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Panorama de Madrid y de sus cafés como espacios para la práctica de la sociabilidad pública (1765-1939)
Reseña del libro de Mónica Vázquez, Ediciones Trea, 2022
A veces con sillones de rojo terciopelo, grandes espejos multiplicando el espacio, iluminados con quinqués primero y, a medida que la luz eléctrica fue extendiéndose en su uso, con lámparas y apliques con bombillas envueltas en delicadas tulipas. Veladores de mármol con sus patitas de hierro fundido o humildes mesas de madera, sillas quizás en algunos casos tapizadas para acoger con acomodo a sus clientes. Los más elegantes adornados con escayolas en sus techos e incluso con papeles pintados o entelados en sus paredes. Unos más humildes y toscos, otros más sofisticados; pero siempre, en cualquier caso, envueltos en el perfume inconfundible y penetrante del café, ese producto de aroma intenso que presta su nombre a estos establecimientos, mientras nubes de humo flotaban en el aire procedentes de aquellos puros y cigarrillos consumidos de forma lenta y constante, a veces nerviosa, a veces pausada, que dejaron su pátina ocre sobre las superficies, como huella de su tiempo. Es la imagen que conservamos de aquellos viejos y entrañables establecimientos, donde el reloj parecía detenerse envuelto en el incesante murmullo de las conversaciones mantenidas en interminables tertulias, mientras entraban y salían un continuo desfile de esporádicos clientes y adictos parroquianos. Los antiguos cafés forman parte de nuestra memoria colectiva, de nuestro pasado y algunos de ellos, los más afortunados que han sobrevivido a los vaivenes que marca el paso de la vida, afortunadamente también de nuestro presente. Algunos decorados con esmero, anhelos de distinción y suntuosidad que nos hablan de otras épocas, pensados para el deleite de la mirada, otras veces rudos, humildes y populacheros, incluso los más atrevidos con diseños vanguardistas, como pequeñas contribuciones ofrecidas a la modernidad. En todo caso obras modestas, aparentemente, por serles ajenas tanto la monumentalidad como la fama y prestigio de sus artífices, ya que la mayoría de ellos fueron concebidos por arquitectos, maestros de obras, pintores, ebanistas, escayolistas y decoradores cuyos nombres, con el paso de los años, han caído en el olvido. Pero, sin embargo, esenciales para comprender lo que los pensadores románticos alemanes definieron como Zeitgeist, es decir, el estudio del clima intelectual y cultural y, en definitiva, del espíritu de una época. Porque estos espacios para la sociabilidad constituyeron un escenario para el encuentro, donde personajes destacados del mundo de las artes, la literatura, la política y el pensamiento intercambiaron las ideas que definirán a la sociedad de la era del progreso, instaurada por la revolución industrial. Las historias y avatares de estos establecimientos pioneros en la capital de España han sido recuperados en el libro Panorama de Madrid y de sus cafés como espacios para la práctica de la sociabilidad pública (1765-1939), por la doctora Mónica Vázquez Astorga, como resultado de una exhaustiva investigación, propia de la sensibilidad y seriedad científica de su autora, una de las máximas especialistas en la materia desde el ámbito de la Historia del Arte. Su método minucioso en la consulta y selección de fuentes literarias, especialmente de datos recogidos extraídos de publicaciones periódicas, tanto diarios como revistas, le ha permitido aportar gran cantidad de detalles inéditos, no sólo sobre sus propietarios, gestores y cambios de titulares, o las fechas concretas referidas a inauguraciones, reformas, traslados o reinauguraciones en nuevos emplazamientos, la mayoría de ellos hasta ahora desconocidos o inciertos. Completados con una certera selección de curiosos detalles, algunos evocando el aspecto de su fachada o de la decoración interior, además de otras curiosidades como el tipo de refrigerios ofrecidos al público, sino también los