andrés abrió otro establecimiento de imprenta y papelería en Méndez Núñez, 3. Este negocio pasaría a llamarse “Andrés y compañía”, estuvo situado en Coso, 15, donde fue muy longevo.

Vicente Andrés.- Ejerció la profesión desde 1854 a 1860, año en el cual le sucederá su viuda. Situado inicialmente en la antigua calle de la Cuchillería, para trasladarse posteriormente al número 42 de la misma calle, donde se publicaba El Saldubense (Ruiz Lasala, 1987). Realizó numerosas obras  de educación, también publicaciones sobre la ciudad como la Guía de Zaragoza, o el periódico El Saldubense, dirigido por Emilio de Miró, en cuyas páginas publicaban obras de literatura.

Calixto Ariño.- Nació cerca de Sariñena. Ejerció la profesión entre 1859 y 1898, posteriormente le sucedería su viuda. Su primer establecimiento estaba en la calle San Félix 6, para trasladarse en 1869 a la calle San Jorge, 1 y más tarde al Coso, 108. Su trayectoria laboral es narrada por Moneva y Puyol (1949), a través del cual conocemos que su primera profesión fue la de maestro de primera enseñanza en Bujaraloz, para venir más tarde a Zaragoza y aprender el oficio de cajista. Su primera imprenta estuvo en la calle San Lorenzo. Calixto Ariño fue periodista, tipógrafo y político militante en el partido democrático, fue regidor y diputado provincial, y a raíz de sus problemas con la política, de los que salió bien parado debido a su prestigio y querer popular, decidió concentrarse en su actividad como editor (“Ariño, Calixto”, GEA). Realizó su labor con acierto como podemos comprobar al ver algunas de sus obras como el álbum Zaragoza Artística Monumental e Histórica, de Anselmo y Pedro Gascón de Gotor, álbum que contiene gran cantidad de reproducciones fotográficas mediante fototipia provenientes de los mejores talleres de Madrid y Barcelona como son las casas de Thomas, Joarizti Mariezcurrena y Laporta. El álbum cuenta asímismo con capitulares dibujadas por Marcelino Unceta. En 1868 fundó el periódico republicano La Revolución y un año más tarde lo sustituyó por La Crónica Aragonesa. Dos años más tarde fundó El Diario de Avisos del que fue director, para ello transformó el Diario de Zaragoza, que era por entonces el periódico más popular y órgano de los poderes políticos. El antiguo periódico era una hoja doble y pesada de leer y Ariño lo revitalizó dando más importancia a los avisos para la ciudadanía e incluyendo noticias de cualquier signo político. De este modo aumentó el número de anunciantes, superando a cualquier periódico de la ciudad. Además redujo el tamaño del diario para abaratar costes y hacerlo más cómodo para su lectura. El Diario de Avisos era un periódico vespertino, costaba cinco céntimos y su tamaño era de marquilla plegada en cuatro (Moneva y Puyol, 1949). El nuevo periódico se convirtió en una novedad en la prensa zaragozana, por su independencia política, por la cantidad de noticias de ámbito nacional e internacional que incluía y por la inserción de críticas teatrales y esquelas (GEA). La oficina del Diario se convirtió en un lugar de tertulia de personajes influyentes de la ciudad. También fue propietario de los periódicos La revolución y El torneo, periódico que continuó imprimiendo Juste y que más tarde retomaría con el nombre de La juventud.  En su dilatada trayectoria publicó más de doscientas obras, muchas de ellas relacionadas con la educación.

José Bedera.- Su labor profesional estuvo comprendida entre los años 1850 y 1889. Tuvo su primer taller situado en la calle Torre Nueva, 62, trasladándose posteriormente a la calle Méndez Núñez, 20.  Era propietario de un establecimiento denominado la Librería Católica situado en la calle Don Jaime I esquina con Mayor, en el que vendían libros de primera enseñanza, papel y material para escuelas, además de objetos modestos de escritorio y formularios oficiales para ayuntamiento, juzgados, etc. En el interior de la tienda tenía una “imprenta con el personal obrero correspondiente, inaccesible a compradores y tertulios” (Moneva y Pujol, 1949: 95). Allí publicaba obras educativas destinadas a la enseñanza primaria y algunas otras ediciones oficiales. Podemos afirmar que era el típico comercio “muy de antiguo régimen: como la imprenta-despacho de libros-bazar cultural-centro de sociabilidad” (Botrell, 2001: 164).

Francisco de Castro y Bosque.- En 1856 toma el arriendo la imprenta de Molina hasta 1859, fecha en la que el propietario volvió a incorporarse a su establecimiento. Posteriormente adquirió el negocio de Casañal que estaba situado en calle Mayor 75 (Roy, 2006). Llevaba por nombre Imprenta y Litografía del Comercio. Posteriormente, hacia 1861 se traslada a la Plazuela de San Felipe 11 y se instala como Imprenta de Francisco Castro y Bosque. Algunas de las obras que imprime son Estatutos y ordinaciones de los montes y Huertas de la ciudad de Zaragoza en 1861 o los Estatutos de las Reales Sociedades Económicas del Reino, 1865. También realizó la reimpresión de los Fueros y Observancias de Aragón, 1866, y el Discurso en la solemne distribución de premios de la Exposición Aragonesa para la Universidad de Zaragoza en 1867, entre otros. En 1887 traspasó este mismo taller a Blasco y Andrés donde ambos socios comenzaron su trayectoria.

Roque Gallifa.- Fue el fundador de una dinastía de impresores afamados. Desde 1821 a 1827 arrendó la imprenta del hospital que tenía Andrés Sebastián, para posteriormente comprarla y renovarla. Según el registro de 1844 su taller estaba en calle Albardería, 21 (AHP, Legajo  IX-579-56). En esa primera etapa imprimió muchos libros de educación, también algunas obras de Braulio Foz, entre ellas la novela Pedro Saputo. Fue editor de los periódicos El Novicio, El Aragonés, El Eco de Aragón, El Correo de Zaragoza y El Astro de la Civilización (Borao, 1995: 75).

Melchor Gallifa.- Estuvo activo desde 1841 a 1870. Adquirió la imprenta de Miedes y se dedicó, según Gerónimo Borao (1995), a la impresión de papel pautado musical. En 1873 se forma una sociedad que se llamó “Gallifa hermanos y compañía”. Según el registro de 1844, Melchor Gallifa tenía su taller en plaza de San Cristóbal, 63 (AHP, Legajo IX-579-56). Según Inocencio Ruiz Lasala (1987) estuvo en la calle San Blas, 6, para en los últimos años trasladarse a la calle Alfonso I, 20, que traspasaron al impresor Julián Sanz. Tras su fallecimiento, su viuda se hizo cargo del taller entre 1846 y 1850, se dedicó especialmente a imprimir libros de educación y se casó en segundas nupcias con el también impresor José Bedera.

Antonio Gallifa.- En 1844 adquirió la imprenta de Polo y Monge, situada en la plaza del Pilar, 26 (Borao, 1995). En el registro de 1845 sin embargo, su taller se encuentra situado en el Coso, 192 (AHP, Legajo  IX-579-56).

Cristóbal Juste y Olea.- Comenzó su actividad en 1840. En 1844 su taller estaba situado en el 20 del Paso de Torrellas (AHP, Legajo  IX-579-56), su actividad profesional terminó en 1866. Imprimió el periódico literario La Aurora, otras obras de educación y medicina y un gran número de periódicos como La Sensatez, El  Zaragozano, La Nube, La Crónica de Aragón, El Torneo, y otros. En 1860, su hijo Gregorio Juste, adquirió el negocio bajo el nombre de Imprenta Cesar-Augustana (Borao, 1995).

Imprenta Provincial.- También conocida como Imprenta del Hospicio Provincial, se encargaba de dar un oficio a los niños huérfanos que allí ingresaban. Fue fundada en 1869 con el fin de administrar la tirada del Boletín Oficial de la Provincia de Zaragoza, las primeras máquinas que utilizaron fueron dos “Marinoni”. Más tarde se comenzaron a imprimir encargos de particulares lo cual fue objeto de polémica por considerarse competencia desleal. La imprenta del Hospicio contaba en los años treinta con dos máquinas componedoras “Linotype”. Los trabajos que salieron de sus prensas eran de alta calidad.

Ramón León.- Comenzó su actividad profesional en 1829. Según el registro de 1844 su taller se encontraba en calle Cedacería, 173 (Legajo  IX-579-56). Otras fuentes lo sitúan en la plaza de las Trévedes, 116, actual calle del Conde de Aranda (Serrano Pardo, 2006). Lo más destacable que salió de sus prensas fue un periódico que tuvo varios nombres; Avisador Zaragozano, Esmeralda, Templanza, Avisador y Esparterista, fue editado desde 1847 a 1859, año en el que fue traspasado a Peiró, quien lo refundió en el Diario de Zaragoza. Imprimió el Calendario de Aragón, del que tenía sus derechos exclusivos de edición. Fue el primero que introdujo en Zaragoza la máquina de imprimir o prensa mecánica en 1854 (Borao, 1995). En 1875 traspasó el taller a manos de su hijo Teodoro León, situado en Escuelas Pías, 9.

