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Historia de los antiguos depósitos de agua de Pignatelli:
el depósito soterrado y su rehabilitación en centro de exposiciones
Resumen: Los depósitos de agua de Pignatelli forman parte del legado histórico de la ciudad de Zaragoza y se incluyen dentro de los estudios de patrimonio industrial, específicamente de la tipología arquitectónica destinada a usos hidráulicos. Por ello, el presente artículo aborda la historia de la construcción de los primeros depósitos que abastecieron de agua a la capital aragonesa desde sus orígenes, en el último tercio del siglo XIX, hasta los años ochenta del siglo XX. Debido a la calidad arquitectónica, a las posibilidades espaciales y al atractivo visual que ofrecía el depósito soterrado, fue adaptado y recuperado, dotándole de un nuevo uso cultural, un espacio expositivo denominado Espacio Pignatelli. Con todo ello, el objetivo es rescatar la memoria de los depósitos de Pignatelli a través de su historia, el análisis constructivo y la recopilación de las principales exposiciones que se celebraron en el lugar. Abstract: The Pignatelli water deposits are part of the cultural legacy of the city of Zaragoza and they are included in studies of industrial heritage, specifically considering the architectures aimed at hydraulic applications. Therefore, this article discusses about the history of the construction of the first deposits that supplied water to Zaragoza from its origins, in the last third of the 19th century until the eighties of the 20th century. Because of the architectural quality, spatial possibilities and visual attraction offered by the underground deposit it was adapted and recovered, giving it a new cultural use, an exhibition space called Espacio Pignatelli. The objetive is to rescue the memory of the Pignatelli deposits through its history, the analysis of its construction and a survey of the main exhibitions that were arranged in this place.
Palabras clave castellano: arquitectura industrial, depósitos de agua, rehabilitación, centro de exposiciones.
Palabras clave inglés: industrial architecture, water deposits, restoration, exhibition center.
Los primeros depósitos de agua de Zaragoza (1876) El Canal Imperial de Zaragoza fue desde el reinado de Carlos V el punto elegido para proporcionar agua de riego a Aragón y Navarra. Entre otras obras asociadas al Canal, se procedió a la construcción de una acequia que arrancaba desde Fontellas (Navarra), recorría diversas poblaciones aragonesas, incluida Zaragoza, y culminaba en Fuentes de Ebro. Con la llegada al trono de Felipe V, la idea inicial de construir una acequia se sustituyó por la de un canal de riego y de navegación, sin embargo, la obra tampoco llegó a ponerse en marcha. Será a mediados del siglo XVIII con la política del país regida por mentes ilustradas y una situación económica favorable, cuando se continuará y finalizará la empresa del Canal Imperial. Las obras adquirieron un impulso definitivo gracias al Protector del Canal, Ramón Pignatelli, que posibilitó la llegada del agua a Zaragoza en el año 1782, un momento en el que sólo se contaba con los recursos del río Ebro. Cuatro años después se inauguraron los puertos de Torrero y Casablanca, por lo que, desde el punto de vista del urbanismo, el Canal Imperial fue un trampolín para la ciudad de Zaragoza en su área Sur, ya que auspició la formación del barrio de Torrero. Tras varios desacuerdos y valoraciones sobre cuáles eran las mejores aguas para el abastecimiento de la población, fue en el siglo XIX cuando se entendió que el Canal Imperial era el suministro más adecuado para la ciudad de Zaragoza, porque la situación dominante del mismo iba a permitir su distribución mediante la sola acción de la gravedad (GARCÍA, 1971: 7). Hay que tener en cuenta el gran papel que desempeñó el Canal en la vida pública de la ciudad, puesto que gracias a él, las acequias que atravesaban la ciudad permitían regar los jardines y aljibes de los más poderosos y, asimismo, constituyó una fuente de energía hidráulica para las diferentes industrias que se localizaron en sus alrededores, participando activamente en el proceso de industrialización de Zaragoza. En el último tercio del XIX se comenzó a plantear la idea de mejorar el sistema de abastecimiento de las aguas que, hasta ese momento, se realizaba mediante cubos y peones, los llamados “aguadores” que se encargaban de su distribución. Como describe Blasco Ijazo (BLASCO IJAZO, 1948: 54-55): Siendo alcalde de Zaragoza D. Simón Gimeno, se hizo en el año 1862 la instalación de fuentes de vecindad por cuenta del Municipio, en las plazas de la Magdalena, Santo Domingo, del Pueblo (hoy de Nuestra Señora del Carmen), fuente que por su forma se llamaba “la del Pato”, en la entrada del Paseo de las Damas, en la plaza del Pilar y la de la Samaritana en la Seo (…) La toma de agua para la distribución general de las fuentes se instaló en el Pontarrón de la acequia de la Romareda, junto al convento de la calle Cádiz. Hasta que tuvo lugar la traída de las aguas de los depósitos de la subida de Cuellar, en Torrero, los vecinos se surtían de estas fuentes, cuyo líquido en la mayor parte del año, dejaba mucho que desear por las turbias aguas del Canal Imperial. Instaladas más tarde bastantes fuentes pequeñas de servicio. Este sistema de abastecimiento de agua resultó insuficiente y tras varios intentos por mejorar esta situación la intervención, no pudo ser aprobada hasta el año 1876 por varias razones: problemas de financiación, inestabilidad del Ayuntamiento, desacuerdos en la localización de los depósitos etc.[1] Tras una larga discusión en el pleno de 26 de julio de 1876, tal y como se recoge en las Actas Municipales, se aprueba un modesto proyecto presentado por el arquitecto municipal interino, Ricardo Magdalena, a emulación de otras poblaciones a partir de mangas de riego. El objetivo principal fue tomar el agua procedente del Canal Imperial mediante cañerías para abastecer a las fuentes públicas de la ciudad. La elección de las graveras de Torrero —junto a la subida de Cuellar— a extramuros de la ciudad, como espacio para la construcción de los depósitos se debió a la cercanía con el Canal Imperial y a los perfiles ondulados del terreno, que permitían ahorrar costes en la construcción. En todo caso, la utilización de las aguas de Canal Imperial por el mismo punto geográfico no era un planteamiento novedoso, ya que bajo el asedio de las tropas francesas se había llegado a realizar la excavación para llevar a efecto los depósitos de agua en la entrada del camino de Ruiseñores. La memoria descriptiva y los planos del proyecto fueron presentados el 18 de julio de 1876 con el siguiente título: “Proyecto de la traída de las aguas para riegos de las calle y paseos de la ciudad”.[2]La denominación del proyecto trajo consigo ciertas confusiones, puesto que como su nombre indicaba era un proyecto para riego, sin embargo, en el pleno del 26 de julio de 1876, el concejal Gallego precisaba esta cuestión y lo aclaraba del siguiente modo: “el proyecto de la traída de aguas es para riegos, pero como que, el agua vendrá clara, se beberá”.[3] A este respecto, es interesante señalar la reflexión de Carlos Blázquez sobre los motivos de esta denominación: “quizá a causa de la oposición de los usuarios del Canal Imperial, puesto que hubo fuertes reticencias a que empleasen sus aguas para abastecimiento urbano, aludiendo a la exclusiva dedicación del Canal a riegos y navegación” (BLÁZQUEZ, 2005: 36). Finalmente el 28 de agosto de este mismo año se aprobó la realización de todas las obras proyectadas por el arquitecto municipal al contratista Antonio Lorente y Royo. En rasgos generales, el proyecto constaba del depósito núm. 1 general abierto, los filtros y el depósito núm. 2, cubierto para depositar el agua una vez filtrada. Ambos depósitos se dividían a su vez en dos compartimentos independientes para permitir el vaciado que exigen las labores de limpieza y mantenimiento [Fig. 1]:
Tras algunas complicaciones con la toma del agua del Canal y la construcción de tuberías, las obras continuaron a lo largo de 1877 y 1878, con otros percances como el hundimiento de la bóveda de los filtros y del muro divisorio de los depósitos descubiertos. El 26 de noviembre de 1878 se liquidaban las obras del proyecto de la traída de las aguas. El resultado es la construcción de un depósito descubierto doble con capacidad para 40.000 m3 y el enterrado, también de doble ramal, con una capacidad de abastecimiento para la población de 2.000 m3 diarios, aunque los filtros apenas funcionaron por la obturación del barrio que el agua arrastraba. A pesar de la simplificación del proyecto, fueron los primeros depósitos de agua con los que contó la ciudad de Zaragoza, y su construcción es reflejo de la necesidad de dotar de agua a una población en crecimiento que comenzaba a participar con firmeza en el proceso de industrialización. Es una arquitectura hidráulica que exigía el uso de los nuevos materiales que se estaban desarrollando, como el hormigón, en unión con los elementos tradicionales. Este conjunto se completaría con la casilla del guarda de los depósitos, proyectada por Magdalena en febrero de 1878, aunque fue construida hacia 1905 [Fig. 2]. Es un edificio de traza ecléctica, de ladrillo, con detalles decorativos neomudéjares.
