Número 23 | Junio de 2013
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Andrés Galdeano: Ceramista y pintor
(foto: Mural cerámico de CAMPSA en Madrid)
 
 

Resumen:

Este artículo está dedicado a un artista de gran personalidad, provocador e independiente que vive en Zaragoza desde el año 1959 hasta su muerte en el 2004. Entre 1967 y 1971 funda y dirige la Sala de Exposiciones Galdeano, que se caracterizó por exponer a muy destacados artistas españoles, dentro de cambiantes tendencias abstractas. Su evolución artística comienza con una breve fase como pintor pero muy pronto encuentra en la cerámica su engranaje con la creatividad a través del expresionismo abstracto. Autor de grandes murales en espacios públicos de Nueva York, Austria y España entre 1965 y 1983, abandona la cerámica para consagrarse a la pintura entre 1983 y 2004 con el expresionismo abstracto como tendencia artística y, en ocasiones, la incorporación de rostros sobre grandes literatos y filósofos españoles, dos de sus pasiones como gran lector.


Abstract:

This paper is devoted to an artist of great personality, provocative and independent who lived in Zaragoza since 1959 until his death in 2004. In 1967 he founded Galdeano Art Gallery, which he would run until 1971, a space exhibiting very prominent Spanish artists, of changing abstract trends. His artistic evolution begins with a brief phase as a painter but soon he found in ceramics his gear with creativity through Abstract Expressionism. Author of large murals in public spaces in New York, Austria and Spain between 1965 and 1983, he abandons ceramics in 1983 to devote itself to painting up to 2004 with Abstract Expressionism as artistic tendency with, occasionally, the incorporation of portraits of great Spanish writers and philosophers, two of his passions as a great reader.


 

Una evocación personal

Puesto que le conocí en 1960, a los pocos meses de llegar a Zaragoza, y mantuvimos nuestra amistad hasta su muerte, veo imprescindible empezar por definir su trayectoria con una palabra exacta: intensidad en todos los órdenes de la vida, incluyendo su expresionista obra fiel reflejo del carácter abarrotado de toques más que imaginativos. Actitud vital, crítica sin barreras, que, en cierta medida, fue una reacción contra la dictadura, de ahí su camaradería con otros artistas, como los zaragozanos Ángel Maturén y Víctor Mira, que anhelando ser libres respiraron fuera de la lógica cotidiana a través de la permanente trasgresión sin mirar sus consecuencias.

Andrés Lorenzo Sánchez Sanz de Galdeano nació en el muy bello pueblo Arcos de la Frontera (Cádiz), tan pintado de blanco, el 10 de agosto de 1939. Su padre, Estanislao Sánchez Armillo, natural de Ávila y abogado de profesión, contrajo matrimonio y tuvo ocho hijos, mientras que en un segundo matrimonio tuvo tres hijos, Andrés, Estanislao y Marita.

A principios de 1949 la familia se traslada a Badajoz, en donde reside hasta 1957, mientras que Andrés Galdeano, quizá influenciado por su padre, se matricula en la Facultad de Derecho de Salamanca, decisión que terminó por ser un fracaso a la vista de que enfocará su vida hacia el Arte. La familia, en 1959, fija su residencia en Zaragoza, justo en la Gran Vía. Su padre será Secretario de la Diputación Provincial de Zaragoza. Andrés contrae matrimonio en Zaragoza con Erika Stuckler, de origen austriaco. Nacen sus hijos Pedro, Pablo y María. Muere en su vivienda estudio a las seis de la mañana el 2 de noviembre de 2004. En el funeral había una corona de Templarios M.C. Con el tiempo, en pleno solsticio de verano 2009, recibe a título póstumo el Premio Ahora de Artes Visuales, Zaragoza.

Para atisbar su pensamiento nada mejor que transcribir algunos criterios vertidos con motivo de su exposición en 1989, entrevista de Enrique Gastón, y en la prensa, año 1993, publicados por Ángela Labordeta, Diario 16 en Aragón, Joaquín Carbonell, El Periódico de Aragón, y en la revista Akí Zaragoza. Así respondía Galdeano a la preguntas:

-“¿A qué edad te diste cuenta de que podrías desarrollar una línea pictórica?”.