Agustín Peiró y Sevil.- Nacido en 1832, sucede a su padre en 1858, fue un hombre polifacético y fascinante, fue escritor, periodista, dibujante, impresor y estudioso de las artes. Su biografía ha sido recientemente estudiada por Clavería (2016). Asistió a la escuela de Bellas Artes de Zaragoza y completó su formación en Burdeos donde aprendió la técnica de la litografía. En 1852 fue a Madrid para completar su formación. A su regreso a Zaragoza dirigió la imprenta y periódico familiar cultivando su faceta literaria como escritor satírico, autor teatral, periodista y experto en gastronomía e indumentaria histórica. Puede considerársele como uno de los mejores cultivadores del cuento aragonés (“Peiro y Sevil, Agustín” GEA). Llegó a ser concejal del Ayuntamiento de Zaragoza. Falleció en 1890.

Retrato de Agustín Peiro y Sevil. Fotografía al colodión húmedo. Fuente: http://www.museodezaragoza.es/un-retrato-fotografico-de-agustin-peiro-en-el-museo-de-zaragoza/

 

Zacarías Rodríguez Prieto.- Establecido en el Coso, 61, imprimió el Diario de Zaragoza el primero en publicarse en la ciudad (Blasco de Ijazo, 1947). Se dedicó también a trabajos litográficos con los que realizó gran cantidad de carteles taurinos.

Julián Sanz y Navarro.- Desarrolló su labor profesional desde 1877 hasta 1899, realizando impresiones de calidad; posteriormente fue sucedido por sus hijos. El taller, situado en la calle Alfonso, 20, fue tomado en traspaso de los descendientes de Roque Gallifa, allí regentó el negocio de imprenta y librería. En ella trabajó Florencio Mateo Maicas obrero de reconocido prestigio que había ingresado en el taller a los doce años.

Tomás Blasco Benito.- Nacido en Zaragoza en 1851, comenzó su actividad profesional junto a Santos Andrés en 1882 en la calle Montera, hoy Candalija, tras adquirir el negocio de Castro y Bosque. Ambos realizaron trabajos de modelación, prensa diaria y libros. En 1895 comienzó su labor en solitario. Tras la adquisición del edificio, en 1923 el taller de imprenta, que ha llegado hasta nuestros días, se traslada a la Plaza Ecce Homo, 8. A partir de entonces su sobrino Tomás Blasco Loriente y posteriormente sus hijos regentaron la imprenta. Tomás Blasco Benito fue una persona destacada y respetada entre los compañeros de profesión. Su interés y la labor realizada para mejorar las condiciones del gremio de impresores se vieron recompensados con la presidencia de la Federación Nacional de las Artes del Libro en 1911.

 

Retrato de Tomás Blasco publicado en Artes Gráficas, 11.

Fuente: Biblioteca Universidad Zaragoza. G 196 35.

 

1.2       Censo de impresores (1900-1913)

El periodo que comprende las primeras décadas del siglo pasado es el más desconocido en cuanto a los datos sobre los talleres impresores de la ciudad.

Gracias a las Guías de Zaragoza conocemos el registro de los impresores de los años 1903, 1904, 1905, sin embargo, son escasos los datos que conocemos sobre algunos de los nombres que aparecen en ellos.

Algunos de los talleres o los impresores ejercían la profesión desde hacía años atrás, es el caso de la imprenta del Hospicio Provincial, otros estaban a punto de finalizar su actividad, en tal caso se encontraban Hermanos Comas, Mariano Salas, Julián Sanz, Félix Villagrasa o Emilio Casañal.

En el Archivo Histórico Montemuzo hemos localizado datos puntuales acerca de la actividad industrial como pueden ser solicitudes de permisos relativas a estos impresores.

Retrato grupal que homenajea al gremio de impresores publicada en la revista Artes Gráficas, 3.

Fuente: Biblioteca Universidad Zaragoza. G 196 35.

 

Comas Hermanos.- Llevaron a cabo su actividad en las dos últimas décadas del siglo XIX. Juan Comas Barba, nacido en 1833, y su hermano Mariano Comas Barba en 1837, aparecen inscritos en el censo de 1890 (www.aragongen.com) como libreros establecidos en plaza del Pilar 40, y paseo del Ebro 50. Su taller de la calle Don Jaime I (Butera Aured, 2007), sería adquirido por Uriarte.

Mariano Salas y Gracia.- Nacido en 1845, adquirió el traspaso del que fue su maestro José María Magallón en la calle Cuchillería en 1878, hoy Don Jaime. Posteriormente, cuando necesitó un espacio mayor por el aumento de pedidos, se trasladó al entorno de la plaza del Pilar, calle de Forment. En 1910 vendió la imprenta a Pedro Carra. En sus talleres se imprimió el semanario católico El Pilar. Fue un hombre muy querido entre compañeros de profesión y entre los intelectuales de la ciudad. Su taller, según cuenta Moneva y Puyol (1949: 220), era conocido popularmente como casa de salas. “Tuvo un valor inusitado de institución entre gremial y doméstica”, allí se formaron muchos impresores como Clemente Cavero, Ariño, Zacarías, Miedes, Ventura o  Claramunt. Devoto del padre San Vicente Ferrer patrono de la imprenta, Salas dirigía el taller como uno del siglo XVII. “Solía en días fijos o variados del año allá en su finca y huerto del barrio de las acacias, convidar a sus trabajadores a comida o merienda de artesano pudiente” (Moneva y Puyol, 1949: 117). En 1902, a Mariano Salas le fue concedido permiso para instalar un “kiosco en la Plaza del Pilar con el fin de recibir encargos y espender lo que le convenga para su industria” a pesar de concurrir otro vecino y no sin levantar críticas por parte de sus conciudadanos que alegaban que el kiosko no iba a ser destinado al bien general sino a su beneficio privado (AMZ [1902] Policía comercial, exp 1336).

Eduardo Portabella.- Tras abandonar la profesión de abogado, tomó en traspaso un taller de litografía en el año 1877 en la calle Romero. Había aprendido dibujo de Marcelino Unceta. Posteriormente tuvo su taller en el paseo de la Independencia, para en 1895 trasladarse a una casa propia en el paseo de Sagasta, 30. Sus trabajos de cartelería taurina, muchos de ellos dibujados por Unceta, le granjearon merecida fama y realizó en su taller trabajos para todo el país. Su biografía es recogida por Serrano Pardo (1999). Realizó gran cantidad de litografías para las portadas de libros y otras láminas ilustradas como revistas, diplomas, folletos, tarjetas postales, colaborando con todos los talleres impresores de la ciudad. Además de su especialidad en litografía, también confeccionó impresos de seguridad, acciones, obligaciones o cheques. También imprimió los primeros billetes de banco encargados por el gobierno insurgente en 1936, así como sellos de correos y carteles de propaganda política. Falleció en 1911, y al frente del negoció continuó su viuda Ramona López y más tarde su hija Matilde Portabella. En 1931 el taller de litografía regentado por ésta continuaba en activo a pesar de que su prestigio había disminuido. El taller estaba situada en la actual plaza de Diego Velázquez. El taller fue vendido en 1945 a la familia Altolaguirre, los nuevos propietarios continuaron con el nombre de Aragonesa de Industrias Gráficas.

Félix Villagrasa.- Comenzó su negocio de imprenta y litografía alrededor de los años 1855 a 1860, según lo aportado por Serrano Pérez (1935), por el que también conocemos que Tomás Blasco trabajó como encargado de la sección de tipografía. Allí se imprimió el periódico El Intransigente, revistas taurinas y obras musicales, por las cuales obtuvo cierto reconocimiento. Desarrolló su profesión hasta 1898. Su taller se encontraba en los porches del paseo de la Independencia, 16 y más tarde en la calle Soberanía Nacional, 18. Villagrasa había nacido en Codo (Zaragoza) y abandonó los estudios de veterinaria debido a la vocación que sentía por el arte de imprimir, admiraba los trabajos de imprenta por influencia de su amigo Agustín Peiró. Introdujo la segunda máquina litográfica en la ciudad hacia 1880. También trajo una de las primeras minervas, ya que entonces ciertos establecimientos, como litografías y aquellos dedicados a la venta de objetos de escritorio, tenían el privilegio de poder tener una pequeña Minerva para la impresión de tarjetas y sobres sin aumento en la contribución.

Emilio Casañal Larrosa.- Nacido en 1859, fue uno de los afamados impresores de la ciudad. Comenzó su formación en la imprenta del Hospicio Provincial que era regentada por su padre Gregorio, posteriormente se trasladó a Madrid y continuó su formación en la imprenta de Forntanet. De vuelta en Zaragoza ingresó en los talleres de Diario de Avisos, más tarde trabajó con Mariano Salas, posteriormente con los hermanos Comas, para establecerse finalmente de forma autónoma. Tuvo su primer taller en 1885 la calle Cuatro de Agosto, 2, esquina con la calle Alfonso I, donde en 1887 ya anunciaba su actividad comercial mediante muestrarios tipográficos. Más tarde se trasladará al Coso, 86 donde editó una temporada El Noticiero. Después de trasladar su negocio a varios emplazamientos se estableció en el Coso 98. Fue fundador de El Mercantil de Aragón, también fundó Heraldo de Aragón junto a Luis Montestruc (Serrano Pérez, 1935). Gracias a este mismo autor, sabemos que en su imprenta se practicó por primera vez la composición mecánica mediante dos máquinas “Monotype”. Su inquietud empresarial le llevó a solicitar en 1893, terreno para establecer una montaña rusa para distracción del público. Fallecido en 1910, le sucedería con gran éxito al frente del negocio su hijo Gregorio Casañal Poza.

Cándido Larruga.- Estableció su taller en 1888 en la calle las Danzas, en sus comienzos su labor más conocida era la de litógrafo, aunque posteriormente se dedicaría más a la tipografía. Posteriormente su establecimiento se encontraba en la calle de Convertidos. Fue muy longevo en la profesión ya que en 1940 continuaba el negocio.