El tercer depósito de agua de Torrero (1897) La escasez de agua sentida en la ciudad debido a la insuficiente capacidad de los primeros depósitos hizo que en 1891, la Sección 2º se planteara construir un tercer depósito junto a los anteriores, una propuesta que tuvo su origen en una moción suscrita por el concejal Julián San Martín el 11 de agosto de 1891. En aquellos momentos dos de las terceras partes de la ciudad carecía de tuberías para la conducción del agua potable, por lo tanto, existía una insuficiencia de cañerías generales que satisficiesen las concesiones hechas para usos particulares, una demanda que cada vez estaba aumentado más. Uno de los motivos por lo que se pensó en desarrollar los servicios para el abastecimiento fue la insuficiencia de agua que se vivió con la infección del cólera de 1885, e incluso se planteó que esta escasez puso haber sido una de las causas del recrecimiento y persistencia de la epidemia en ciertos barrios de la población. En febrero de 1892, Ricardo Magdalena presenta el proyecto “de nuevos depósitos en Torrero contiguo á los actuales”, en los que se observa la ubicación exacta del tercer depósito. El 23 de febrero se aprueba por lo tanto realizar el proyecto pero de manera paulatina, atendiendo en primera instancia a las expropiaciones oportunas. En septiembre de 1896 se presenta de manera definitiva el proyecto para la “Construcción de los nuevos depósitos de agua de Torrero”, constituidos por un depósito de dos registros, con una disposición idéntica al del depósito núm. 1 de 1876. Un año después se crea la “Comisión Especial Depósitos de Agua” encargada de las obras necesarias para el abastecimiento y conducción de agua a la población y es en este año cuando el Ayuntamiento y la Junta Municipal reconocieron y aprobaron la necesidad inmediata de llevar a efectivo las obras del depósito. En Febrero finalizaban las obras con la realización de un depósito doble con capacidad para albergar 42.0000 m3. Los trabajos se completaron con la construcción de zanjas para la instalación de pequeñas cañerías de fundición y llaves desde los depósitos hasta la puerta del Carmen, por la calle de la Soberanía Nacional —calle de Capitán Portolés—, la plaza del Pueblo —plaza de Nuestra Señora del Carmen—, Azoque, Escuelas Pías —ambas avenida de César Augusto— hasta llegar a la plaza del Mercado. Estas obras posibilitaban el suministro de agua a las fuentes de la ciudad, pero también su realización permitía dar trabajo a la clase jornalera en invierno. Una vez terminada esta red de tuberías, en 1898 y 1899 se acometieron la integración de otros recorridos de cañerías.[4]
Las sucesivas reformas de los depósitos de Pignatelli El 25 de diciembre de 1907 el ingeniero de caminos Antonio Lasierra Purroy presenta un proyecto con el objetivo de dotar agua a los bloques de pisos, este abarcaba todos los aspectos relacionados con el abastecimiento del agua: construcción de nuevos depósitos, unión con los depósitos viejos de Torrero, instalación de filtros, aumento de presión y dotación de agua por habitante y día (GARCÍA, 1971:9). Así pues, se proyectaron cuatro depósitos en Casablanca con una capacidad de 190.000 m3 constituyendo la toma general y a ellos se unieron los depósitos de Torrero mediante una tubería, aunque únicamente se acopló al depósito más grande descubierto. Desconocemos la fecha exacta en la que el depósito enterrado dejara de funcionar, pero es probable que fuera en este momento con la conexión de los nuevos depósitos en Casablanca cuando se abandonara, así como por la inutilización temprana de los filtros. En la segunda y tercera década del XX, la expansión de la ciudad y el crecimiento de la población exigieron la necesidad de desarrollar nuevos proyectos, como el elaborado en 1922 por José López Pueyo, en el que planteaba una doble red de distribución para satisfacer la demanda elevada de agua. Una red suministrada por los depósitos de Casablanca estaría destinada a usos domésticos, mientras que la de Torrero se emplearía para usos públicos e industriales. Esta propuesta no llegaría a efectuarse. En el año 1924 se produjeron