Número 48 | Septiembre de 2019
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A Manuel Marteles
Necrológica
 
 

 

                                                                   Recórtalo en pequeñas estrellas,

                                                                   y la faz del cielo será por él tan embellecida

                                                                   que el mundo se enamorará de la noche.

                                                                   (Shakespeare, Romeo y Julieta, III.ii. 22-24)

 

Afinidad vital, generacional, transgresora, empática simpatía y gusto por la boutade fueron algunas de las tantas coincidencias que en mi primera y larguísima juventud me acercaron al Grupo Forma y, en especial, a Manolo Marteles porque, además, la mutua atracción por el humor y el expresionismo tremendista propició que le pidiera ilustrar mi libro de cuentos, El desastre de nuestra fiestas, y, en diversas ocasiones, un puñado de cosas más, lo que hizo con la pródiga generosidad que le era consustancial.

Manolo, por otra parte era él mismo una ilustración. La ilustración del más cierto de los apotegmas, que es también el principio de la sabiduría hermética: Los extremos se tocan. Tierno y bruto, independiente y amigable, anarquista y comunista, familiar y sexista, ingenioso e ingenuo, clásico y moderno, valiente pero casero… Y así podríamos seguir hasta aburrir al párrafo.

Pero esto va para una revista de arte y sería culpable no tocar aquí lo que fue la pasión de su vida –tuvo muchas otras porque era escéptico y apasionado– y la actividad para la que estaba especialmente dotado. Contemplar una obra de Marteles es alegría y, luego, estupefacción; es risa loca y, después, mueca reflexiva, es percibir la fantasmagoría de la realidad y es sucumbir ante la magia del color que no le cabe en el alma y se expande al entorno. Es, sobre todo, una puesta en solfa de lo que llamamos realidad, del objetivismo, de la apariencia... Nada se salva del amor, del ridículo ni tampoco la mirada del contemplador. El cuestionamiento llega a la entraña del trabajo del artista: ¿qué es más naif decorar una entrada triunfal con un monumental coño abierto, como Marteles y el Vaso Solanas hicieron en su exposición para el paraninfo de la Universidad de Zaragoza, o censurarlo, que es lo que determinó el gobierno socialista de Aragón? Es difícil tomar una postura porque el caso suscita una enrevesada y endemoniada reflexión sin fin.

Sin embargo, su desbordante imaginación precisó de horizontes más amplios que los de la pintura para manifestarse y lo hizo escribiendo con la misma convicción y originalidad con la que se entregaba a los pinceles. Supongo que alguien tendrá el buen ojo y el buen gusto de editar su diversa y desperdigada obra, que casi siempre, él mismo se encargaba de editar artesanal y ricamente ilustrada. Siempre los títulos son fundamentales en el planteamiento de su escritura: Retratos de raza y gentes para una epopeya; Un retablo para Jesús Mingarro por Manuel Marteles, pintor dominguero; Adán Mingarro, patrimonio de la humanidad; Confesiones de un presbítero… En ellos, el mismo humor descabalado de sus dibujos, idéntica visión patética, burlesca y entrañable de ese animal que, por vestirse, se llama a sí  mismo hombre y, por eso mismo, enseña frecuentemente sus vergüenzas. 

Manolo desarrolló  el amor a los caballos porque era un caballo revolcándose en plena naturaleza. Solemos proclamar que la naturaleza es sabia y la naturaleza le atraía más que cualquier otra cosa en el mundo, quizá porque él era sabio y bueno, naturalmente. Esas dos últimas cualidades que, junto a la de santo, las abuelas solían pedir para sus nietos en la ceremonia del bautizo.

El día de su muerte, espontáneamente, pensé en dedicarle un soneto clásico, compuesto únicamente por adjetivos, cosa que, a lo largo de mi vida, sólo he hecho con otros tres amigos artistas. Como una lesión me impedía despedirme de él personalmente, pensé que el soneto tenía que tener algo más. Debía ser acróstico. A él le hubiera gustado el anacronismo del soneto y la obsolescencia del acróstico pero, aunque las catorce letras de Manuel Marteles venían pintiparadas para la estrofa, decidí  añadirle un verso más: convertirlo en soneto con estrambote. Así quedaba más raro y el título aún fungía con mayor propiedad: “A Manuel Marteles”.

                                            Audaz,  heterodoxo, original,                            

                                            Maestro, ingenuo, inconformista,                     

                                            Auténtico, rebelde, gran artista,                       

                                            Natural, gozador y sustancial.                                  

 

                                            Universal, dominguero, vital,

                                            Escéptico, feliz, animalista,

                                            Luminoso, irónico, humorista,

                                            Moderno, independiente y genial.

 

                                           Aprendiz, caballista, transgresor,

                                           Riente, hirsuto, inimitable,

                                           Tranquilo, iconoclasta y escritor.

 

                                           Epicúreo, humano, amigable,

                                           Libre, tierno, raro,  demoledor,

                                           Español, comprensivo y entrañable.

 

                                           Se trata de un jocundo y gran pintor.

Javier BARREIRO
Escritor

Fecha de Entrega: 28/09/2019
Fecha de Admisión: 29/09/2019


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