Imprenta de Uriarte.- Andrés Uriarte Alberdi, nació en 1861. En 1894 fundó su negocio de librería en la calle Don Jaime I, 54 (Serrano Pérez, 1935). Pocos años después, en 1902, compró el taller de Hermanos Comas situado en calle Don Jaime I (Butera Aured, 2007). Así pues, tenía dos negocios de librería e imprenta, editó libros de texto y otras publicaciones relacionadas con la enseñanza, como El Magisterio Español. En su taller trabajaba como encuadernador Isidoro Achón, quien probablemente había trabajado anteriormente para los Hermanos Comas, y posteriormente trabajaría con el mismo oficio su hijo Rafael Achón. En 1915 sus hijos tomaron el relevo denominándose “Industrias Gráficas Hijos de Uriarte”. En 1922 pasó a regentar el negocio uno de los hijos en solitario, Alfredo. A partir de entonces la imprenta ganó en prestigio. En 1933 se retiró del negocio traspasándolo a Miguel Campos y Herminio García, dos de los trabajadores de la imprenta.

Abadía y Capapé.- Fernando Abadía y Mariano González Capapé trabajaban en el taller de fotograbado de Soteras y Monforte como maquinista y grabador respectivamente (Naval, 2002) situado en Independencia 29. Más tarde, ambos se harían cargo del negocio de tipografía y fotograbado. Realizaron trabajos de cierto valor artístico como la revista Aragón Ilustrado, o los primeros números de El Progreso (Serrano Pérez, 1935). Su asociación duraría hasta 1912. Capapé fue uno de los más importantes fotograbadores. En 1908 con motivo de la Exposición Hispano-Francesa, se hizo cargo del taller de fotograbado exclusivo propiedad de Heraldo de Aragón (Romero Santamaría, 2012). Falleció en 1935 a la edad de 69 años y le sucedió en el negocio su sobrino Luis Domingo, quién utilizó por algunos años el nombre comercial de Antigua Casa de Capapé.

La Editorial.- Fundada hacia 1903 por un grupo de personas afines a la iglesia católica, su primer regente fue Gregorio Carra y Ladrón de Guevara, más tarde le sucedió Marano Escar Ladaga ya que La Editorial adquirió su taller de La Derecha. Allí se comenzó a imprimir la tirada de El Noticiero, hasta que el diario contó con su propio taller en 1922. Su actividad cesó en 1990.

Faustino Gambón.- Abrió su primer taller en Zaragoza en 1913 tras haber iniciado sendos negocios en Graus y Huesca y haber sido estos cerrados. En la década de los 30 tenía cierto nivel, contaba con dos prensas planas y dos minervas en las que imprimía libros y revistas. Hoy en día la imprenta sigue regentada por sus descendientes.

Martín Bailo Gracia.- Fundó su taller hacia 1920. Contaba con dos minervas y una interesante colección de tipos. Falleció prematuramente en 1930, año en el que sucedería su hijo.

Taller de la “Imprenta de Arte Berdejo Casañal”, en su ubicación de la calle Loscos 7 (antigua Jazmín). La captura se ha realizado con motivo de la tirada en prensa del número 1 de la revista “Aragón”, órgano de expresión del “Sindicato de Iniciativa y Propaganda de Aragón” (SIPA). En el colectivo posado, junto al personal del taller, el secretario del SIPA, Eduardo Cativiela y Pérez, que sostiene un ejemplar de la revista y junto a él, Eduardo Berdejo Casañal, editor de la revista, y propietario de la imprenta.

Fuente: Proyecto GAZA, adioszaragoza.blogspot.com https://www.flickr.com/photos/zaragozaantigua/22528904220/

 

Eduardo Berdejo Casañal.- Nacido en 1879, se formó como tipógrafo en Madrid y San Sebastián, tras la muerte de Emilio Casañal pasó a ocuparse de la imprenta junto a su primo Gregorio. En 1917 se instaló por cuenta propia en la calle Loscos, 7. Desde entonces el volumen de trabajo fue aumentando, llegando a imprimir las revistas Aragón y Artes Gráficas, revistas que gozaron de gran prestigio. Tras el parón que sobrevino al sector en los años de la contienda y posteriores, Eduardo prosiguió su trabajo, falleciendo en 1974. Imprimió en sus prensas gran cantidad y variedad de publicaciones periódicas, además de libros y folletos, en general con “acertado tratamiento tipográfico” (Serrano Pardo, 2006: 64). Entre las obras más afamadas destacan el Ensayo de una tipografía zaragozana de Jiménez Catalán, o el diario La Opinión (Serrano Pérez, 1935).   

Federico Martínez Andrés.- Después de trabajar empleado para otros, en 1910 establece un taller propio denominado “La Académica”, situado en la calle del Temple y posteriormente en la calle de Cinegio hasta 1926. A continuación, se traslada a la calle de la Audiencia, 3 y 5, a una casa de su propiedad. “La Académica” era una de las más notables imprentas y litografías de la ciudad, las cuales empleaban a doce trabajadores (AHPZ, 5935/8). Federico Martínez Andrés se había dedicado a la política, había sido concejal del Ayuntamiento en tiempos de la República, y fue elegido alcalde en las elecciones de 1933 y posteriormente en las de 1936, hecho que marcaría trágicamente sus años venideros y también los de su taller que sería regentado por su hijo tras su fallecimiento.

Octavio y Félez.- Cipriano Octavio Aranaz, nacido en 1890, y Agustín Félez del Hierro, nacido en 1889, se asociaron en 1918 para formar este taller situado en la Calle Pignatelli, 9.

Cecilio del Molino.- En 1917, solicita el permiso para construir casa en Hernán Cortés, donde posteriormente traslada su taller. Se estableció con un taller propio en la avenida del Carmen, 17, donde también se encontraba su domicilio (www.aragongen.com) a comienzos de los veinte. Posteriormente adquirió una prensa litográfica y se especializó en la impresión de bolsas de papel. En los primeros años de la guerra fue designado jefe del Sindicato de Papel y Artes Gráficas.

La Moderna.- Imprenta fundada por Eugenio González Vergara en 1924. En 1931 amplió su negocio adquiriendo una máquina plana “Mercedes” de gran calidad y con la que podía asumir trabajos de mayor calidad. Sobrevivió a los años de la guerra y continuó su negocio hasta la actualidad.

Marcos Raga Maza.-A pesar de que fue fundada en 1920 con tan solo dos minervas alcanzó bastante prestigio. Junto al fundador trabajaba su hermano Manuel que dejaría el oficio para dedicarse al de camarero. La imprenta tuvo que cerrar por circunstancias familiares en 1996. Su hijo Manuel Raga Guillén sigue trabajando hoy día dedicado a la encuadernación (Serrano Pardo, 2006).

Mariano Escar Ladaga.- Mariano Escar fue uno de los impresores más importantes del periodo en la ciudad. Recientemente, Serrano Pardo (2001) le dedicó una monografía. Comenzó su carrera junto a Emilio Casañal y posteriormente estableció su imprenta en San Miguel, 12. Allí editó el primer número del diario El Noticiero que después se imprimiría en la imprenta de Manuel Sevilla (Serrano Pérez, 1935). Mariano Escar continuó su labor en Madrid y Valladolid  para posteriormente regresar a Zaragoza.

 

1.3       Censo de impresores (1930-1980)

Sobre los impresores que desarrollaron su actividad principal a partir de la década de los treinta contamos con datos obtenidos del libro de Serrano Pardo Años de Plomo (2006).

Disponemos asímismo de la lista de aquellos impresores registrados en el censo electoral de 1934 (www.aragon.gen) que eran los siguientes:

Federico Martínez Andrés, Rafael Lázaro Marco, Mariano Arbones, Mariano Blasco Loriente, Bernardo Savaté, Pedro Hernández, Joaquín Quiñones, Luis Tartón, Constancio Sancho Michalena, Prudencio Cruz, Antonio Piosa, Francisco Ballado, Eduardo Berdejo Casañal, José Puyol, Martín Aguilamiedo, José Pueyo, Antonio Cubero, Justo Santamaría, José Larrodera, Nicómedes Francés, José Salo, Saturnino Iglesias, Francisco Lacambra, Mario de Barrionuevo, Justo Hernández, Tiburcio Osacar, Julio Burillo, Santiago Marco, Pedro Ros, Federico Sánchez, Santos Cardona, Julio Burillo, Cesáreo Oca y Gregorio Serrano.

De entre todos ellos, reseñamos a continuación los más relevantes:

Alvira y Mateo.- Formada por Tomás Alvira y Cecilio Mateo. Este último fue el primer director de la revista El Magisterio de Aragón. Más tarde fue nombrado habilitado del partido de Calatayud, cargo incompatible con la dirección de revistas y periódicos profesionales. Fue sucedido entonces por Pedro Arnal Cavero en la dirección del semanario. Cuando falleció Alvira, Arnal abandonó la sociedad que se pasó a denominar Alvira y Mateo. En ella participaron León y José María Alvira, sobrinos de Tomás.

Tipografía Cervantes.- Imprenta establecida desde 1939, formaba parte de la Editorial El Chiquero. Contaban con una prensa plana de gran formato y varias minervas. Algunos de sus trabajadores fueron Manuel Salas, Pedro Salvador y Saturnino González Vergara. También trabajó en este establecimiento Carlos Santander Marco quien trabajó posteriormente en Imprenta Blasco (Serrano Pardo, 2006).