dos hechos trascendentales en el abastecimiento del agua de la ciudad producidos por la rotura de la cañería general y, por una avería constatada en el Canal Imperial que impidió la entrada de agua a los depósitos de Casablanca durante tres días. Ante este hecho, el 9 de junio de 1924 se constituyó una comisión especial aprobada por la Corporación Municipal para el estudio del abastecimiento de las aguas, en concreto: la red de tuberías, la alimentación del agua de los depósitos, el reglamento del suministro, el consumo general, economizar el agua y sí el nuevo abastecimiento tenía que surgir del río Gallero o por medio de una estación elevadora. El periódico El Noticiero se hizo eco de este problema: “por temores de que se pueda producir una avería en el canal, se está dando el agua a cuenta gotas.[5] En el extenso plan acordado por dicha comisión, se proyectaron obras que afectaban a los depósitos de Torrero, tal y como se recoge en la memoria denominada, “Obras nuevas y de reparación de los Depósitos de Torrero” de junio de 1925. En ella se describe la función de los antiguos depósitos de Torrero: “desempeñan en el abastecimiento actual el papel de depósito regulador, absorbiendo en las horas de mínimo consumo el caudal aportado por la conducción general, para devolverlo cuando sube por encima del caudal medio el consumo de la población”.[6] Además también se proyecta la construcción de una estación elevadora y una cámara de agua, para asignar al depósito menor descubierto el papel de regulador y el grande adscribirlo a la estación elevadora. Se proyecta de tal forma “que el depósito grande pueda si es necesario enviar sus aguas a la Ciudad o la estación elevadora abastecerse con agua de los depósitos de regulación”. También modifica la toma con el Canal para evitar la acumulación de lodos y un nuevo desagüe, ya que como explica la memoria: Es inexplicable el estado de abandono en que tanto la galería como las tuberías en ella instaladas, se encuentran. Basta decir que en nuestra primera exploración, hubo sitio donde hubimos de pasar arrastrándonos a pesar de tener dicha galería 1,80 metros de altura (…) Por estas razones hemos proyectado un desagüe directo al Huerva.[7] Asimismo se trata la restauración de los depósitos: Se presenta el problema de la reparación tan imprescindible o más que dichas modificaciones pues se han realizado en ellos ninguna desde su construcción (…) Esta reparación debe afectar a la solera, muros, enlucidos etc. La solera de los depósitos está construida por un piso de ladrillo colocado sobre un pequeño cimiento de hormigón de cal. Su conservación es desastrosa. Está levantada en infinidad de puntos y donde no la descomposición de los materiales es tal que se rompen al menor esfuerzo (…) La conservación de los muros es pésima en los depósitos pequeños y mediana en el grande. Como obras complementarias se indica la explanación de los terrenos adyacentes a los depósitos para la instalación de la estación elevadora, almacenes y talleres. La construcción de estas obras se prolongaría en el tiempo hasta 1929, así como los nuevos depósitos de Casablanca, inaugurados en 1931, estableciéndose una unión entre ambos con una tubería de 900 mm. También a principios de esta década se llevó a cabo la construcción de los depósitos de las Canteras, en las proximidades de la cárcel de Torrero. En noviembre de 1930 se decide que los depósitos enterrados de Pignatelli sean arrendados como locales, desestimando la idea de adecuarlos para almacenes por el elevado coste de la reforma. A lo largo de los años 40, 50 y 60 se sucedieron diversas construcciones en los depósitos de Casablanca, como la estación clarificadora o la estación elevadora junto al puente de la Almozara. En el año 1965 se construyó una nueva toma en el Canal y los depósitos de agua de Pignatelli pasaron a recibir agua desde Casablanca. La estación elevadora en los años 70 seguía impulsando el agua a los depósitos de las Canteras hasta que dejó de funcionar en junio de 2005, liberando así de utilidad a los primeros depósitos de agua que abastecieron la ciudad de Zaragoza. En la actualidad, los depósitos de Pignatelli figuran en el Catálogo de Edificios de Interés Artístico del Plan General de Ordenación Urbana, con un grado de catalogación de Interés Monumental.[8]
