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Habitar lo público: Estrategias artísticas para la mejora de la funcionalidad y el uso ciudadano de los espacios públicos urbanos
(Imagen de cubierta: Paulo Aillapán, Zona de juego. Plaza Museo Nacional Reina Sofía. (7 de septiembre de 2007. Intervención pública. Madrid, España)
Resumen: Este artículo propone una reflexión en torno a las cuestiones que influyen en la habitabilidad de los espacios públicos urbanos contemporáneos y, al mismo tiempo, aborda en qué medida las estrategias de carácter artístico pueden ayudar a mejorar la funcionalidad de dichos espacios, ampliando sus posibilidades de uso como lugares de encuentro ciudadano. Se parte de una aproximación a los aspectos que intervienen en la percepción social de estos espacios para terminar con el análisis y selección de una serie de proyectos artísticos que proponen intervenciones y acciones efímeras que inciden en la posibilidad de transformación de contextos concretos en base a las necesidades sociales del entorno modificado y cuestionan la configuración de los espacios públicos en las ciudades actuales. Abstract: This paper proposes a reflection about the questions affecting the habitability of contemporary urban public spaces and analyzes how artistic strategies can help to improve their functionality, developing its potential use as citizen meeting places. We start with an approach to the aspects involved in the social perception, and we conclude with the analysis and selection of a series of artistic projects and temporary actions that could affect the possibilities of transformation of specific contexts based on the particular social needs, questioning the way in which public spaces are designed in contemporary cities
Palabras clave castellano: arte, intervención, habitabilidad, ciudad, colectivo, percepción social.
Palabras clave inglés: art, intervention, city, habitability, group, social perception
1. Modos de habitar. Introducción a la percepción social de los espacios públicos urbanos. No cabe duda que los espacios públicos están diseñados para ser habitados, para constituirse como núcleos de encuentro ciudadano. Si bien es cierto que los usos específicos de los mismos dependen de muchos factores, tales como su situación dentro del enclave urbano, estructura o perfil al que van dirigidos, también lo es que existe una serie de cuestiones que permiten establecer unos usos concretos frente a otros. Se trata, por tanto, de identificar las distintas posibilidades para poder establecer una serie de criterios que permita fomentar su habitabilidad y uso responsable. Espacios que necesariamente ven completada su función en la medida en que son vividos y recorridos por aquellos que los frecuentan, que permiten potenciar valores como la sociabilidad o la integración y que, por tanto, superan el espacio físico que ocupan para convertirse en puntos clave de la vida de una ciudad o pueblo determinado. Aunque el espacio público es un espacio abierto a todos, por lo menos en teoría, la práctica revela que ciertos sectores de la población suelen utilizarlo con más frecuencia que otros. Esto sirve de factor diferencial entre el individuo que transita de un lugar a otro y el grupo que ocupa un espacio durante un tiempo determinado. En los espacios urbanos arquitecturizados -edificios o plazas- parece como si no se previera la sociabilidad, como si la simplicidad del esquema producido sobre el papel o en maqueta no estuviera calculada nunca para soportar el peso de las vidas relacionadas que van a desplegar ahí sus iniciativas. En el espacio diseñado no hay presencias, lo que implica que por no haber, tampoco uno encuentra ausencias. En cambio, el espacio urbano real -no el concebido- conoce la heterogeneidad innumerable de las acciones y de los actores. (…) Espacio también en que los individuos y los grupos definen y estructuran sus relaciones con el poder, para someterse a él, pero también para insubordinarse o para ignorarlo mediante todo tipo de configuraciones autoorganizadas (Delgado, 2004:8) Esta diferencia entre individuo y grupo ahonda en ese concepto social del espacio público que se da sobre todo en las plazas del entramado urbano en las que un conjunto de personas, unidas por un uso determinado, se interrelacionan entre sí. Son personas que, por otra parte, se ven obligadas a compartir el espacio en el que se encuentran a la vez que necesariamente tienen que respetar los usos distintos que otros grupos hacen de ese mismo lugar. Relaciones en las que surgen a menudo pequeños o grandes conflictos, que tienden a ser resueltos por medio de acuerdos tácitos. Estos pactos cotidianos son implícitos y además no son fijos, son dinámicos, se están siempre renegociando entre las personas y grupos sociales con intereses, valores e identidades diversas y cambiantes. Ninguna normativa o regulación administrativa puede sustituir estas negociaciones; de otra manera, el espacio público perdería toda vitalidad (Aramburu, 2008:147). En cualquier caso, un factor determinante en la resolución de dichos conflictos es la voluntad política que da forma a los espacios públicos y que, de esta manera, establece prioridades de uso, influenciando en gran medida la convivencia y habitabilidad de los mismos.