Editorial Luis Vives.- Esta importante editorial pertenecía, y pertenece a día de hoy, a los Hermanos Maristas, quienes se instalaron en Zaragoza después de sufrir el estallido de un artefacto en los sucesos de la Semana Trágica en Barcelona en 1936. En el año 1937, la orden religiosa buscó en la ciudad talleres para imprimir y no fue tarea fácil, ya que Gambón imprimía para los Hermanos de las Escuelas Cristianas y el taller de El Noticiero estaba saturado por exceso de trabajo. Fue gracias a la intervención de Juana Salas, esposa de Inocencio Jiménez, que estableció el contacto de los hermanos con Alberto de Sola, linotipista principal de El Noticiero y que colaboraría con ellos desde entonces (Villanueva, 2012). La editorial fue favorecida por el gobierno franquista para situarse en Zaragoza, y parece ser que también fue favorecida con material procedente de incautaciones, como se puede observar en el registro de la comisión provincial de incautaciones (AHPZ, J/5994/1). El 15 de Marzo de 1938, los hermanos solicitan permiso para instalar un taller de imprenta situado en la calle del Arte, n.º 13. Las máquinas con las que contaban entonces eran una linotipia, una máquina de imprimir accionada por correa, y una sierra circular, todas ellas accionadas por motores eléctricos, también contaban con “la existencia de una hornilla en la que se coloca un crisol”, AMZ (1938) Caja 3144 1134, y que era utilizada por los hermanos para la fundición de caracteres de imprenta. Su producción va aumentando considerablemente e inunda los pequeños talleres encuadernadores de la ciudad, hasta que en 1938 consiguen un taller propio dedicado a la encuadernación situado en la calle Cervantes, 18, para el que el 15 de Marzo solicitan la instalación de un motor eléctrico A(MZ, 1938, Caja 3144   Exp. 908). Leónides Fuertes, el hermano Nicóstrato, se ve envuelto en un pleito por el precio del alquiler del taller de la Calle del Arte, por lo que definitivamente la congregación decide abandonar el lugar. En 1940 la editorial consigue unos terrenos junto al Huerva y construye un nuevo edificio donde permanecieron hasta 1976, año en el que se trasladarán a un nuevo emplazamiento en la carretera de Madrid. Desde sus comienzos y hasta hoy, la editorial está especializada en material educativo, siendo una de las más importantes a nivel nacional.

Librería General.- Fue fundada en 1932 por el abogado y funcionario del estado Luis Boya Saura. En 1938 inauguró un taller tipográfico equipado con dos linotipias y otro material. En sus primeros años las publicaciones coincidían con la ideología del Movimiento y más tarde sus temas se diversificarían. Se editó gran cantidad de material escolar necesario para estudios de Bachillerato y para la Universidad, así como otro tipo de material como novelas de Wenceslao Fernández Flórez e incluso material para la Institución Fernando el Católico. La imprenta siguió creciendo hasta contar en 1950 con cinco linotipias, en 1978 el taller fue adquirido por los trabajadores.

Gráficas Minerva.- Pedro Ros Sancho abrió la imprenta y papelería en 1931, anteriormente había trabajado como tipógrafo en La Académica. Hacia 1930 alcanzó cierto protagonismo en la Federación Gráfica Española, sección de Zaragoza. Por este motivo fue encarcelado durante la guerra. Falleció en 1958.

Pascual Pérez Báguena.- En 1931 este impresor tenía su industria en el 23 de la calle Alfonso, junto con un negocio de librería y de objetos de escritorio.

 

1.4  Los talleres impresores en la ciudad de Zaragoza

Los talleres impresores mantenían estructuras tradicionales basadas en generaciones de familias de maestros como hemos podido comprobar a través del estudio de los principales establecimientos.

Cualquier persona que se iniciaba en el oficio comenzaba como aprendiz del oficial y sus tareas eran tan sencillas como limpiar, ordenar las cajas y los tipos, etc. La siguiente figura profesional era la de cajista, el aprendiz debía conocer escrupulosamente la distribución de las cajas para comenzar a formar líneas y páginas. Por encima del cajista se encontraba el formador que llevaba a cabo la distribución en la prensa y finalmente el jefe de sección.

El oficio de impresor estaba relativamente bien considerado, eran personas cultas ya que sabían leer y escribir en tiempos de gran analfabetismo. En España al igual que en Francia, los obreros de las artes gráficas formaban un gremio antiguo y fuertemente estructurado y organizado a través de sociedades de litógrafos, impresores, etc.  

Los talleres eran lugares pequeños y mal acondicionados. En Zaragoza se encontraban situados en el entorno de la Audiencia o la plaza del Pilar, solían ser traspasados de generación en generación y debido a la estrechez de las calles en ocasiones resultaba difícil acondicionarlos correctamente. Eran lugares mal ventilados y los productos químicos necesarios en el trabajo tipográfico así como las aleaciones con plomo de las tipografías, hacían que las enfermedades pulmonares afectasen especialmente a los obreros. La jornada de trabajo era de doce y hasta catorce horas para todos los trabajadores incluidos niños.

Ya en la Venecia de 1500, el establecimiento de Aldo Manuzio fue descrito por Martin Lowry como una “mezcla casi increíble entre el taller inhumano, la pensión y el instituto de investigación” (Eisenstein, 2010: 55). A pesar de los trescientos años transcurridos, parece ser que la situación no hubiese mejorado lo suficiente.

La prensa local experimentará un periodo de expansión a finales del siglo XIX, las razones para este hecho son similares en todos los países de nuestro entorno. Jean-Françoise Botrel (1993: 197) aporta un dato esclarecedor a este respecto: en 1874 en España se importaba diez veces más papel que en 1869. A pesar de estos datos, el desarrollo industrial en nuestro país seguía siendo menos acusado que en otros países europeos.

Los motivos para el crecimiento de la prensa y de los productos impresos en España los encontramos en primer lugar en la disminución de los índices de analfabetismo. Otro factor determinante fue la aceleración del progreso tecnológico que se produce hacia 1900 cuando se generalizó el uso de minervas que abarataron los costes de producción. Todas estas máquinas eran importadas ya que seguía sin existir ninguna empresa española que las fabricase.

Con motivo de este aumento en la demanda de materiales se instalan en España las fábricas de tintas Lorilleux y Bauersche, fundiciones tipográficas como la de Eusebio Aguado e Hijos de J.A. García en Madrid, la fundición de Antonio López o la de la Imprenta Ramírez; todas ellas trabajando con fuentes importadas de Francia o Alemania (Penela Rodríguez y García Moreno, 2014). Anteriormente en 1881 se había establecido en Madrid la Fundición Richard Gans que había comenzado su labor importando maquinaria y materias primas y posteriormente había comenzado a fabricar tipos.

Por último se da en nuestro país un contexto de abundancia de papel. Hacia 1850 se lleva a cabo la revolución del papel continuo, la producción se automatiza y el precio del papel disminuirá debido a que ya no se realizará a partir de textiles sino de pasta de papel. Esto supondrá una verdadera revolución entre el sector papelero ya que se producirá un proceso de concentración empresarial que desmantelará las fábricas de papel tradicionales. Al mismo tiempo la producción de pasta de papel no será suficiente para abastecer la demanda y será necesario seguir importando pasta de papel de los países escandinavos.

Para solventar estos graves problemas de suministro nace en 1901 “La Papelera Española” como una sociedad anónima que estaba establecida en Bilbao. Nació como  un proyecto de concentración empresarial que supondrá un monopolio, y que en 1919 producirá dos tercios de la producción de papel.

Tras la aplicación de varias medidas políticas “La Papelera Española” garantizará el abastecimiento de papel pero a un elevado coste. Este hecho impedirá que los libros puedan ser vendidos en América debido a la falta de competitividad respecto a países vecinos como Francia.

A pesar del incremento de los índices de alfabetismo, en 1928 los datos sobre consumo de pasta de papel, cinco kilos por habitante y año, siguen siendo muy inferiores a los veinte kilos consumidos en EEUU.

Esta situación en el sector se volverá más convulsa debido al estallido de la primera guerra mundial que provocará el alza de los precios del papel. La política arancelaria que estableció el gobierno también contribuyó al aumento de los costes para la importación de maquinaria y material que era imprescindible comprar en el exterior debido a la carencia de industrias propias en nuestro país. La mayoría de las tipografías se importaban ya que en España en 1879 solo existían nueve fábricas de tipos de imprenta que no llegaban a abastecer a todos los talleres. La creciente mecanización de las tareas impresoras hacía que se necesitase cada vez menos mano de obra, lo cual generaba un creciente descontento entre los trabajadores.

Así pues, el cambio de siglo trajo una creciente agitación y mayor toma de conciencia en cuanto a los derechos de los trabajadores. A finales del siglo XIX, los derechos laborales apenas existían, no había libertad de reunión o asociación, ni por supuesto sufragio universal. En 1882 se funda en Barcelona la Asociación del Arte de Imprimir que aglutinaba asociaciones de todo el país. Como representante de los tipógrafos aragoneses figurará Pablo Claramunt. Cuando en 1888 se produzca el nacimiento de la UGT, la asociación del Arte del Imprimir era la única asociación obrera aragonesa integrada en la agrupación (“Asociación del Arte de Imprimir”, GEA) a la que poco después se añadiría la Sociedad de Obreros Canteros de Zaragoza. La UGT, sin embargo fue una asociación minoritaria con respecto a la Federación de Trabajadores de la Región Española, de carácter anarquista que contaba con mil ochocientos ochenta afiliados (Lucea Ayala, 2009).