-Ni idea. Mi obra importante se llama mañana. El cuadro, una vez hecho, vive su vida. Ya no eres tú. ¿Racionalidad, sensualidad, sexualidad? Mala hostia. Desasosiego. La paz interior me aburre un montón. Aunque esto signifique que, a veces, lo pasé de puta angustia. El ruido lo fabrico yo, no me gusta el prefabricado. Prefiero celebrar mi no cumpleaños y el 30 de febrero en cualquier sitio que el 7 de julio en San Fermín.

-“¿Qué pintarás en el año 2017?”.

-Espero que el Whisky que bebo adquiera la solemnidad que yo tendré en ese momento. Y entonces te contestaré. Entre el Whisky y yo haremos maravillas. Porque creo en la beatitud y en la estética de la fealdad. El infierno es bello. […]. Mi único récord es el haber aprendido a saber vivir. Creo que lo he conseguido. Salvando, claro, están los límites de cualquier ser humano. Cada día que pasa soy más golfo, más vividor, porque soy un convencido de que la vida nos ofrece continuamente circunstancias plenas. No tengo miedo a nada, ni siquiera a la muerte […] Soy ateo. Dios es un tema muy simpático de conversación, pero no de preocupación. Es algo muy socorrido, porque en todas partes aparece Dios. Y en política soy ácrata.

-“¿Blasfemo?”.

-Sí, sí, soy un gran partidario de la blasfemia. No es un ataque a nadie, es una liberación, es muy creativa […] Me gustaría pintar lo que no hay. Soy egocéntrico. Como ateo, de alma paso olímpicamente. Lo importante es el ser.

Como artista en un sentido práctico fue un verdadero desastre, pues no guardaba el más mínimo respeto con los precios de sus obras. Una noche cualquiera, en un bar con amigos, si no tenía dinero iba al estudio y vendía cuadros a precios irrisorios, mientras que cuando estaba  en situación normal el precio cambiaba para ajustarse a la realidad. Situación muy negativa en cuanto a la seriedad con sus clientes. Dentro de dicha actitud, una especie de todo vale que tanto le perjudicó, es su viaje a Frankfurt, en 1970, con el pintor abstracto José Orús. Galdeano fue como traductor pues dominaba el alemán. Quedan en una galería a las diez de la mañana y la noche anterior se fueron a un club de jazz. Mientras que Orús regresó al hotel muy pronto, Galdeano se quedó agotando la noche. Al día siguiente llegó dos horas tarde. Conclusión: Orús se fue a París y Galdeano volvió a Zaragoza.

Uno de los aspectos más interesantes es su fascinación por escribir pensamientos de muy diversa índole que posará en cuadernillos, como el titulado El perro y la gota de agua, siempre arrastrado por su pasión hacia la literatura. Por otra parte, en fecha imprecisa, pues no figura en el catálogo, prologa con un breve texto repleto de matiz poético la exposición del pintor M. J. Martín Robledo en la galería Itxaso de Zaragoza. Escribe:

...Un paisaje azul, un árbol de plata, un horizonte que se pierde y que comienza cada vez. Amarillo que juegan a tranquilizar. Campos, tierras de cualquier parte, vistas a través de alguien que sueña con la sencillez.

Pintura llena de “ingenuidad inteligente”, en la que el sueño se ha ido más allá de la realidad misma.

Obra auténtica, llena de añoranzas de lo que aún no ha sido.