2. Aproximación a los aspectos que influyen en la habitabilidad de los espacios públicos urbanos. Actualmente la vida que recorre los grandes centros urbanos está cada vez más potenciada hacia lo privado y este hecho es algo que se está empezando a adueñar, así mismo, de ciudades con menor número de habitantes que, históricamente, habían logrado mantener unos usos de lo público en el que los ciudadanos se sentían más a gusto. Dependiendo de la concepción del espacio y de las infraestructuras que lo conforman se priman unos usos frente a otros y, por tanto, un perfil específico. Si partimos del hecho de que normalmente los usuarios de estos espacios son personas que, de alguna manera, tienen menos posibilidades o medios para acceder a espacios privados de sociabilidad, donde el consumo es un factor discriminador, se puede comprender cómo las plazas públicas y los espacios de encuentro están mayormente habitados por personas mayores, niños, jóvenes, padres con hijos pequeños, inmigrantes y personas sin hogar. Teniendo en cuenta que cada uno de estos grupos realiza distintas actividades se puede comprender cómo la presencia o ausencia de determinados complementos urbanos posibilitan el uso o no de alguno de ellos. Es decir, un parque o plaza con un número considerable de bancos y árboles potenciará el uso por personas mayores, así como un espacio que incluya columpios y zonas de juego fomentará la presencia de niños pequeños y de sus respectivos padres. Estos son dos de los ejemplos más comunes pero existen multitud de uso que pueden ofrecer estos lugares de encuentro que deberían beneficiarse de una diversidad mayor de la que normalmente puebla nuestras plazas, calles y parques. Su reivindicación como lugar por excelencia de aprendizaje de las capacidades cívicas y del desarrollo de la vida ciudadana constituye una reflexión muy lúcida acerca de la relevancia de la dimensión espacial en el análisis sociopolítico (Luz Morán, 2007:22). Pueden establecerse alternativas de uso criterios eventuales o efímeros que permitan flexibilizar los espacios y, consecuentemente, su uso, para mejorar la vida social y cultural de una ciudad o pueblo y compensar las carencias de una sociedad que encuentra cada vez más su ocio en los espacios privados de consumo. De la misma forma que una determinada proyección de este tipo de espacios potencia unos usos concretos también funciona, en algunas ocasiones, como motor de exclusión social. Existe una serie de grupos cuya presencia es vista como amenazadora o peligrosa, lo que presupone que existe una serie apropiaciones de lo público que están más permitidas que otras. No cabe duda que unos niños jugando con un balón se apropian de un espacio dificultando cualquier otro uso del mismo mientras dure esa actividad. ¿Qué ocurre cuando esa apropiación parte de personas sin hogar, inmigrantes o jóvenes bebiendo en la calle? Esta pregunta plantea un debate sobre si es lícito restringir determinados usos, o mejor dicho, el acceso de determinadas personas a lo público. Si se parte de que el principio regulador de acceso empieza por el respeto hacia los demás podría decirse que el uso de lo público queda restringido a aquellas personas que interfieren y se apropian de un espacio de todos, pero en muchas ocasiones estas cuestiones ponen de manifiesto actitudes de estigma y marginación. Hay una clara relación entre la calidad y el tamaño de la vivienda y el uso del espacio público. En general los pobres dependen, necesitan y utilizan el espacio público mucho más que los ricos. El espacio público no se puede tratar como una república independiente, sino en relación con una red de espacios (públicos y privados) y un marco social más amplio(Aramburu, 2008:146). Cabría esperar que la diversidad de nuestras calles y plazas fuera un punto de partida para educar en la tolerancia e interiorización de las diferencias, ahora bien, esto es difícil si, cada vez más, los lugares públicos están concebidos para acoger a unos tipos muy determinados de personas. Por otra parte, se corre el peligro de que a la vez que se intenta acabar con fenómenos como la indigencia en parques y plazas se acabe también con otros usos de personas que suelen habitar dichos lugares. Como