El depósito enterrado: rehabilitación para sala de exposiciones Espacio Parque Pignatelli Una de las arquitecturas más interesantes desde el punto de vista estructural del primer proyecto de abastecimiento de las aguas de Zaragoza es el depósito de agua soterrado. Descrito anteriormente, es un depósito que sigue la tipología de las cisternas romanas de planta rectangular simple, se divide en dos compartimentos de tres naves cada uno y diez tramos separados por pilares de sección cuadrada de piedra sobre los que apoyan las bóvedas de arista de ladrillo a sardinel. El interior se organiza a partir de una cuadricula de módulo rectangular. La tipología empleada es la más tradicional en estas construcciones y también la encontramos en el depósito emplazado en el antiguo Campo de los Guardias de Madrid —en la actualidad un espacio delimitado por las calles de Bravo Murillo y de Santa Engracia— construido en el año 1858. No hay que olvidar que el arquitecto municipal, Ricardo Magdalena encargado del proyecto de los primeros depósitos se licenció en capital en 1873, por lo que habría estudiado las grandes obras de ingeniería derivadas de la construcción del Canal de Isabel II. El estudioso Antonio Bonet describe el interior del depósito madrileño del siguiente modo (BONET, 2013: 97): “Este interior ciego de luces es impresionante y, por la repetición, son solución de continuidad, de sus soportes, produce una sensación de infinito similar a la que se recibe dentro de la musulmana Mezquita de Córdoba. Es algo así como si el espectador estuviese en una galería de espejos. La solidez y la sobriedad constituyen su esencial carácter arquitectónico.” Es indudable que los valores arquitectónicos de estos edificios destinados a usos hidráulicos aúnan nociones como la sencillez, elegancia, estatismo… pero sobre todo tramiten una atmósfera de equilibrio, son monumentales a la par que modestos en su técnica, conceptos que otorgan una gran versatilidad funcional al espacio [Fig. 3]. A pesar del interés arquitectónico del depósito enterrado de Zaragoza, se convirtió en un edificio varado, sin uso y condenado a la degradación del tiempo. Ante este problema Ascensión Hernández plantea una serie de reflexiones (HERNÁNDEZ, 2008: 47): Existen fuertes obstáculos que vender para facilitar la preservación de la arquitectura y la ingeniería hidráulica en Aragón. En primer lugar, existe el desconocimiento, la falta de identificación de estos bienes (…) Más importante resulta quizás el problema de la obsolescencia funcional, puesto que muchas de estas construcciones han dejado de usarse con el paso del tiempo, deteriorándose en este proceso y la falta de un uso (…) suponen una amenaza real de desaparición para algunos de estos objetos. Por otro lado, como ya se ha contrastado en el caso del patrimonio industrial, el desaforado crecimiento de la industria de la construcción experimentado en España en las dos últimas décadas puede suponer, a veces, un peligro si estas obras se encuentran en lugares o espacios apetecibles para las promotoras inmobiliarias.
Si relacionados estos planteamientos con el ejemplo que se ha abordado, hay que señalar como cumple los pronósticos de conservación y atención del patrimonio industrial una vez abandonado su uso primigenio. Además, el hecho de que se encuentre enterrado en un espacio hoy en día residual del Sur de Zaragoza, inaccesible a la población, aumenta el factor del desconocimiento ciudadano. En todo caso, como muchos otros ejemplos de patrimonio industrial, se planteó el volver a dotarle de vida y funcionalidad tras décadas sumido en la oscuridad. En la década de los 80 se comienza a plantear la idea de rehabilitar y restaurar el depósito para destinarlo a fines culturales, hasta que finalmente el Ayuntamiento de Zaragoza encarga el proyecto para convertirlo en Museo Municipal de Bomberos al arquitecto municipal Ricardo Usón García, presentado en abril de 1987 [Figs. 4, 5 y 6].