Las huelgas y paros se sucederán habitualmente. En junio de 1907 varios tipógrafos de La Editorial son detenidos en una huelga. Para mostrar su desacuerdo ante este hecho, la Asociación del Arte de Imprimir protesta ante la sede del gobernador. Los trabajadores de la Imprenta Blasco comienzan una huelga el 27 de junio hasta el 30 de junio del mismo año y finalmente el 1 de julio el paro se extiende a toda la profesión hasta el día 3. Las protestas se dirigen a la recién creada Junta Local de Reformas Sociales, un órgano creado con el objetivo de mediar en los conflictos laborales (Lucea Ayala, 2009). Las huelgas en este y otros sectores serán habituales. En 1917 se produjo una huelga general de gran dureza, a causa de la cual serían encarcelados y represaliados sus organizadores.

Se realizarán paros en determinados talleres impresores que también se generalizarán a todo el gremio como la de diciembre de 1918 que aglutinará a tipógrafos, impresores y encuadernadores. Esta huelga tuvo como consecuencia la paralización de algunas publicaciones periódicas como el caso del Boletín de la Asociación de Labradores de Zaragoza en la que encontramos en el número de enero la siguiente nota: “La huelga de tipógrafos en el último mes de Diciembre, nos ha obligado a suprimir el número correspondiente del Boletín, refundiendo en el de enero lo que para aquél teníamos preparado” (Boletín de la Asociación de Labradores de Zaragoza, Diciembre 1918.)

Esta situación de crisis se prolongará en el tiempo, algunos de estos testimonios sobre la crispación en la prensa local son recogidos por Clavería (1990). También en la crónica que realiza Mariano Escar en La Gaceta, 1929, que recoge la reunión de los patronos de la Sociedad de Artes Gráficas para alcanzar un acuerdo sobre “los precios de ruina que se estaban pagando por los trabajos tipográficos”.

La crisis económica originada en 1929 en EEUU y que tuvo efectos negativos a nivel mundial no hará más que agravar la situación de dificultades generalizadas en el sector agrario y en menor medida en el industrial.

Esta situación de paros y huelgas entre los impresores seguirá presente en los años posteriores impidiendo en muchas ocasiones la edición de revistas y periódicos.

En 1936 la Federación Gráfica Española publica un texto La Gaceta de Las Artes Gráficas en el que se da cuenta de la “situación angustiosa de los parados, parcial o totalmente, en el arte de imprimir” (Serrano Pardo, 2006: 116). En dicho artículo también se apunta otro problema endémico de la industria gráfica española señalando la obsolescencia de la maquinaria necesaria en los talleres y el excesivo gravamen arancelario por parte del estado español. Las máquinas, que necesariamente había que importar, se quedaban anticuadas y los talleres no podían satisfacer la demanda o lo tenían que hacer a precios muy elevados.

Para mediar en los conflictos laborales existía el Comité Paritario de Artes Gráficas, que posteriormente, durante el periodo de la Segunda República fue reconvertido en los Jurados Mixtos, órganos encargados de mediar en los conflictos laborales y garantes del cumplimiento de los derechos adquiridos. Dicho comité fue muy activo y entre sus logros cuenta “el establecimiento de una semana de vacaciones pagadas, en lo que Zaragoza fue realmente pionera” (Sancho Izquierdo 1979: 123), la publicación de las normas de trabajo, los sueldos y las condiciones para la progresión de los trabajadores en la escala gremial.

Un ejemplo de la labor de mediación que ejercía el Jurado Mixto la encontramos en un caso concreto que atañe a Mariano Blasco Loriente y que hemos podido consultar, AHPZ, A/005812/00038.

En septiembre de 1934, Mariano Blasco interpone un pleito por impago de un trabajo contra la Cámara de Comercio Agrícola, el importe total ascendía a doce mil cincuenta y cuatro pesetas. Dicha entidad había cambiado de directiva, y la recién llegada no quería asumir el coste de los trabajos por parecerle excesivo el precio y pedía una rebaja que el impresor no aceptaba. En el proceso, la Cámara de Comercio adjunta como prueba el presupuesto realizado por otros dos talleres editoriales que ofrecen un presupuesto a la baja por el mismo trabajo. Estos talleres son El Noticiero que establece un importe de siete mil ochocientas treinta y cuatro pesetas y los talleres editoriales de El Heraldo de Aragón por once mil pesetas.

Mariano Blasco aporta gran cantidad de pruebas en su defensa, con las que justifica que se encuentra al corriente del pago de todos los impuestos y gravámenes que le corresponden como industrial. Para resolver el conflicto son nombrados tres peritos impresores extraídos del Jurado Mixto de Artes Gráficas. En representación de los patronos son nombrados Eduardo Berdejo Casañal y Agustín Gargallo Andrés, y en representación de los obreros Agustín Félez del Hierro. El coste estimado que calculan para la realización de los trabajos, doce mil ochocientas sesenta y ocho pesetas, coincide e incluso supera el planteado por Mariano Blasco. Finalmente, la Cámara Agrícola es obligada a pagar el total de lo adeudado.

Se aprecia en este conflicto la tensión entre los talleres editoriales de los grandes grupos editoriales de la ciudad que ofrecen presupuestos a la baja y los talleres pequeños que defienden el presupuesto de su colega Mariano Blasco. Llama la atención en el caso la diferencia de los presupuestos planteados por los talleres tradicionales y los estimados por Heraldo de Aragón y El Noticiero. Podríamos encontrar justificación en el hecho de que ambos talleres pertenecen a las editoriales de periódicos establecidos en la ciudad y que por tanto tenían cierta producción asegurada, además de ciertas ventajas ofrecidas por los políticos locales, como el abaratamiento en el suministro de papel en un periodo de fuertes restricciones y de grandes tensiones en el sector.

En las elecciones de abril de 1931, Zaragoza dio su voto al partido republicano. Como alcalde sería elegido Sebastián Banzo Urrea, y en su equipo figuraban como tenientes de alcalde Bernardo Aladrén, Joaquín Uriarte y Federico Martínez Andrés y como regidores Bernardo Rubio y Martín Serrano, todos ellos trabajadores de las artes gráficas.

 

1.5  La situación de los talleres editoriales durante la guerra civil

Con el estallido de la guerra y la división del país en zonas contrapuestas, las principales editoriales quedaron en la zona republicana, principalmente en Madrid y Barcelona. En ambos bandos muchas de las editoriales fueron incautadas por los poderes fácticos.

En la zona republicana se publicó gran cantidad y variedad de textos que eran consumidos por la sociedad con avidez como relata el editor Manuel Aguilar recogido en Martínez Reus (2007: 69): “No recuerdo haber leído comentarios acerca de un fenómeno que la contienda suscitó entre los españoles: el de una pasión casi frenética por la lectura”.

A este fenómeno contribuyó el hecho de que la mayor parte de los intelectuales se posicionaran a favor del gobierno. En la zona nacional la producción fue menor y más dispersa.

Zaragoza, situada en el bando de los sublevados desde los primeros momentos, se convirtió en un centro importante para el abastecimiento de la zona nacional. Debido a que la ciudad contaba con una infraestructura editorial estable desde el punto de vista técnico, iba a ser aprovechada para la impresión de la propaganda de las actuaciones de los sublevados. Los medios de comunicación guardaron silencio en relación a los acontecimientos que estaban ocurriendo. El 19 de Julio no hubo prensa diaria hasta que reaparecieron cinco días después Heraldo de Aragón y El Noticiero apoyando la sublevación y “con profundas muestras de fervor patriótico” (Vílchez de Arribas, 2012: 175). El apoyo de ambos periódicos al golpe alberga ciertos matices, si bien Heraldo de Aragón defendía el golpe desde su editorial como “acción temporal de carácter terapéutico”, El Noticiero se postuló como defensor más radical (Bueno Madurga, 1993). Este mismo autor aporta la fecha de creación del periódico Amanecer creado por los golpistas como medio propagandístico el 11 de Agosto en los talleres confiscados al Diario de Aragón, periódico clausurado por ser afín a la República, al igual que los semanarios de UGT y CNT. El periódico Amanecer de Zaragoza y los periódicos Lucha y Águilas de Teruel son citados junto a once más en un informe de prensa de Vicente Cadenas, jefe nacional de prensa y propaganda de falange, como medios propios (Terrón 1981: 43, citado en Timoteo Álvarez et. al., 1989: 171):

El beneficiario de tales incautaciones no fue únicamente el siempre abstracto estado, sino que tuvo rostros y apellidos ( ...) que enterados rápidamente de la existencia de subastas ventajosas acudían a ellas para hacerse más fácilmente con esos bienes, la propia falange y su sindicato (...) se incautó, por ejemplo del local donde imprimía el periódico Diario de Aragón, pudiendo así su sustituto Amanecer salir rápidamente a la calle. (Cifuentes y Maluenda, 1992: 69).

Sin embargo, a pesar de la fundación de estos pequeños periódicos falangistas, el vehículo principal de transmisión ideológica fueron los viejos diarios conservadores de tiradas elevadas: ABC de Sevilla, Ideal de Granada, Heraldo de Aragón, El Norte de Castilla, Diario de Burgos, Región de Oviedo y La Gaceta del Norte de Bilbao (Tuñón de Lara, 1985: 320).

No solo la prensa local contribuyó en el apoyo del nuevo régimen, también algunas imprentas. Martínez Reus (2007) destaca los talleres editoriales de la Librería General de Zaragoza como una de las imprentas consolidadas que prestó sus servicios a la propaganda, junto a librería Santarén de Valladolid, Establecimientos Cerón en Cádiz o la casa Hijos de Santiago Rodríguez en Burgos. Otras editoriales zaragozanas que colaborarían con el bando nacional serían la editorial “Luz” y los talleres de Heraldo de Aragón.