Cuando fallece en noviembre de 2004, publicamos un artículo en el periódico quincenal El Aragonés, 16 al 30 de noviembre de 2004, con la intención de reflejar facetas de su carácter y completar su personalidad. Veamos una transcripción de lo más relevante:

...con el tiempo descubrí su impresionante capacidad para alterar la realidad sin pérdida de verosimilitud, en una suerte de mentiras flagrantes que yo veía, y sentía, como punto fascinante de su personalidad, como si potenciara su imaginación. Cuidado. Mentiras para asuntos específicos pues su otro rasgo era la radical seriedad vinculada con múltiples facetas de la vida. En pocas ocasiones he visto una memoria tan prodigiosa, capaz de recordar los detalles más minuciosos e inverosímiles acaecidos hace años. Veamos dos ejes contradictorios que armonizaba sin problemas. Por un lado, su aparente condición de ateo, que siempre me sonaba a matiz muy levemente forzado por insistencia, pero en perfecta sintonía con un carácter analítico duro muy racionalista. Por otro lado, dicho racionalismo chocaba con su ángulo pasional sin medida, como  a trallazos, tan visible en las conversaciones, en algunas de sus obras, cerámicas y cuadros, en su fuerte vínculo con el jazz, incluso se quedó campeón de España de armónica, y en la actitud nocturna de la que tantos sufrieron y disfrutaron con anécdotas de antología.

Día a día, en una especie de lento proceso aderezado por la noche y el carácter, su cerebro fue invadido sólo por una palabra: exceso. El exceso casi como vehículo destructivo. Andréscometió el curioso error de sentir la libertad individual como hacer lo que me da la gana en cualquier orden de la vida. Exceso conducente a lo que sea. Como contrapartida, y esto es bello, el exceso vía libertad radicalizada generó un individuo como si fuera un cazador urbano armado con su rifle mental, de manera que enfrente tenías a un auténtico hombre león de mirada recta y cabeza altiva capaz de todo, pero también de hermosos laberintos intelectuales aderezados por su impensable sensibilidad, desde la fuerza serena, sin mentiras. Hombre abierto, en definitiva, que ocultaba, sin conseguirlo, una ternura latente aflorando en momentos específicos.

Tras retratar su personalidad, veamos ahora diversas facetas relacionadas con su condición como galerista, las exposiciones del propio Galdeano y su pasional vocación como ceramista y pintor.

 

Un galerista sin afán de negocio: la Sala de Exposiciones Galdeano

La decisión para fundar una galería viene determinada por su pasión hacia el Arte y la posibilidad de obtener un lógico beneficio económico, lo cual resulta evidente si consideramos el doble enfoque a través del establecimiento Cerámicas Erika, dirigido por su esposa, que tenía un pequeño espacio con mostrador para la venta de anillos, collares y cerámicas, el cual daba acceso a la Sala de Exposiciones Galdeano tras bajar unos cuatro escalones. En la fachada había, y todavía existe, un espléndido mural de Galdeano. La ubicación estaba en la calle Santa Isabel nº 13, lugar céntrico por su cercanía con la calle Alfonso y la plaza del Pilar. Galdeano, durante las inauguraciones, solía sentarse en la escalera para improvisar unas tertulias sobre temas relacionados con la exposición y la realidad artística de la época.

El espacio se inaugura, el 5 de mayo de 1967, con el ceramista Enrique Segú. A los cuatro meses, con fecha 12 de septiembre de 1968, Heraldo de Aragón, Milagros Herrero entrevista a Galdeano para que de una opinión sobre su enfoque como galerista. Comenta que su programación la hace “sobre la marcha” y que su criterio se basa en la obra, con preferencia la abstracta. Asimismo, considera que la galería “no está sometida a ningún interés económico”, lo cual ofrece una idea sobre un error absoluto, para insistir como pretensión en que “la gente visite exposiciones. Que los que están metidos en ella se metan más aún y que los no iniciados se inicien”. Finaliza señalando que “dos o tres exhibiciones están reservadas para artistas zaragozanos”.  