espectáculos y actividades celebrados para su entretenimiento, entre los que destacaron recitales poéticos, bailes o conciertos musicales. De manera que su trabajo enriquece y completa, de manera extraordinariamente ilustradora, los tradicionales estudios que se centran en el mundo de las tertulias artísticas y literarias que albergaron, al rescatar del anonimato una ingente nómina de artistas y decoradores de interiores que los hicieron posibles, la mayoría de ellos prácticamente desconocidos hasta la fecha. Una línea de investigación iniciada en el artículo «Los antiguos cafés de Zaragoza en el siglo XIX», publicado en la revista Brocar (2014); al que le sucedieron «La pintura decorativa y el café de San Millán de Madrid: la decoración de Manuel Zapata y Seta en 1891», que vio la luz en Artigrama (2017); «La decoración pictórica del ‘café Calatravas’ (1939) de Madrid y su significado en el contexto político», en De arte (2018); «El café de Fornos (1870-1909) de Madrid, epicentro social y cultural en la calle de Alcalá», en Arte y Ciudad (2018); «Estampa del Madrid antiguo: el café suizo (1845-1919)», en Ars Bilduma (2019); «Casimiro Monier y sus establecimientos para la práctica de la sociabilidad en el Madrid del siglo XIX», curioso gabinete de lectura a modo de club político de filiación liberal, en Revista de Historia Jerónimo Zurita (2020) o «El café de España (1886) de Valencia, un capricho arquitectónico inspirado en la Alhambra», en Ars longa (2021). Sin dejar de lado otras ciudades más modestas, como sucede en «“Ecos... y noticias”: Tarazona (Zaragoza) y sus antiguos grandes cafés», de la revista Turiaso (2016-2017), constatando la importancia que este tipo de establecimientos tuvieron para ellas, como anhelo de progreso y modernidad, al ser reflejo de lo sucedido en otras urbes más grandes y modernas. Labor constante y minuciosa que ha cristalizado en la publicación de tres libros, dos de ellos dedicados al caso español y uno tercero al italiano. Así, en el mismo año vieron la luz dos obras, la dedicada a los Cafés de Zaragoza: su biografía, 1797-1939, editada en 2015 por la Institución Fernando el Católico, y la monografía Cronaca dei caffè storici di Firenze: 1865-1900, publicada por el Archivio Storico Comunale de la capital toscana, confirmando la solvencia de sus trabajos que incluso traspasan nuestras fronteras y permiten avanzar en su conocimiento, como sucede para el caso italiano en el artículo titulado «El Gambrinus Halle (1894), un café-cervecería a la última moda en el centro de Florencia», publicado en la revista Imafronte (2021). Una estela investigadora seguida por Panorama de Madrid y de sus cafés como espacios para la práctica de la sociabilidad pública (1765-1939), en 2022, que ahora nos ocupa. Acompañado de más de un centenar de ilustraciones, una bibliografía perfectamente seleccionada y exhaustivas referencias a las fuentes periodísticas consultadas, esenciales para analizar la historia artística y cultural de este tipo de establecimientos en la capital de España, desde mediados del siglo XVIII a 1939, año en que acabó la Guerra Civil, proponiendo como fecha de cierre esta fatídica contienda, puesto que con ella finalizará una forma de entender el mundo, sustituido por el triste y oscuro ambiente de la posguerra. Tras cada página el lector se va sumergiendo en un sugerente mundo de sensaciones, entre la evocación y el recuerdo, de tal manera que será el propio café, esa «negra bevanda» y su llegada a Europa procedente de Oriente, la que preste su nombre a este tipo de establecimientos para el consumo de bebidas y otras viandas. Considerada para unos, como así refiere la autora, una «bebida intelectual, espiritual y nutritiva, dado que vigoriza la mente, aclara las ideas y el pensamiento y facilita la digestión»; mientras que para otros fue repudiado al ser calificado de pernicioso veneno, sobre todo tras una ingesta sin control. Inicialmente consumido tras los banquetes celebrados por la alta sociedad, dado su alto