ejemplo podría citarse el mobiliario urbano que se está utilizando en las remodelaciones de espacios públicos desde hace unos años: asientos sin respaldo que intentan resultar incómodos e inhóspitos y que, de paso, también imposibilitan que las personas de la tercera edad pueblen estas plazas concebidas como “espacios sin alma”, plazas inhabitadas que únicamente establecen espacios abiertos de transición entre calles o lugares para acoger los más insignes edificios institucionales. Sin duda, la intervención política para paliar la situación de las personas sin hogar debe ser mucho más compleja que tratar de apartarlos de lo público en una maniobra que recuerda mucho al dicho “lo que no se ve no existe”. Tiene que abordarse como un problema social que necesita una intervención multidisciplinar y una voluntad real de mejorar de forma permanente la situación de las personas en peligro de exclusión. Entender la exclusión como un proceso social de carácter multidimensional implica introducir en el análisis de una manera preferente la variante espacial. El territorio es percibido, entonces, no como el soporte imprescindible sobre el cuál identificar las situaciones de pobreza y vulnerabilidad, sino como un factor activo, fundamental para comprender en toda su complejidad la génesis y la evolución de los procesos de exclusión social. Procesos que, en las ciudades, deben ser entendidos y vinculados a las nuevas dinámicas de diferenciación socioespacial (Díaz et al., 2003:160). De la misma forma, los jóvenes tienen que poder encontrar alternativas que no sean consumir en locales comerciales a un precio considerablemente mayor y en unas condiciones de calidad cuanto menos cuestionables. De forma similar al caso anteriormente expuesto, negar la realidad no hace que deje de existir y se impone buscar otras soluciones no basadas en los intereses comerciales. Habría que tener en cuenta, así mismo, la variable temporal ya que en muchas ocasiones, estas circunstancias que teóricamente se consideran incompatibles, no coinciden en el tiempo, por lo cual dicha incompatibilidad podría quedar anulada por la especialización funcional del espacio que conlleva que distintas personas lo usen en horarios diferentes. Ahora bien, para que esto ocurra y se fomente el uso del mayor número de personas posible, es necesario que se den las condiciones para que esto pueda suceder. Cuestión que, necesariamente, tiene que incorporar al diseño de los espacios una multitud de perfiles que posibilite diversas prácticas de habitabilidad de lo público. 3. Propuestas de adecuación para un espacio de todos Teniendo en cuenta que los sectores sociales que más uso hacen de los espacios públicos están caracterizados por una gran diversidad, las propuestas que se exponen van dirigidas a mejorar dicho uso y a crear una actitud integradora y tolerante de su disfrute. Si bien es cierto que las características específicas de las distintas ciudades y pueblos imponen un uso diferente de lo público y, por tanto, una configuración que atienda esas diferencias, es posible partir de determinados aspectos generales susceptibles de ser aplicados en contextos concretos según las necesidades que impongan sus particularidades. Espacios diseñados para lograr una convivencia con los menores conflictos posibles con una voluntad de potenciar y educar en la diversidad. Si se observan los diseños de las plazas y parques de carácter esencialmente urbano que en los últimos años han venido a reformar o reemplazar espacios trazados mucho tiempo atrás, se puede ver cómo existen una serie de características comunes en su construcción. Se trata de espacios con voluntad de integrar zonas diáfanas, en los que el mobiliario urbano, cada vez más escaso, tiene un corte más minimalista (con las implicaciones que esto conlleva en cuanto a su uso), poca presencia de elementos vegetales y una preferencia por ciertos materiales de carácter frío e inhóspito que reducen considerablemente el tiempo de estancia y disfrute en estas zonas, supuestamente, destinadas a las personas. Si se analizan las necesidades de los ancianos, uno de los sectores sociales que suelen poblar estos espacios, en lo que a “ocupación” de lo público se refiere, podemos señalar