Cómo se desprende de la memoria del arquitecto, el espacio había sido intervenido pocos años antes, entre 1983-1984, momento en el que se pensó en la posibilidad de que este lugar albergara exposiciones municipales. Entre otras intervenciones, se había realizado un acceso desde el parque Pignatelli a modo de túnel y otro acceso superior, se prolongó la escalera hasta el suelo del depósito para su acceso, elevando su nivel y pavimentándolo y se abrieron lucernarios en las claves de las bóvedas. Como se dice en la memoria, estas intervenciones se llevaron a cabo bajo criterios de “mimesis lingüística”, alterando la configuración unívoca del espacio, así por ejemplo, el túnel se completó mediante bóvedas que imitaban a las existentes. La idea que subyace en este proyecto de rehabilitación de 1987 es la del “aprovechamiento de la totalidad del espacio como lugar de exposiciones destinadas a Museo de Bomberos” con todo lo que conllevaba tal fin: construcción de un nuevo acceso principal, intervención en la cubierta, restauración de los muros por la inestabilidad, tratamiento del espacio interior (gran sala del museo, almacén general, despacho de la dirección, sala de reuniones, pequeña biblioteca o archivo de documentación, reparación de los aseos existentes…) etc.[9] No obstante, este ambicioso proyecto no llegó a ejecutarse, si bien, en ningún caso se pretendía con su realización el mantener y conservar el edificio histórico, catalogado de Interés Monumental por el Ayuntamiento, sino adaptarlo al fin previsto llevando a cabo determinados derribos para su mejora. De este modo, el antiguo depósito de Pignatelli únicamente recibió la rehabilitación parcial de principios de la década de los ochenta y se destinó a sala de exposiciones temporales de arte contemporáneo y emergente [Figs. 7 y 8]. El centro se denominó “Espacio Parque Pignatelli” y junto con el Museo Pablo Gargallo —inaugurado en 1985— eran gestionados por el Ayuntamiento de Zaragoza y por lo tanto constituidos como servicios municipales.
La rehabilitación del antiguo depósito de Zaragoza es uno de los primeros ejemplos que contamos de intervención sobre esta tipología de arquitectura industrial adecuada a nuevos usos en nuestra ciudad. Junto a ella cabe mencionar otras realizadas a nivel nacional como la restauración del Depósito Elevado de Madrid y su trasformación en una sala de exposiciones (1986) por los arquitectos Antonio Lopera y Javier Alau, la realizada en el Depósito de Agua “El Avellano” y su entorno urbano, localizado en Santander, en donde se ha conformado un microcosmos urbano (2010) o la conversión en biblioteca de los depósitos de Hurchillo (Alicante) en un centro cultural con una biblioteca y una sala polivalente (2011). Este tipo de patrimonio hidráulico también ha sido rescatado en Aragón, como el centro de interpretación de Laluenga (Huesca), el Centro de Interpretación “El Bodegón” en Almudevar y el Centro de Interpretación de la Guerra Civil de Sarrión, todos ellos instalados en depósitos de agua.[10] El Espacio Parque Pignatelli ha acogido numerosas y variopintas exposiciones, la primera mostró el I Premio de Escultura Pablo Gargallo (9-30 de abril, 1987), en la cual se exponían las obras de escultores punteros aragoneses. Una de más importantes fue la del artista del minimal art Carl Andre, Roaring Forties, celebrada entre el 27 de abril y el 29 de mayo de 1988. Como se explica en el catálogo de la exposición (CARL ANDRÉ, 1988): El Museo Pablo Gargallo programa nuevamente una exposición en el «Espacio Parque Pignatelli». Su condición de centro impulsor de lo cultural y lo artístico en la ciudad de Zaragoza le lleva a recuperar espacios para la creación, a posibilitar la confrontación del público con la obra artística de nuestra contemporaneidad, a difundir movimientos, tendencias y trabajos particulares más significativos de nuestro tiempo” En esta ocasión la sobriedad y dureza volumétrica de los antiguos depósitos de agua dialogan con la obra desnuda y ordenada del gran escultor norteamericano Carl Andre (…) nos presenta una instalación de gran magnitud e importancia que anteriormente pudo admirarse en el Palacio de Cristal de Madrid. Tal y como puede observarse en la fotografía del catálogo de la exposición, las láminas de Carl André sobre del suelo dialogan de manera natural con el entorno, mostrando una relación tan estrecha que las obras parecen pertenecer a la propia naturaleza silenciosa y solemne del antiguo depósito de agua. El conjunto trasmite una sencillez consciente, estable y valiosa. Otras