Los sublevados utilizaron además otras imprentas más pequeñas que fueron favorecidas para que incrementaran su actividad, tal es el caso de Afrodísio Aguado y Talleres Tipográficos Cuesta en Valladolid, la imprenta Aldecoa en Burgos o los Talleres Aldus en Santander.  También pudieron incrementar su actividad gracias a la conquista de San Sebastián y Bilbao que contaban con infraestructuras y fábricas de papel (Martínez Reus, 2007).

Este hecho unido a la larga tradición sindical e izquierdista por parte de los impresores zaragozanos explica la complicada situación en la que quedaron dichos trabajadores. Muchos de ellos fueron represaliados debido a su militancia política, otros ejecutados, aquellos que no eran imprescindibles en sus imprentas se enrolaron en las milicias de reemplazos con el bando nacional por temor a ser represaliados. Algunos relatos sobre esta situación son narrados de primera mano por Serrano Pardo (2006).

Tras el levantamiento de 1936 apoyado en Zaragoza por el General Cabanellas, máximo jefe militar en Aragón y por la derecha monárquica, el alcalde Federico Martínez Andrés fue detenido junto con el ex-alcalde y director de la Cruz Roja Manuel Pérez Lizano, éste último fue puesto en libertad y ejecutado pasadas unas horas.

El alcalde tenía entonces 66 años, era propietario de la imprenta La Académica, una de las más notables de la ciudad.  Pocos días atrás, el 28 de Mayo, había adquirido una minerva plana a la casa Richard Gans, por un valor de cinco mil pesetas, de los que adeudaba cuatro mil doscientas pesetas, lo cual nos da una dimensión de cuán inesperados serían los acontecimientos que se desencadenarían tras julio de 1936.

Martínez Andrés pidió la absolución que le fue denegada y fue condenado a una inhabilitación absoluta de cinco años y al pago de la cantidad de dos mil quinientas pesetas, permaneció un año en la cárcel. Dicha deuda sería saldada con no pocos problemas por su hijo en 1952 ya que Martínez Andrés falleció en 1943.

Según Serrano Pardo, el poder franquista utilizó la imprenta La Académica, que quedó a cargo su hijo, para la impresión de abundante material propagandístico en una demostración de fuerza y violencia represora por parte de los militares. Allí se imprimieron, en una especie de sinrazón, los trabajos de la editorial Athanaeum, “exclusivamente dedicada a la difusión de la cultura política” que fue una de las más comprometidas en esta tarea (Serrano Pardo, 2004: 378). Otro ejemplo ilustrativo de este caso particular encontramos en el libro Corporatismo que fue impreso en La Académica. No era este un libro cualquiera, sino uno de los libros emblemáticos del regimen, “una exaltación constante de los valores corporativistas del régimen”, en palabras de Fernández Clemente (1978: 420)

Sin embargo, Martínez Andrés no fue el único impresor represaliado, conocemos una larga lista de nombres, algunos de los cuales eran personajes relevantes que ocupaban cargos importantes en partidos de izquierdas y organizaciones sindicales, como Isidoro Achón Gallifa, Bernardo Aladrén Monterde, Bernardo Rubio González, Joaquín Uriarte Osés o Manuel Alvar González, quienes también fueron castigados, ejecutados o encarcelados.

El caso de Isidoro Achón Gallifa puede considerarse uno de los más emblemáticos debido al amplio reconocimiento personal y profesional con el que contaba. Achón comenzó su trayectoria profesional siendo cajista, más tarde se dedicaría a la encuadernación. Trabajó en la imprenta y librería de Uriarte, situada en la calle Don Jaime y que había sido comprada a los Hermanos Comas en 1902, que debieron ser los primeros patronos de Isidoro según Butera Aured (2007) quien interpreta los datos aportados por Uriarte Osés en el expediente de responsabilidades políticas de Achón. Había pertenecido a diversas agrupaciones sindicales y ya en 1882 era miembro de la Asociación del Arte de Imprimir, de la cual nacerían posteriormente el Partido Socialista en 1879 y la Unión General de Trabajadores en 1888. Isidoro fue su presidente en 1917 y posteriormente participó en la dirección de la UGT y el PSOE, donde coincidió con Bernardo Aladrén, otro impresor que había sido formado en la Imprenta del Hospicio.

Isidoro Achón dejó el oficio de encuadernador en 1928 para ingresar en la Caja de Previsión como vocal, esto lo convirtió en un hombre respetado y popular a la luz de multitud de artículos y escritos de los que fue autor. En las elecciones de 1936 fue elegido compromisario para la elección de presidente de la república en representación del partido socialista. Debido a su ideología socialista y a su militancia activa fue detenido y puesto preso desde enero de 1937 a agosto de 1939. Fue liberado debido a sus problemas de salud y falleció un año más tarde a la edad de 69 años, según hemos podido consultar en el Certificado de Acta de Defunción, AHPZ/ A/005917/000006.

En opinión de Butera Aured (2007), una de las causas que por las que Achón no fue ejecutado como el resto de personas que ocupaban cargos directivos en asociaciones de izquierdas era su buena relación con sectores de la derecha con los que entró en contacto gracias a su participación en la caja de previsión. El amplio reconocimiento social, profesional e incluso por sectores eclesiásticos ejercerían la presión para que Isidoro corriera mejor suerte que otros compañeros.

Algunos textos indican que Isidoro Achón o Federico Martínez fallecieron en prisión, hechos que quedan desmentidos al consultar las fuentes archivísticas citadas anteriormente. Serrano Pardo (2006: 119) justifica esta desinformación a causa de la implacable censura impuesta sobre todo aquello  que recordase a la República. A lo cual habría que añadir la posterior clasificación de los documentos relativos al periodo.

Otro compañero de Isidoro, representante del gremio de impresores y muy vinculado al movimiento obrero, fue el ya citado Bernardo Aladrén Monterde, de origen muy humilde. Fue activo miembro del PSOE y la UGT y del Sindicato de Artes Gráficas de la CNT, en los cuales desempeñó diversos cargos directivos. En el Ayuntamiento de Zaragoza fue elegido concejal en 1931 y segundo teniente de alcalde. Estuvo en la cárcel, entre otras ocasiones, tras los conflictos de 1934 como miembro del Comité de Huelga. En las elecciones de 1936 volvió a su puesto de concejal.

Según consta en su Acta de Defunción, AHPZ, J/005917/3, Bernardo, “iniciado el alzamiento nacional se intentó oponer al mismo repartiendo armas a sus correligionarios, por lo que fue detenido y fusilado al parecer, constando inscrita su defunción”. Además de los hechos de carácter político que se le imputan, figura el de ser distribuidor del semanario político Jaca, y el impresor del periódico Vida Nueva. La noticia de su detención y su posterior traslado a Pamplona era reseñada en Heraldo de Aragón de 9 de Agosto, aunque su muerte se inscribe ese mismo día en el registro civil (Cifuentes y Maluenda, 1992).

Otros tipógrafos represaliados fueron Manuel Albar Catalán (Serrano Pardo, 2006) que llegó a ocupar altos cargos del Partido Socialista, y que consiguió vivir en el exilió en México, Antonio Vidorreta Ramón, que fue detenido en febrero de 1941 por ser interventor del Frente Popular, Manuel Alejandre Peiro, hijo y hermano de impresores, Manuel Raga Maza, hijo y hermano de impresores y ejecutado en Valdespartera el día 6 de diciembre de 1936, a la edad de 41 años, Babil Fustiñana Marín, secretario de la Federación Gráfica Española, sección de Zaragoza.

Como podemos ver a la luz de los datos, la situación de los trabajadores de imprentas fue en extremo complicada, no solo por la falta de trabajo y las represalias de tipo político sino por la situación de amenaza, miedo generalizado y humillación que Falange extendió sistemáticamente en todos los niveles de la profesión.

La Asociacion Patronal de Artes Gráficas que había estado presidida por Federico Martínez Andrés, y en la que colaboraba asiduamente Isidoro Achón, tomó una postura afín al bando nacional que hizo pública mediante una nota de adhesión publicada en la revista Artes Gráficas del mes de Agosto de 1936. En dicha se nota pone a disposición de la sublevación las máquinas, imprentas y obreros que representa.

En este sentido la Asociación de la Prensa de Zaragoza adoptó “un movimiento de vaivén que oscilaba entre la adhesión explícita al nuevo orden y la defensa de sus asociados frente a la represión militar” (Bueno Madruga, 1933: 33).

El interés de Falange por controlar los medios de comunicación es apuntado en otro dato aportado por Yanes Mesa (2012) que cita a Martín de la Guardia (1994: 59); “Ya desde septiembre de 1936, Falange Española controla 17 diarios y 23 semanarios, y la incautación para lograr esa unidad informativa no cesará hasta concluir la guerra.” Los datos precisos referentes a esta situación en Zaragoza están todavía por investigar.

Al margen de los acontecimientos de tipo político, el ejercicio de la profesión estuvo marcado por la escasez de materias primas, las imprentas tuvieron que cambiar sus fuentes de abastecimiento ya que estaba prohibido el intercambio de mercancías con la zona republicana. Este hecho se aprecia en los libros de contabilidad de Imprenta Blasco.