Tras la inauguración citada, exponen, entre otros, artistas como Joan Hernández Pijuan, Will Faber, Ignacio Yraola, Antonio Ortiz, Antonio Suárez, la última exposición de Manuel Millares antes de morir, Josep Guinovart, Amalia Avia, Vicente Vela y el propio Andrés Galdeano. También exhiben su primera individual José Manuel Broto, en mayo de 1969, y Joaquín Monclús, en 1969, por entonces jóvenes pintores de Zaragoza considerados en la época entre los excepcionales de su generación. A destacar la importante colectiva Quince Artistas Contemporáneos, a principios de mayo de 1968, integrada por los escultores y pintores  Josep María Subirachs, Rubio Camín, Miguel Torrubia, escultor y pintor zaragozano descubierto por Galdeano, Luis Feito,  Francisco Farreras con un collage, Antonio Saura, Manuel Millares, Manuel Hernández Mompó, Vicente Vela, Enrique Gran con un collage, José Vento, Manuel Rivera, Will Faver, Eusebio Sempere y Antonio Suárez. La sala se cierra un dilatado tiempo por reformas y se abre, en marzo de 1971, con la exposición del pintor Antonio Suárez. Cierra de forma definitiva en 1971.

De las exposiciones resalta la categoría de los artistas y el énfasis por la casi generalizada abstracción, muy en la línea de Galdeano ante su condición, durante la época, como ceramista abstracto con dosis expresionistas. Si recordamos que Galdeano nace en 1939, parece sorprendente que mantuviera tanta relación con artistas mayores de tanto nivel artístico y que consiguiera su visto bueno para exponerles obra. Pensemos, por ejemplo, que Manuel Millares nació en 1926. La clave está en el pintor zaragozano abstracto José Orús, nacido en 1931, que mantenía amistad con bastantes de los citados y consiguió convencerles para que expusieran en la Sala de Galdeano: un espacio que simbolizó toda una época por tan excepcional nivel artístico. Su cierre quizá se debiera a varias realidades: escasa venta ante una programación para un escaso público muy entendido, ampliación del local con gastos pagados por la familia de Erika y el carácter de Galdeano, tan inclinado a llevar una vida a su aire, muy poco compatible con el ineludible orden diario de todo negocio.

 

Un palmarés expositivo a salto de mata: muestras de obras propias de Andrés Galdeano

Veamos una serie de exposiciones que indican el lógico interés de Galdeano por mostrar su obra. En 1957, como se recordará, vive en Salamanca y se matricula en la Facultad de Derecho de Salamanca. Tiene 18 años cuando, en 1957, monta su primera exhibición en Salamanca pero de cuadros. Si la familia de Galdeano, con el artista incluido, fija su residencia en Zaragoza el año 1959, se deduce que mostrará máximo interés por exponer aquí. Cuando le conocí, en 1960, me comentó que estudiaba Derecho, pero no recuerdo que me hablase de exponer en torno a dicho año; sin embargo, me parece fuera de duda que tuvo una exposición al poco tiempo de vivir en Zaragoza. A ello alude, sin precisar fechas, el crítico de arte Ángel Azpeita cuando comenta su exposición en septiembre de 1967. Luego, en la exhibición en la sala de la Sociedad Dante Alighieri, de Zaragoza, en marzo de 1966, presenta un conjunto de dibujos, monotipos y platos de barro. Sobre ellos comentó el crítico de arte Ángel Azpeitia:

No estamos ante una exposición extraordinaria. Galdeano, aunque apunta buenas cosas, permanece aún sin definir. Enrolarse entre los no figurativos tiene también sus dificultades. Los dibujos de Galdeano, muy preocupados por el movimiento, suponen demasiados recuerdos y sugerencias anteriores. Es preciso buscar un camino más personal.

Galdeano trabaja con abundantes arrastres circulares. Obtiene por este sistema un dinamismo de efecto. Está bien dotado para la composición.

Los platos, a base de barro en frío, pintados y con esmalte, parecen quedarse a mitad de camino hacia la cerámica. No obstante, poseen interés y sentido del color. La capacidad decorativa de Galdeano es evidente. Puede augurarse en él un buen ceramista, con mayor originalidad, para esta técnica, que la que ostenta en sus dibujos(Azpeitia, 1966).

Queda evidente que Ángel Azpeitia le define como un principiante con influencias de otros artistas. Por entonces, en 1966, Galdeano tiene 27 años, lo cual significa que su obra personal, si la comparamos con otros muchos artistas, amanece con edad un tanto avanzada.