coste, aunque con el paso del tiempo dejara de ser un producto exclusivo y posiblemente fuera Venecia la ciudad pionera en fundar un café, transformándose paulatinamente en una actividad social, al convertir su consumo en un agradable pretexto para el encuentro, la transmisión de ideas y el debate en estos locales; como así defendió la propia autora en su contribución dedicada a “Los cafés venecianos del siglo XIX, lugares de encuentro de artistas”, presentada en el I Congreso Internacional. Artista y sociedad en el siglo XIX, organizado por el Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Valladolid, en noviembre de 2021, que esperemos sea publicado en breve. Herederos de las vetustas y oscuras botillerías y de los puestos de venta ambulante de bebidas del siglo XVIII, en la década de 1760 comenzarán a instalarse los primeros cafés en Madrid, aunque todavía en su aspecto fueran espacios modestos, y alcanzarán su esplendor a mediados del XIX y las primeras décadas del XX. Las crónicas periodísticas anunciaron la apertura del Café de las Cuatro Naciones, en el núm. 3 de la céntrica calle de Fuencarral, como el primero en su género en 1812, al que le sucedió al año siguiente el Café de Levante, en la no muy lejana calle de Alcalá núm. 15. Será, con la llegada de la nueva centuria, el momento en el que este tipo de establecimientos comiencen a disfrutar de una época dorada, con la fundación de nombres míticos como el Cuatro Naciones (1838) en la calle de Carretas, el Lardhy (1839) en la carrera de San Jerónimo o el de Oriente (1831) en la plaza de Isabel II, a los que se suma una exhaustiva nómina que evocan nombres como el Pombo, el Espejo, la Fontana de Oro, del Príncipe, de Santo Domingo, de Europa, de la Gran Cruz de Malta, del Universo, de la Unión, de la Cibeles, de Santa Ana, de la Haba de Moca, de la Bolsa, Comercial, de Argüelles, de Gijón, de la Marina, de Valera, de Barcelona, de Zaragoza, de Sevilla, de San Sebastián o de Lisboa, incluso hasta un Café de Madrid, además otros como de la Paz, de Solito, del Comercio, de las Platerías, de la Estrella, de Venecia, de Neptuno, de Correos, el Imperial, el Fornos, el Riesgo, de Venecia, del Buen Gusto, de San Luís, del Norte, de San Isidro, de la Iberia, de las Musas, el Suizo, de los Catalanes, de Diana, Universal, Santa Bárbara, Habanero, de Quevedo, además del Ambos Mundos, Lyon D’Or, de París, el Casablanca o el famoso Chicote y tantos otros, cuyos nombres tuvieron su eco en otras capitales de España. Algunos conservados, otros transformados, muchos desaparecidos, aunque todos ellos integran un importante patrimonio para la memoria. Inmejorable reflejo de la historia madrileña y española, entre sus paredes se vivieron episodios de agitación política y social, de conspiraciones y proclamas, componiendo un tupido tapiz que entreteje las relaciones, a veces fraternales y otras turbulentas, entre destacados nombres de la política, la filosofía y el pensamiento, la literatura, las artes y, en general, la cultura. Así, como nos recuerda Mónica Vázquez a lo largo de su obra, destacados escritores captaron con su pluma el ambiente vivido en estos cafés, permitiendo al lector de este libro a partir de las citas seleccionadas, elegidas de una manera tan acertada como amena, revivir una época mediante la palabra de los propios protagonistas, quienes en su obra se convierten en inmejorables testigos de la España de su tiempo, al recoger comentarios, descripciones y relatos de literatos y periodistas, como: Gaspar Melchor de Jovellanos, Leandro Fernández de Moratín, José Martínez Ruiz más conocido como Azorín, Benito Pérez Galdós, Mariano de Cavia, Jacinto Benavente, y otros nombres ilustres,que convierten su lectura en todo un deleite para la mente y los sentidos.
María Pilar POBLADOR MUGA
Profesora Titular del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza Fecha de Entrega: 21/12/2022 Fecha de Admisión: 29/12/2022 << volver ![]() |
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