Tras la guerra civil el periodo estuvo marcado por la férrea censura y la escasez de papel. El sistema económico del régimen impedía que se realizase una renovación técnica en sistemas de impresión y tipografías y las imprentas mantenían sus antiguos repertorios tipográficos durante largo tiempo. Los fabricantes de tipos de referencia eran Richard Gans, Fundición tipográfica Iranzo, sucesores de J. Neufville y Fundición Tipográfica Nacional.

 

1.6  Noticias sobre los medios de reproducción en Zaragoza

LITOGRAFÍA

La litografía fue introducida en Zaragoza por Mariano Peiró y Rodríguez en 1842, en la edición del Álbum Artístico de los grandes monumentos de Zaragoza emulando a José de Madrazo en su obra Colección Lithografica de cuadros del Rey de España (Ruiz Lasala, 1987). Tres años más tarde, el diario El Suspiro sería el primero en introducir la nueva técnica en prensa periódica (Gallego Gallego, 1999). Los datos que aportan información sobre la posterior implementación de la nueva técnica son confusos.

Sin embargo, otros impresores incorporaron con prontitud la nueva técnica y ya en 1845 aparecen registrados los establecimientos litográficos de Luis Jaime, plaza de la Seo, 11 y Mariano Lahoz, calle Botigas Ondas, 39 (AHP, Legajo  IX-579-56). Cabe pensar, como indica Serrano Pardo (2003) en la posibilidad remota de que utilizasen la prensa que Peiró ofreció en una carta de 1842.

De cualquier modo otros establecimientos litográficos que sucedieron al de Mariano Peiró fueron el de su hijo Agustín Peiró y Sevil,  quien realizó “el primer plano de Zaragoza con callejero completo insertado en el libro, descripción de las calles, plazas, plazuelas, puertas y paseos de la ciudad de Zaragoza,(...) en la que se aplica el sistema métrico decimal que había sido adoptado en  esos años» (Roy Sinusía, 2006: 263). También estampó Paso del canal sobre el Huerva, incluido en el álbum de El Duende, dibujada por el propio Peiró y en la que se registran cinco tintas como muestra de gran refinamiento.

En la década siguiente encontramos la Litografía de los Amigos, dirigida por Faustino Millán, en la plaza de las Estrévedes y la Imprenta y Litografía del Comercio, de Francisco Castro y Bosque en 1857.

En 1860, aparece la Litografía de Perdom, Coso 25, y la de Antonio Andrés Oliván, situada inicialmente en el Coso 12, y ampliada posteriormente en la calle Palomeque. Oliván fue discípulo del impresor madrileño Juan José Martínez, participó en la Exposición Aragonesa de 1868, mostrando al público una estampa de Nuestra Señora del Pilar, además de treinta y seis muestras de escritura española y bastarda (Roy Sinusía, 2006). Otros artistas que participaron en la Exposición mostrando obras reproducidas con litografía fueron Francisco Bello y el dibujante y litógrafo Enrique Casanova.

Según Gimeno Arlanzón (2010) la segunda prensa litográfica fue instalada por Félix Villagrasa en 1880. Y solo diez años más tarde y según el censo electoral de 1890 aparecen ya registradas doce personas bajo la profesión de litógrafo en Zaragoza, los cuales son Paulino Bernardín Labarga, Eduardo Portabella, Pascual Montañes Labradador, Manuel Delgado Martín, Cándido Larruga, Ignacio Vela Vicente, Gregorio Casas, Julio Villuendas, José Merino Guerra, Silvestre Aparicio Valup, Félix Villagrasa, Lorenzo Aparicio Vallejo, además de Enrique Labarta en Calatayud. Para añadirse en el censo modificado de 1892 los nombres de Lorenzo Antonio, Francisco Gayé, Gregorio Pueyo, Valentín Blasco Abadía , Ignacio Vela. En la Guía de Zaragoza de 1904 se anuncian como litógrafos, Gregorio Casas, Manuel Marín, Eduardo Portabella y FélixVillagrasa y Litografía del Comercio.

Mención aparte merece la casa litográfica de Eduardo Portabella, que junto al establecimiento de Ortega fueron los más importantes de España en opinión del especialista Trenc Ballester (2004).

El taller fue fundado en 1877, tomando en traspaso un negocio que estaba situado en la calle del Romero, posteriormente se trasladó al Paseo de la Independencia, 22, en donde tenía la única prensa movida con motor hidráulico según Roy Sinusía (2006). Finalmente se estableció en un edificio nuevo, de tres plantas, situado en la subida Cuellar.

Sus trabajos cromolitográficos fueron premiados con una medalla de primera clase en la Exposición Aragonesa de 1986, adquiriendo fama nacional desde entonces y recibiendo numerosos encargos desde el resto de España, fama a la que contribuyó el dibujante Marcelino Unceta quién colaboró estrechamente con la casa. Los carteles que se imprimían eran de tema taurino, ferias y fiestas del Pilar, pero también realizó todo tipo de trabajos como ilustraciones, planos de gran extensión, y todo tipo de trabajos en colaboración con otras imprentas (Serrano Pardo, 2004).

 

ENCUADERNACIÓN

El oficio del encuadernador, al igual que todas las Artes del Libro había sufrido un declive desde finales del siglo XVIII y siglo XIX, de manera que estos profesionales no contaban con reconocimiento dentro de los talleres. Los profesionales nunca tuvieron en nuestro país una formación especializada que no fuera la adquirida a través de la propia experiencia.

Con la introducción de la mecanización a finales del siglo XIX el trabajo de los obreros fue sustituido paulatinamente, en palabras del encuadernador Isidoro Achón (1933: 264): “(...) la habilidad manual, tan necesaria a la generación anterior, absorbida por la máquina, reduce a su mínima expresión el número de oficiales completos de encuadernación. (…) La profesión va quedando reducida, lenta pero continuamente, salvo excepciones, al trabajo del especialista, confundido muchas veces con el del peón, al trabajo de las mujeres y los chicos”.

Estas palabras pertenecen a un artículo titulado “Empaquetadores”, a través del cual Achón se defiende de un colega inglés que en 1888 utilizaba este término despectivo para referirse al trabajo de dichos profesionales en nuestro país. Como hemos visto a comienzo de este trabajo, en Inglaterra y otros países las Artes del Libro vivían un periodo favorable de recuperación y puesta en valor gracias a los movimientos artísticos como Arts and Crafts y los movimientos de bibliofilia, los cuales eran en gran medida movimientos minoritarios y elitistas. En nuestro país estos movimientos no tuvieron el mismo alcance que fuera de nuestras fronteras.

Achón finaliza su artículo pidiendo un nuevo estatus para la profesión que necesariamente debía repensar su convivencia con los nuevos procesos mecánicos. 

Isidoro fue uno de los más reconocidos encuadernadores de la ciudad. Comenzó su labor como cajista para dedicarse posteriormente a la encuadernación en el taller de Uriarte que había sido adquirido a los Hermanos Comas. En 1928, dejó de trabajar como en las industrias gráficas e ingresó en la caja de previsión. Isidoro fue un activo representante del movimiento sindical, perteneció a la sociedad del arte de imprimir, a la UGT y al PSOE. Su trayectoria política es conocida

Conocemos la existencia de otros colegas encuadernadores gracias a la reseña de Serrano Pérez (1935):

Jacinto Aranaz.-Tenía su taller en la calle Boggiero que fue inaugurado en 1908.

Sucesores de Emilio Fortún.- Emilio Fortún había sido uno de los mejores encuadernadores de su tiempo encargado de realizar bellas ediciones (López Serrano, 1972). En 1910 el taller pasó a ser propiedad de un antiguo empleado llamado Ángel Moreno que adoptaron su nombre propio.

Venancio Gracia.- Su longevo taller estuvo situado en calle Goya.

José Miranda.- Encuadernador establecido en calle San Gil, posteriormente en calle Pruedencia.

Primitivo Jaime y Florencio López.- Su taller se inauguró en 1909 en Plaza de la Cruz (hoy de San Ildefonso).

 

FOTOGRABADO Y FOTOGRAFÍA

En los últimos años han comenzado a realizarse estudios sobre historia de la fotografía en Aragón, hecho que consideramos importante y que nos permite contrastar datos que hasta hora se conocían de manera imprecisa.

Destacamos en este sentido el número monográfico de la revista Artigrama, en el que encontramos el artículo de Romero Santamaría en el que aparecen datos sobre el fotograbado y compartimos su opinión cuando afirma que “los procedimientos de impresión gráfica llevaron un similar transcurrir cronológico que en el resto de los países europeos” (2012: 156). Romero Santamaría ha estudiado la introducción del fotograbado en la sociedad zaragozana. 

Otro artículo reseñable sería el de Alberto Sánchez Millán, “100 años de fotografía en Zaragoza” para el XIII Coloquio de Arte Aragonés.

El taller de fotograbado pionero en nuestra ciudad fue el de Acín y Poza situado en 1887 en el Coso, 52 (Romero Santamaría, 2012) y el primer fotograbado publicado en prensa se produjo el dia 10 de octubre de 1898. Se trataba de una fotografía del Puente de Hierro en la primera página del Diario de Avisos. A partir de estos comienzos la introducción de material fotográfico se puso de moda para ilustrar textos y redacciones y paulatinamente se fueron incorporando fotógrafos especializados en las redacciones.

En la última década del siglo XX, la fotografía ya era un medio habitual en la prensa y las publicaciones como fuente de información y divulgación.