Al año siguiente, septiembre de 1967, inaugura la temporada en la Sala de Exposiciones Galdeano, su propio espacio, pero exponiendo solo cuadros. José H. Polo publica en Heraldo de Aragón una muy extensa entrevista a Galdeano, de ineludible referencia, con la singularidad de que concede la misma importancia a los cuadros y las cerámicas. Indica Galdeano que recibió clases de dibujo con ocho o diez años dentro de un criterio figurativo, por supuesto, y que su tono de libertad lo encontró con la pintura definida como:

 la composición, que no se inventa; el color, que tampoco; pero, sobre todo, la sensibilidad que se tiene o no se tiene... Pienso que hay que quitar lo superficial, sintetizar, encontrar el esqueleto para llegar y hallar a la vez el sexo de la pintura -la pintura tiene sexo-, su vida -la pintura tiene vida- y, sobre todo, su frescor... Pretendo, mediante texturas, roces, caricias, incluso valorar cada color, darle una especie de tonalidades; conseguir que tengan vida propia, fuera de la realidad que forman, independientemente del cuadro.

Tras indicar la correspondencia entre el jazz, su gran pasión, y el pincel, ve la Filosofía como trascendente y enfatiza en la libertad. En cuanto a la cerámica, el periodista ofrece el curioso dato de que en la sala tiene dos hornos, mientras que el artista afirma que “pintura y cerámica se ayudan”. Termina diciendo:

En el arte cabe la heterodoxia. Lo único que cabe también pedir es que el resultado sea bello. Y acaso, incluso esta palabra “bello”, no resulte totalmente adecuada, y lo que quepa pedirle al arte sea en realidad que hiera nuestra sensibilidad de una manera elevada, removiendo lo mejor que pueda haber entre nosotros y hasta creándolo(Polo, 1967).

Ángel Azpeitia, en su crítica, indica que se encuentra en “el límite de la figuración” y pondera “la fantasía desbordante”, para comentar su escasa gama de colores, como siempre cuando retomó la pintura tras un largo período interesado sólo por la cerámica. Adquiere importancia la técnica, según nuestro criterio clave en sus cuadros dentro de una evolución tras dejar la cerámica. Comenta:

Debajo del artista yacen unas buenas manos artesanales, que saben dar martillazos. No se pelea con los procedimientos, sea con grasa, agua o esmalta cerámico. Sobre los fondos bien matizados, con sistemas mecánicos, salta la fantasía de la pasta. Texturas trabajadas, chorreos directos que trazan la línea o bien esgrafiados. Si acaso, un tanto de anarquía(Azpeitia, 1967).

Tras su presencia en la IV Bienal de Pintura y Escultura de mayo de 1967 en Zaragoza, previa selección de un jurado y Galdeano participando con el cuadro Azorín,  en mayo de 1969 inaugura exposición en la Sala de Exposiciones Galdeano solo con lienzos. Ángel Azpeitia le define entre los “de más potencia creadora en Zaragoza”, para enfatizar en que ahora es “maduro y en una espléndida etapa de su labor”. El crítico vuelve a insistir, con toda razón, en su falta de color, lo cual no interfiere en la categoría de lo exhibido. Su tono abstracto expresionista, mediante incisiones, grafismos y estructuras, siempre con dosis de azar, adquiere “valores táctiles, dentro de la solidez y permanencia” (Azpeitia, 1969).

El año 1970 está marcado por su primera exposición de cerámica con 31 años. La exhibición fue, en realidad, de pintura y cerámica, inaugurándose, el 25 de abril, en el espacio Nogal, de Oviedo, como tienda de decoración y muebles. En el catálogo, un díptico, figura el rostro del artista y una cerámica, mientras que el muy breve texto, de Galdeano, adquiere relevancia la definición de cerámica y pintura. “Cerámica: Lo más viejo, lo más nuevo, agua, fuego, color, humanidad, saber hacer. Pintura: Superficie llena de síntesis, grafismos, texturas, estructuraciones. Nada de literatura o especulaciones filosóficas”.