exposiciones como la dedicada a la Inquisición y sus métodos de tortura (octubre de 1988), “Fondos del Museo de Bomberos de Zaragoza: 125 aniversario del Cuerpo de Bomberos” (8-23 de abril, 1989), Georges Braque “Oeuvre gravé” (7 de octubre-19 de noviembre, 1989) [Fig. 9], III Premio de escultura Pablo Gargallo (3-26 de febrero, 1989) [Fig. 10], “Saturnus: artes, arquitectura y artes decorativas”, comisariada por el crítico de arte Gèrard-Georges Lemaire (6 de marzo-2 de abril, 1989), “Antonio Fortún: veinte años, cien pinturas” (19 de marzo-29 de abril, 1990), “Natalio Bayo: imágenes e imaginaciones 1970-1991” (29 de mayo-30 de junio, 1991); Roberto Luca Taroni “Liquidi Trascorsi” (9 de abril-5 de mayo, 1991) etc. El propio Roberto Luca reflexiona en torno a la obra de arte y el espacio expositivo, tal y como se explica en el catálogo de su exposición (LUCCA TARONI, 1991): Nuestro espacio dedicado principalmente a la creación contemporánea y de los planteamientos más innovadores del arte actual, será el lugar más propicio en el que artista dialogue con el espectador, con la memoria individual y colectiva que resuena en estas paredes. Roberto Lucca Taroni reflexiona sobre la memoria y el espíritu creativo. Entiende que este espacio recuperado para el arte y la cultura (…) fue un depósito de agua del que servía la ciudad. Superada esta necesidad y alterada su función primera, aquel espacio (…) se nos presenta como un nuevo manantial, una fuente en la que beber el espíritu de la creación artística y con la que podremos cultivar ya sin miedo a los frutos de la imaginación. La actividad expositiva de los antiguos depósitos de Pignatelli ha estado repleta de idas, venidas, vacíos y llenos temporales. Las últimas muestras datan de 2005 y 2006 con “Souvenirs: Soldiers of the world” de José Pietro y Vega Ruiz, “Hiperiment”, una producción del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona y la instalación conjunta de arte audiovisual, “Sense in place”. En los últimos años han sido numerosas las propuestas para volver abrir este espacio a la ciudadanía desde la Asociación de Vecinos del barrio de San José y desde las diferentes candidaturas políticas del Ayuntamiento de Zaragoza, como la conversión del espacio en un Museo de la Ciencia y el Progreso o en Museo de Arte Moderno. No obstante, se ha redactado una modificación del PGOU con la finalidad de incorporar este espacio residual al tejido urbano permitiendo la ampliación del parque Pignatelli y la creación de equipamientos urbanos para el barrio, así como dos parcelas para viviendas. Por consiguiente, tiene un futuro que será preciso estudiar y valorar.
[1]Como se describe en el pleno del 26 de julio de 1876, las propuestas para el abastecimiento del agua se habían sucedido a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX, entre ellas la presentada en 1862 por el gobernador Méndez Vigo; en 1865 se encargó otro proyecto al arquitecto Mariano López, a continuación Segundo Díaz realizó un proyecto para el abastecimiento de las aguas en 1867 y en el siguiente Ayuntamiento de 1869, una empresa inglesa presentó un proyecto en el que se “partía del pensamiento de que todas las casas de la población tomarían el agua”. Ninguno de ellos se llevó a cabo debido al excesivo gasto. [2]Archivo Municipal de Zaragoza [A.M.Z] , caja. 1.801, exp. 66/1877. [3]Actas Municipales, 26-VII-1876, f. 61. [4]A.M.Z, caja 580 (completa). [5]El Noticiero, “Problema social: el abastecimiento de las aguas”, 9-VII-1923, p. 1. [6]Archivo Central de Zaragoza [A.C.Z], proyecto 205/1925. [7]La citada galería contenía las tuberías que conectaban los depósitos de Torrero con los de Casablanca, emplazada en la antigua calle de las Acerolas, actual paseo Oeste del parque Pignatelli. [8]En la página web del Ayuntamiento de Zaragoza se recoge una breve descripción histórico-artística de los depósitos de agua de Pignatelli http://www.zaragoza.es/pgou/edih/parquepignatelli.pdf[Consultada 15-12-2015] [9] A.C.Z, cajas 00701 y 00702 (completas). [10] Para más información sobre las trasformaciones en museos de los depósitos de agua llevados a cabo en Aragón, véase: MARCÉN GUILLÉN, E (2014): Arquitectura de museos en Aragón (1978-2013), Zaragoza, Departamento de Historia del Arte [http://zaguan.unizar.es/record/17202/files/TESIS-2014-101.pdf].
Bibliografía
Laura RUIZ CANTERA
estudiante del Máster de Estudios Avanzados de Historia del Arte. Fecha de Entrega: 21/12/2015 Fecha de Admisión: 30/12/2015 << volver ![]() |
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