algunas consideraciones fundamentales. En primer lugar, se requerirían unos asientos cómodos que permitan la permanencia de personas con unas capacidades físicas reducidas. En segundo lugar, que dichos asientos cuenten con sombra capaz de resguardar del sol en épocas de calor y que también, en los momentos más fríos, permitan la exposición solar que mejore la sensación térmica. Suele ocurrir, que con una voluntad de contemporaneizar el aspecto de las plazas, se caiga en un estilo reduccionista y minimalista que olvide que la función principal de los bancos es proporcionar asiento y que las superficies uniformes libres de elementos, además de conferir una sensación de amplitud que genere espacios de tránsito en cascos urbanos caracterizados por estrechas calles, también viene a disminuir la habitabilidad de los mismos. Existen, así mismo, otras opciones pensadas para las personas mayores que intentan mejorar la calidad de vida de las mismas y que desde el punto de vista económico no suponen un gravamen para las arcas municipales. Un ejemplo son unos pequeños pedales incrustados en el suelo en la base de los bancos destinados a que, mientras se relacionan con otras personas, realicen un pequeño ejercicio físico que mejore su movilidad. En esta medida, también puede encontrarse otro tipo de estructuras destinadas a mejorar distintas capacidades motoras y de coordinación. De la misma manera que existen las zonas de juego para niños, esta opción que está empezando a ser implantada en las plazas y parques de algunas ciudades españolas, refleja una necesidad social: cómo el envejecimiento de la población, sobre todo en zonas urbanas, implica una nueva forma de estar en lo público. El objetivo es potenciar un tipo de actividad física que la vida en la ciudad no suele permitir o que, por lo menos, reduce considerablemente. Estamos acostumbrados a cuestionar el modo en que adolescentes y jóvenes suelen ocupar los espacios públicos, en la medida en que, en ocasiones, se apropian de ellos sin tener en cuenta las normas de convivencia implícitas que existen a la hora compartir lo público. Es cierto que el ocio juvenil puede dejar tras de sí un rastro de desperdicios, ruido a su alrededor y desperfectos en los casos más extremos. También lo es que esta situación no mejora cuándo es simplemente trasladada de escenario, de lo público a lo privado, sin más planteamientos que permitan un ocio alternativo en condiciones de sociabilidad. Es necesario identificar las estrategias que permitan que esa translación al ámbito privado no lleve consecuentemente unido un menor uso o participación de lo público. Para ello se hace imprescindible dotar las zonas públicas con una serie de elementos específicos, basados en una percepción real de la juventud contemporánea, ya que ni las zonas de juego para niños, ni las estructuras pensadas para la tercera edad se adaptan a sus necesidades concretas. Una posible propuesta es que algunas zonas públicas incorporen un sistema municipal de envío de datos sobre redes computacionales, espacios Wi-Fi libre que permitan que los jóvenes utilicen estos espacios con otras finalidades. Esta opción, también económicamente posible, incorporaría como ventaja posibilitar el uso de Internet de forma grupal. Las ciudades están en continua transformación. La creciente y rápida asimilación de dispositivos tecnológicos en el espacio urbano junto con los avances en la computación ubicua y tecnologías móviles hacen aflorar cómo las ciudades responderán a tales transformaciones. (…) ¿Cómo podemos combinar urbanismo y arquitectura con información y redes de comunicación de una manera efectiva que no suponga el deterioro de las relaciones de los ciudadanos con el entorno (Boj &Díaz, 2008:42). Actualmente muchos jóvenes están conectados entre sí a través de redes sociales que implican una separación física, cada uno en el ordenador personal instalado en su espacio doméstico. Esta opción permitiría un lugar de encuentro en el que las relaciones entre ellos implicarían necesariamente una sociabilidad real y, además, en régimen de convivencia con otros sectores sociales, lo cual permitiría fomentar actitudes integradoras y de respecto al otro. En lo que a las zonas de juego