El año 1971 adquiere notable importancia porque expone sólo cerámicas pero sin abandonar la pintura. La exposición de cerámica se inaugura en la Caja de Ahorros de la Inmaculada, de Zaragoza, el 22 de marzo de 1971, con prólogo de J. Villa Pastur. Para indicar que ahora pinta con barro, el crítico de arte Ángel Azpeitia enfatiza en varias consideraciones, como que “necesita materiales que recojan su dinamismo, su potencia creadora […] Se aprecian toda clase de incisiones y huellas solidificadas, cuya aparente anarquía queda sometida al lenguaje plástico. Galdeano crea un mundo de fantasía absolutamente original“ (Azpeitia, 1971).

En un artículo anónimo, Heraldo de Aragón, 29 de diciembre de 1971, se comenta que acaba de inaugurar exposición en el Hotel Don Pepe de Marbella, para señalar que “mi obra pictórica está llena de texturas, siempre me preocupó poder tocar mi obra, sentirla entre mis dedos. Como ceramista lo he conseguido plenamente”. En cuanto a la finalidad de exponer asegura: “Demostrar que la cerámica tiene un lugar de honor en todas partes, y que no se puede prescindir de ella a la hora de construir”.

Del 3 al 19 de abril, año 1973, tenemos la colectiva Artistas Aragoneses en la zaragozana galería Prisma, con prólogo de José Camón Aznar y la participación de Galdeano y de artistas como, entre otros, Antonio Saura, Salvador Victoria, José Orús, Virgilio Albiac, Pablo Serrano, Manuel Viola, Fermín Aguayo, José Luis Balagueró, Juan José Vera, Daniel Sahún, Julián Borreguero, Alberto Duce y Martín Ruizanglada. Con predominio de la abstracción, cabe señalar que todos son mayores que Galdeano, dato a interpretar como un reconocimiento de su valía.

En diciembre de 1977 inaugura en la galería Itxaso, de Zaragoza, con tal éxito que a finales de mes pudo verse, tal como indica la prensa, una especie de “segunda parte con obra nueva y múltiples”. Todo de cerámica. Aquellas dudas de la crítica cuando comenzaba a exponer se han disipado de forma total y para siempre. Ángel Azpeitia ni duda en afirmar que:

sus cerámicas son hoy de las más fuertes, de las más personales, de las mejores que conozco... En ocasiones, cuando incorpora o hace “collage”, por ejemplo, resulta una verdadera exhibición, aunque lo más valioso resida, para mí, en esas notas de blancos cargados, con su cuartearse, con su difícil sencillez de forma y calidades... Sus murales implican algunas de las corrientes más fecundas de la plástica, sin que sean pintura, sin dejar de ser barro. Parte Galdeano de una dirección expresiva abstracta, que contiene aún un poso de estructura, a veces de geometría, e introduce la acción, el gesto y el grafismo. Las inscripciones en relieve dan, por cierto, algunas de las cotas más altas. La simplificación destierra progresivamente el barroquismo y lo pictórico es cada día más cerámica (Azpeitia, 1977).

El año 1983, durante enero, galería Odile, de Zaragoza, presenta una monografía de 29 obras en material cerámico y el blanco como color dominante. Mercedes Marina, en su crítica, afirma:

Presenta una monografica en blancos, con todas las superficies craqueladas y con un argumento casi único: el grafismo. De modo que no se trata de una muestra fácil... El blanco, por otra parte, admitirá matices, presencias más o menos rosadas o transparentes... Se descubren también sutiles variantes del cuarteado y hasta de las calidades  del posible juego de sombras. Y las “perdigonadas”. Y las fracturas que dejan ver el fondo negro... Cuando los textos se leen mejor (“Y-ahora-qué”, “Entonces”, “Quizás”) parece atisbarse alguna relación entre las disposiciones y el sentido. Véanse, sobre todo, “El-día” o “La-noche” (Marina, 1983).