En 1880 Modesto Soteras y Vicente Monforte, “instalan el primer taller de fotograbado, directo y de línea, con todos los adelantos de entonces” (Blasco de Ijazo, 1984: 87). Instalado en Independencia, 29, el taller fue propietario del periódico Aragón Ilustrado, que comenzó su andadura en 1899. Su antecesor había sido Semanario Ilustrado, 1893, dirigido por Gascón de Gotor y que se imprimía en Mariano Salas.

Soteras y Monforte realizaron fotograbados en color para Aragón Ilustrado, revista en la que publicitaban sus servicios ofreciendo litografías y fotograbados directos y de línea, convirtiéndose de este modo en el primer taller comercial que ofrecía servicios completos de reproducción. En este mismo taller trabajaban Fernando Abadía y Mariano Capapé, como maquinista y grabador respectivamente (Naval, 2002), quienes más tarde se establecerían por su cuenta.

Según Blasco de Ijazo, este taller fue propiedad posteriormente de Casa Portabella, más tarde de Juan Buj, luego con el nombre de “Luz” de José Galiay y estaba situado en el Coso 135. A continuación el mismo taller fue adquirido por El Noticiero y en 1921 por Florencio Royo y Miguel Embid convirtiéndolo en el importante taller “Luz y Arte”.

Mariano Capapé, según las noticias de Sánchez Millán (2009), dirigió un taller de fotograbado propiedad de Heraldo de Aragón, que estaba situado en la calle San Miguel.

José Galiay en 1907 adquirió un taller de fotograbado en el Coso 135 que trabajó para muchas de las imprentas de Zaragoza Huesca y Logroño. Realizó clichés tipográficos par publicaciones de gran calidad artística como Aragón Artístico o Arte Aragonés. En 1915, Galiay marchó a Marid para dirigir La ilustración Española y Americana dejando su taller en manos de José Palacios (Serrano Pérez, 1935)

Lucas Escolá Arimany junto con Mariano Capapé fueron otros de los pioneros en Aragón en el uso y difusión de las modernas técnicas de fotograbado (Borrás Gualis y Centellas Salamero, 2002). Ambos comenzaron a realizar fotograbados de línea por procedimientos rudimentarios.


Carte de Visite  Anverso y reverso, realizado por Lucas Escolá  impreso en Imp. Villagrasa. Colección Propia

 

Escolá comenzó como ayudante en el estudio de Villar y abrió el suyo propio en Independencia, 26 (Sánchez Millán, 2008), ya en 1882 experimentaba con el fotograbado y la fototipia (Romero Santamaría, 2012) técnicas que impartió en la Escuela de Arte y Oficios donde fue maestro de José Galiay.

Otra figura destacable relativa a la implantación de la fotografía en la ciudad fue Anselmo María Coyne, fundador de la saga de fotógrafos, que llegó a Zaragoza en 1878 proveniente de la localidad francesa de Mauntaban. Una vez instalado en la ciudad, se asoció con el fotógrafo Mariano Júdez quien tenía uno de los primeros gabinetes fotográficos (Romero Santamaría, 1991). Fue un retratista muy valorado. La saga de fotógrafos continuó gracias a su hijo Ignacio, y posteriormente a su nieto. Ignacio se vio más atraído por la experimentación y la imagen-movimiento.

Hacia 1945 existían cuatro talleres que realizaban fotograbado, entre ellos “Heraldo de Aragón, “Industrias del Cartonaje” y “Editorial Vives”. Sin embargo, el impacto de la guerra civil supuso la destrucción de muchos archivos fotográficos que hoy sería documentos con un alto valor documental y artístico.

 

LINOTIPIA Y ESTEREOTIPIA

La primera linotipia de la que se tiene noticia en Zaragoza llegó a Heraldo de Aragón en 1915 (Serrano Pardo, 2006), o si atendemos al dato aportado por Blasco de Ijazo (1984) a comienzos de 1914, provocando gran recelo entre los cajistas. Las siguientes linotipias serían las de los periódicos El Noticiero en 1922 y La Voz de Aragón en 1925.

Tres linotipistas de El Noticiero, Alberto de Sola, Simón Solanilla, y José Martínez, son protagonistas, en 1927, de un artículo firmado por Mariano Escar en la revista barcelonesa La Gaceta de las Artes Gráficas por realizar una ilustración de Francisco de Goya utilizando una máquina linotipia. A este retrato le seguirán otros más, entre ellos el del director de la compañía Linotype, Mr. Phillip T. Dodge, que también será publicada en dicha revista y otro del propio Gutenberg.

En 1928 Alberto de Sola será becado por el Ayuntamiento de Zaragoza para viajar a Altrincham, sede de la fábrica de Linotype, en una estancia de tres meses para conocer los procesos de ajuste y montaje de la máquina. Posteriormente realizará una estancia de un mes en la escuela de linotipia de Londres y París donde conseguirá el título oficial de linotipista. (La Gaceta de las Artes Gráficas, enero, nº 28).

Hacia 1925 y según Serrano Pardo (2006) en 1925 las imprentas comerciales comenzaron a comprar linotipias y hacia 1931 “podían tenerlas, en “La Editorial,”“Imprenta del Hospicio”, “La Académica”, “Octavio y Félez”, “Uriarte”, “Eduardo Berdejo Casañal”y poco más”. Poco a poco los talleres fueron adquiriendo máquinas de componer.

La Imprenta Blasco adquirió una estereotipia con anterioridad a 1909, la cual tuvo una gran acogida entre los colegas impresores de la ciudad, ya que en sus primeros años  recibía gran cantidad de encargos por su parte.

Los datos que tenemos referentes a a implantación de máquinas de estereotipias en los talleres de la ciudad son escasos. Sin embargo, conocemos gracias al valioso testimonio de Blasco de Ijazo (1947: 133) que en 1920 eran máquinas habituales en los talleres donde se editaba prensa;

La prensa zaragozana había dado un avance extraordinario siguiendo los adelantos del siglo en el arte de imprimir. En los talleres de los diarios se escuchaba el funcionamiento de las linotipias, la trepidación de la rotativa ya de madrugada en los periódicos matutinos, después del faenaje de las páginas en la estereotipia.

 

TINTAS

En 1890 fue fundada La Reina de las Tintas en Zaragoza por Pedro Ferrer Maño, un linotipista de El Noticiero que estableció su propio negocio situado en la calle Torre Nueva. El establecimiento vendía así mismo objetos de escritorio y papelería. La tinta era fabricada en la trastienda del establecimiento y se envasaba en pequeños botes que se vendían por cinco céntimos. En los años precedentes, la tinta era fabricada por cada imprenta de forma manual. En ocasiones esta faena se realizaba de manera conjunta, fecha que se aprovechaba para realizar una fiesta, tal y como recoge la siguiente narración de Mariano Escar, recogida en Serrano Pardo (2001: 100):

“La mejor época para su preparación era el mes de septiembre, (también solían hacerse en mayo, pero solo en caso excepcional). En los terrenos comprendidos entre el cementerio de Torrero y el antiguo puente de América, se preparaban grandes fogatas y sobre ellas ponían calderos de cobre, conteniendo unos 26 kg de aceite de linaza; cuando la lumbre había adquirido fuerza, la rodeaban de tierra formando un pequeño horno para evitar que las llamas pudieran alcanzar la parte superior de las vasijas e incendiar su contenido. Era imposible taparlas, por el temor de que pudieran estallar a causa del vapor acumulado y el ambiente quedaba muy enrarecido con los vapores de la ebullición, lenta, que había de durar seis horas u ocho.

Para perfumar y dar arraigo a tal cocida, le agregaban seis libras de cabezas de ajos, (puestos previamente al sol durante una quincena); dos libras de litargirio (óxido de plomo); otras de sombre de Venecia y de tierra de roma; una libra de almidón y media de azarcón (minio). Todos estos ingredientes, bien pulverizados, los mezclaban con trozos de pan seco y puestos dentro de un saquete, introducían este en la caldera, sin que llegase al fondo, suspendiéndolo de una cuerda apoyada en unos palos formando horquilla.

Era costumbre probar, con pedazos de pan, si la cocida estaba bueno y mientras el maestro examinaba el estado de fluidez con una muestra entre sus dedos, los operarios invitaban a los jovenzanos para probar aquel guisote y como su acrimonia era excesiva, no había otra solución que ahogarla en vino, con gran regocijo. El colado y trasvase del barniz, alguna vez tuvo importante derrames a causa del mal estado de los individuos.

Las mezclas del humo de pez o colores rojo y azul, se hacían en los talleres conforme las necesitaban”.

Discurso pronunciado cuando le fue otorgada a Mariano Escar la Medalla de Plata al Trabajo, 30 de julio de 1930.

A finales del siglo XIX  la estructura de los talleres impresores en la ciudad de Zaragoza se caracterizaba por una atomización de pequeños talleres que iban pasando de unos propietarios a otros y en los que pervivían las costumbres gremiales transmitidas desde siglos atrás.

La introducción de nuevas tecnologías se produjo en nuestra ciudad al mismo tiempo que en otras provincias de nuestro entorno, sin embargo el mayor desarrollo tecnológico de ciudades como Madrid o Barcelona resultaron ser focos en los que se instalaron los grandes grupos editoriales que iban surgiendo ante la demanda creciente de materiales impresos durante el primer tercio del siglo XX.

El impacto de la guerra civil sobre los talleres impresores de la ciudad fue importante debido a la tradición reivindicativa del gremio y a la implicación política de algunos de sus más destacados representantes.

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Fátima BLASCO SÁNCHEZ
Doctoranda de Historia del Arte, Univ. de Zaragoza

Fecha de Entrega: 08/08/2018
Fecha de Admisión: 03/09/2018


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