infantiles se refiere, a pesar de ser espacios que llevan mucho tiempo funcionando de forma similar, hay que tener en cuenta que los requerimientos de los niños han ido cambiado a lo largo del tiempo. Es por esto, por lo que se pueden establecer propuestas alternativas de carácter temporal que posibiliten reformular este tipo de espacios. Una propuesta de gran interés es la llevada a cabo por Clara Boj y Diego Díaz bajo el título de “Hybrid Playground”. Este proyecto se encuentra en fase experimental. Trata de la integración de herramientas y estrategias de juegos físicos y videojuegos en los parques infantiles. Se basa en el concepto de "ciudad híbrida", entendido como el resultado de la transformación de los actuales modelos de percepción y vivencia de la ciudad a partir del efecto de la integración de sistemas tecnológicos en el espacio público (Boj & Díaz, 2009). Teniendo en cuenta cómo el ocio de los más pequeños cada vez está más orientado a recursos electrónicos como los videojuegos, los autores proponen la transformación de un parque infantil en un juego interactivo, potenciando, de esta manera, las relaciones de colaboración entre los niños. Para ello colocan un sistema de sensores en las estructuras de juego. Dichos sensores envían señales de movimiento a una PDA en la que transcurre un videojuego y que cada niño lleva a modo de brazalete mientras juega en equipo. Las instrucciones del juego van apareciendo en la PDA a medida que éste avanza y, de este modo, los niños juegan a un videojuego mientras utilizan los elementos del parque (toboganes, columpios, balancines, etc…). Una forma de acabar con la individualidad y el sedentarismo relacionados con los juegos de carácter tecnológico que, además, se vinculan siempre al espacio privado, ofreciendo una alternativa muy lúdica que incide también en valores de tipo pedagógico.
Más allá de lo aquí planteado estarían todas las consideraciones relacionadas con los medios locativos puestos al servicio de las prácticas culturales que plantean derivas de gran interés en consonancia con la sociedad contemporánea. Se considera que estas cuestiones, a pesar de su relación con lo planteado en esta investigación, tendrían que ser concretadas en otro análisis que aborde en profundidad la complejidad de este tema.
4. Cuando el arte toma la calle. Estrategias de carácter artístico destinadas a mejorar la habitabilidad de los espacios públicos. Un recorrido por plazas y espacios públicos de los pueblos y ciudades españolas pone de manifiesto que, en muchas ocasiones, las aportaciones de artistas han sido entendidas desde una perspectiva estética que viniera a fomentar una iconografía basada en un uso particular de la memoria histórica. Las posibilidades de intervención desde lo artístico en lugares públicos son muy amplias y, sin duda, superan ese aspecto secundario-ideológico al cual han sido relegadas. Hay que intentar, entonces, reflexionar sobre lo ya existente para encontrar los logros y aciertos de dichos lugares y proponer opciones que potencien la idea de espacios dinámicos y multifuncionales en los que sus habitantes logren involucrarse a través de experiencias compartidas. Espacios en los que relacionarse, que ayuden a fomentar fines lúdicos, pedagógicos y de educación ciudadana. Una posibilidad para acercar las manifestaciones artístico-culturales a la sociedad sería crear un calendario de intervenciones de carácter efímero en espacios públicos que complemente las ya existentes (puntuales), ligadas en la mayoría de las ocasiones a fiestas tradicionales. Si bien estos festejos tienen su interés en la medida en la que perpetúan las costumbres e historia que dotan de peculiaridad a la cultura de nuestro país, el hecho de combinarlas con otras propuestas culturales de carácter más contemporáneo, permitiría mostrar nuevas perspectivas del entorno conocido y abrir la mente a otras opciones artísticas. Una parte de las manifestaciones artísticas desarrolladas en las últimas décadas tiene como objetivo la utilización del espacio público como soporte para sus intervenciones. Los espectadores, más allá de la pasividad característica de la contemplación del arte de otras épocas, participan e interaccionan, de forma que este