Un ejemplo de nuestra amistad es lo siguiente. El 8 de enero de 1986 veo a Galdeano hacia las diez de la noche y comenzamos a charrar hasta las nueve de la mañana del día siguiente, claro. En un bar, ante el típico chocolate con churros, comenta que por la tarde inaugura exposición y nos pide un texto para el catálogo tipo díptico a imprimir por un amigo. Primera pregunta, ¿cómo es la obra? Conseguimos bolígrafo y papel para terminar un prólogo sin fallos. Me pagó, por decir algo, con un hermoso dibujo hecho en pleno bar. Fuimos a la inauguración y el díptico estaba sobre una mesa. Título de la exposición: Galdeano...expone pinturas y cosas. Lugar: sala de Arte Santa Engracia, de Zaragoza, del 9 al 11 de enero de 1986, junto a la calle Costa. Dos días de exposición con la seguridad de que vendería gran parte. La sala, salvo error, era una tienda de muebles.

Al año 1989 corresponden dos exposiciones. El 6 de mayo, galería Itxaso, de Zaragoza, inaugura Galdeano, con bello y sentido prólogo, desde la amistad, del galerista Pepe Rebollo. Expuso cuadros. La galería Enrique Gastón, regentada por este sociólogo de Zaragoza, fue una excepcional aventura de un hombre enamorado del Arte, sobre todo por el abstracto. Estaba situada en Jaulín, pueblo cercano a Zaragoza en la carretera conducente a Fuendetodos. Allí han expuesto muy buenos artistas, incluyendo extranjeros. Galdeano inaugura en diciembre. El díptico tiene un prólogo que es, en realidad, una entrevista de Enrique Gastón al artista. Transcribo lo más significativo sin necesidad de aclaraciones:

-¿A quién estás más agradecido en tu formación artística?

-Manuel Viola me dijo un día: Andrés, elige fondo o forma. Si te prodigas en las dos cosas, la una se comerá  a la otra. También me ayudó mucho la idea de Fontana de que mañana pintaré lo que ya he pintado hoy. Y también quien dijo: ´Compón bien un cuadro y después cágate en él`.

-¿Y los colores?Blanco y negro como progenitores que incluyen a todos los demás. Un rojo debe ser la sensación que siente el blanco cuando el negro le da un tortazo.

-¿Por qué tu agresividad con los materiales?Porque los materiales, en su estatismo, intentan agredirme a mí. Es una defensa.

El 16 de febrero de 1993, tras cuatro años sin exponer, inaugura de nuevo en el café galería de arte Odeón, de Zaragoza, bajo el título Expresión y gestos. Cerámica y pintura, en realidad cuadros sobre madera o grueso panel. Por entonces era yo el director del espacio y, como es lógico, decidía la programación. El día de la inauguración, incluso después, hubo algún amigo que me felicitaba por el valor de organizarle una exposición, pues tenía fama de “follonero” más que fuerte. Contestación: Andrés y yo nunca nos hemos fallado. Así fue siempre.

Chus Tudelilla, en su crítica, afirma:

Expresivos toques que tiene mucho que ver con el más puro grafismo en la medida en que aparecen ser resultado de una actitud espontánea libre de convencionalismos.

Los mecanismos necesarios se dan de la mano hasta llegar a resultados muy cercanos a soluciones puramente estéticas: sucesión encadenados en dinámicos ritmos, rasguños, agujereamiento de la madera, como si de barro se tratase, en un intento de lograr la máxima expresividad. La gama de color no podría ser otra que la más severa que recorre los grises más claros hasta alcanzar los negros más profundos, rotos  con escasas notas rojas, azules o malvas. Y alrededor del gesto más abstracto, algunas referencias a la figuración como la proyección de figuras geométricas o ese esquemático rostro que participa desde su ángulo de visión de lo que ocurre a su alrededor (Tudelilla, 1993).

Ángel Azpeitia, en su crítica, indica:

Pinta con furia, con desfachatez, con rabia, como si el mundo le debiera algo -que acaso se lo debe- y él volcase su resentimiento contra la superficie tensa. Por eso prefiere los soportes rígidos, para poder herirlos con su impulso, para  marcarlos con su gesto.