tipo de manifestaciones se convierten en lugar común de reflexión cuestionando el elitismo con el que está asociado, en ocasiones, el arte contemporáneo. Dado el carácter dinámico de estas aportaciones, así como su capacidad para convertirse en vehículos de información, reflexión e interacción, su carácter democratizador y la posibilidad de llegar a multitud de personas, habría que tener en cuenta cómo los espacios públicos son capaces de adaptarse temporalmente, transformase y convertirse en lo que Douglas Crimp denominó museo sin paredes. Utilizar el espacio público como contenedor o soporte de propuestas artísticas temporales es una manera de rentabilizar un espacio ya existente y dotarlo de multifuncionalidad. Son muchas las plazas que adquieren un papel de espacio de tránsito, por las que los ciudadanos pasan a menudo en sus recorridos habituales pero no permanecen en ellas. Dichas zonas públicas serían las más adecuadas para albergar este tipo de propuestas que permitirían acercar el arte contemporáneo a la sociedad e implicar al espectador en la obra posibilitando su participación. Intervenir lo público implica dejar a un lado la concepción del arte como reducto de unos pocos y ampliar su radio de acción y difusión a la población en general, rompiendo fronteras disciplinarias propias de paradigmas estéticos asociados a los roles tradicionales del arte. En este sentido destacan las propuestas de Todo por la Praxis, colectivo multidisciplinar que lleva desarrollando proyectos de intervención temporal en lo urbano desde finales de la década de los 90. En su proyecto “Banco Guerrilla” (2011), pretenden reivindicar el uso de un mobiliario urbano capaz de permitir que el espacio público sea un lugar de encuentro e interacción ciudadana. El espacio público está sometido al consumo y reducido a gestionar el tránsito de los ciudadanos. El exceso de limitaciones hace que la ciudadanía esté abandonando su uso como lugar de encuentro. Sin embargo, existen manifestaciones espontáneas que mediante la apropiación del espacio público responden a este estrangulamiento, a estas reglas impuestas por el urbanismo planificado (…) Este proyecto reflexionasobre esta cuestión, sobre la importancia del mobiliario como articulador dedinámicas sociales más allá de las puramente consumistas. Por lo que se plantea una metodología de working progress para crear espacio de experimentación y reflexión. (López Munuera, 2011) Para ello realizan prototipos de mobiliario urbano efímero, construidos con elementos reciclados como señales de tráfico o cubos de basura, que son instalados temporalmente por medio de intervenciones en solares de la ciudad de Madrid. De esta forma proponen unos espacios flexibles capaces de adaptarse a las necesidades sociales, fomentado la interacción de las personas y cuestionando la rigidez de muchos de los espacios urbanos contemporáneos. De gran interés es, así mismo, el proyecto “Esta es una plaza”. El proyecto consiste en la elaboración de un plan de autogestión vecinal con carácter temporal del solar con una actividad principal de huerto comunitario. El proyecto quiere crear un espacio público que sea confortable y donde se puedan desarrollar actividades lúdicas, culturales, educativas y ambientales, que ayuden a la interacción. La finalidad del proyecto es facilitar los procesos de ciudadanía activa, mediante la participación activa y consciente de los vecinos en la gestión de los espacios públicos (Todo por la Praxis, 2011) Partiendo de la construcción de un elemento polivalente de carácter efímero construido con materiales reciclados que permiten el bajo coste, el fácil montaje y sostenibilidad, dotan al espacio seleccionado, un solar en la calle Doctor Fourquet en Madrid, de una estructura en la que desarrollar una serie de actividades que sean el reflejo de la demanda social de las personas que viven en dicho entorno. Lugar en el que realizar talleres donde se lleven a cabo labores de autoconstrucción de mobiliario según los requerimientos de los usuarios de la plaza y puesta en marcha de cursos y proyecciones que dinamicen cultural y socialmente un espacio capaz de convertirse en el fiel reflejo de las necesidades concretas de un contexto determinado.
El colectivo Arquitectura Expandida ha realizado intervenciones similares que inciden en la necesidad de adaptar el espacio público a las necesidades ciudadanas, de flexibilizarlo a través de elementos efímeros capaces de dotarlo de los requerimientos específicos de un contexto espacio temporal concreto. Proyectos como “El Dorado se mueve, el Dorado es aquí”, “Deambulante con Ledanía” o “Viv (id)ero” inciden en una metodología colaborativa en red basada en microlaboratorios urbanos en los que reflexionan, a través de la acción directa y en el desarrollo de prototipos urbanos, sobre los aspectos político sociales que el entramado urbano pone de manifiesto. Maider López, artista donostiarra, también ha profundizado a través de sus obras e intervenciones, en la utilización de estrategias de carácter artístico capaces de modificar los espacios urbanos. El proyecto “Football Fiel” (2007) consistió en dibujar un campo de fútbol en la plaza del museo de Sharjah, de tal forma que dotaba de una nueva funcionalidad a la plaza a la vez que incluía el escaso mobiliario urbano existente a las “reglas del juego”. Aquellos que quisieran utilizar este campo tendrían también que respetar e incorporar los elementos del entramado urbano a sus acciones, a sus juegos y movimientos. Otro de sus proyectos, “366 sillas”, desarrollado en las plazas de la Villa y de las Descalzas de Madrid, durante la edición de la Noche en Blanco de 2007, la artista distribuye 366 sillas de camping por las dos plazas citadas de tal forma que el espacio queda dispuesto para ser usado, con el objetivo que ella misma describe: “el uso de la ciudad crea espacio público”. La distribución de las sillas marca, así mismo, la posibilidad o no, de interacción entre sus ocupantes y el establecimiento de grupos sociales que, por otra parte, queda modificado por el propio uso del soporte, una silla de camping, que permite ser desplazada por quién la ocupa en función de sus intereses y necesidades.
Inquietudes similares se pueden observar en las obras de Paulo Aillapán. “Zona de Juego” es un proyecto llevado a cabo en el año 2007, en varias plazas de Madrid en las que, con la participación de aquellos que hacen uso de este espacio y participan en este tipo de juegos, niños en la mayoría de los casos, se expandía una cancha de futbol portátil y se invitaba a que jugaran en ella (http://zona-de-juego.blogspot.com/). La plaza permanecía intervenida un día, en el que se priorizaba una funcionalidad concreta, con un destinatario también determinado por la acción que se llevaba a cabo, que se agrupa, convive e interacciona en base a un interés común. Este mismo artista desarrolló el proyecto “Plaza móvil” (2006) en el que creó una estructura desmontable y fácilmente trasladable de un lugar a otro, compuesta por una serie de elementos que permitieran una mejor estancia en aquellos espacios públicos que debido a las características de su configuración y mobiliario urbano, no la permiten. Compuesto por una moqueta, cojines, asientos y otros elementos, este “carro transportable” estuvo configurado en un primer momento para mejorar las condiciones de estancia de los indigentes, aunque posteriormente sirvió a otro tipo de usuarios.
Por su parte, Santiago Cirugeda investiga a través de estrategias de ocupación e intervención urbana, en temas como la arquitectura efímera y sus múltiples posibilidades de transformación en lo urbano. En sus proyectos, no carentes de polémica, en los que la participación ciudadana en los procesos de decisión sobre asuntos urbanísticos se convierte en uno de sus objetivos fundamentales, propone soluciones al problema de la vivienda o la adecuación de los espacios públicos urbanos a los requerimientos de sus habitantes. Sus Recetas Urbanas suelen ser golpes a la moral impuesta, al uso restrictivo con el que la voluntad política suele configurar muchos de los espacios públicos y a las leyes que imponen un uso determinado de los mismos. Otros colectivos y grupos trabajan desde estrategias de carácter artístico por mejorar la habitabilidad de los espacios públicos de nuestras ciudades: Sin Estudio, Straddle, Conceptuarte, El gato con moscas, La Creactiva, Habitat sin fronteras, Proyecto aSILO, estonoesunsolaro redes como Arquitecturas Colectivas o Colectivos en la red entre los más destacados. La mayoría de ellos con intereses, objetivos y metodologías comunes que ponen de manifiesto algunos problemas de la configuración urbanística de las ciudades actuales y la necesidad de intervención sobre ellos. Este tipo de prácticas aportan soluciones para mejorar la vida de sus habitantes y cambiar los puntos de vista de aquellos que recorren estos espacios día a día y ven materializadas sus necesidades cotidianas que surgen en un lugar compartido. Muchos de estos grupos y colectivos actúan en coordinación con las asociaciones vecinales que habitan en el entorno de los espacios intervenidos. De esta forma los ciudadanos toman la palabra, crean una postura crítica y cuestionan aquellas medidas políticas que separan los espacios públicos de la ciudadanía. Sólo permitiendo que la ciudad se describa a sí misma a través de sus ciudadanos y sobre sistemas adaptados a normativas y principios accesibles, posibilitaremos que todas las personas puedan percibir la ciudad en toda su complejidad, y que ésta no se deteriore como insustituible escenario comunicativo. (Pajares et al., 2008: 171) El tipo de propuestas planteadas son una aproximación a los resultados de la investigación que se está llevando a cado y, por supuesto, existen muchas otras formas alternativas que implican una mejora en la habitabilidad de los espacios públicos. La selección mostrada pretende poner de manifiesto las múltiples opciones que pueden producirse a través de estrategias artísticas. Cuando la creatividad y la voluntad se unen al interés por habitar un mundo mejor, es posible, aunque sea temporalmente, transformar la configuración urbanística de ciudades y pueblos teniendo en cuenta a todos y cada uno de sus habitantes. ARAMBURU OTAZU, Mikel (2008). “Usos y significados del espacio público”. ACE: Arquitectura, Ciudad y Entorno. Año III, nº 8, p. 144. BOJ, Clara; DIAZ, Diego (2008). “Hybrid Playground: integración de herramientas y estrategias de los videojuegos en los parques infantiles”. Artnodes. Revista de arte, ciencia y tecnología, nº 8, p. 41-51. DELGADO MORALES, Manuel (2004). “De la ciudad concebida a la ciudad practicada”. Archipiélago: Cuadernos de crítica de la cultura. nº 62, pp. 7-12. DIAZ ORUETA, F.; LOURES, M.L; RODRÍGUEZ, C.; DEVAULLE, V (2003). “Ciudad, territorio y exclusión social”. Reis. Revista Española de investigaciones sociológicas, nº 103, p.160 INTERMEDIAE (2008),”Hybrid Playgrond, Clara Boj y Diego Díaz”, disponible en http://intermediae.es/project/intermediae/blog/hybrid_playground_clara_boj_y_diego_diaz, fecha consulta 10-05-2009 LUZ MORAN, María (2007). “Espacios y ciudadanos: los lugares de la narración clásica de la ciudadanía”. Reis. Revista Española de investigaciones sociológicas, nº 119, p. 22. PAJARES, J.L; UTRAY, F.; GARCÍA CRESPO, A (2009). “La ciudad: un interfaz para todos” en MARTÍN PRADA, J., Inclusiva-net. Redes digitales y espacio físico. Madrid: Área de Las Artes. Dirección General de Promoción y Proyectos Culturales. LÓPEZ MUNUERA (2011), “Banco de Gerrilla”, disponible en http://www.todoporlapraxis.es/?p=168, fecha de consulta 13-09-2011.
TODO POR LA PRAXIS (2011), “Taller: Esta es un plaza”, disponible en http://www.todoporlapraxis.es/?p=157, fecha de consulta 13-09-2011.
Rut MARTÍN HERNÁNDEZ
Profesora Departamento de Pintura y Restauración. Facultad de Bellas Artes. Universidad Complutense de Madrid. Fecha de Entrega: 08/03/2012 Fecha de Admisión: 20/03/2012 << volver ![]() |
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