Las agresiones se controlan para marcar caminos de puntos o redecillas en cuyas encrucijadas asoman los rostros o cuyos recuadros se tiñen de rojo o violeta. Como se imponen trazos de estos mismos colores o en amarillo, para dar las notas más vivas junto al duro pero sensible contraste con el contexto. El efecto es dramático, estimulante, con un toque de “brut” y hasta unas gotas de lúcido y sagaz “esquizo> o, cuando menos, de automatismo casi biológico... Hay mucha vida y mucho conocimiento en cada obra, aunque todas parezcan y sean tan inmediatas, con tanta frescura apasionada (Azpeitia, 1993).

A los dos años, en octubre de 1995, de nuevo expone cuadros en el café galería de arte Odeón, de Zaragoza. Ángel Azpeitia, en su crítica, asegura:

Los objetos y más los rostros salen de las estrías y se configuran con una inesperada espontaneidad, en una especie de brutalismo, sin que los altibajos rompan su compacta presencia. Galdeano reelabora su mucho poso de lector con enorme y tierna agresividad.

No habla, sin embargo, de lentas y monótonas veladas, sino de niebla y de ceniza, de fuego profundo, y más aún de imparable resurrección. Este bullente y contradictorio magma choca contra la playa del soporte en cada acto creativo (Azpeitia, 1995).

Del 6 de mayo al 1 de junio, año 2001, abarca su exposición en la Fundación Maturén, de Tarazona (Zaragoza), con sede expositiva en la iglesia de San Atilano. Por aquella época era yo vicepresidente de la Fundación Maturén. En una Junta propuse que expusiera Galdeano, lo cual fue aceptado por unanimidad, ni digamos por el pintor y escultor Ángel Maturén, gran amigo de Galdeano. El catálogo tiene texto protocolario de Pedro Barcelona Calvo, por entonces Concejal Delegado de Cultura del Ayuntamiento de Tarazona (Zaragoza), y de la Fundación Maturén, así como un excelente prólogo de Carlos Catalán centrado en los cuadros.

Si Alfonso Zapater publica un artículo con datos de gran interés, a citar en el capítulo sobre cerámica, por mi parte escribí un artículo para el diario Tarazona con una semblanza general mezclando vida y obra.

Una vez que fallece, el 2 de noviembre de 2004, se organiza una exposición en la galería Ruizanglada, de Zaragoza, bajo el título Galdeano. Una vida por el arte y la bohemia (1936-2004). Galería que en el mismo espacio se llamará con posteridad Pilar Ginés, por su propietaria, que inaugura otra exposición, titulada Galdeano, el 24 de marzo de 2011, con cuadros, cerámicas y una escultura de bronce, que ofrecía una visión aproximada de su trayectoria artística. Artista excepcional, sincero, auténtico, merecedor de una exposición antológica.

 

Un excepcional ceramista, unánimemente reconocido

La cerámica es la primera técnica que traza una personalidad propia, para llegar a la conclusión de que cerámica y pintura forman una especie de cuerpo general unido por su énfasis expresionista. Si valoramos tan dilatada trayectoria cabe asegurar que nadie en Zaragoza, durante su época, ha obtenido tantas ganancias con la venta de sus obras, si consideramos que su obra, sin olvidar los murales, está en numerosos colecciones particulares en y fuera de Zaragoza. También puede indicarse que su valía fue reconocida muy pronto por el público y por los críticos, sin olvidar que figura en la importante revista Bellas Artes, 1972, con texto de Carlos Areán, y dos libros del mismo autor publicados en 1971 y 1972. Asimismo, está  con voz propia en el Diccionario Antológico de Artistas Aragoneses 1947-1978, publicado en 1983, la posterior Gran Enciclopedia Aragonesa 2000, publicada en el 2000, y la Gran Enciclopedia Aragonesa, Apéndice V, año 2007.

Sus inicios como ceramista nacen cuando a finales de 1965 o principios de 1966 adquiere dos muflas eléctricas con la intención de realizar esmaltes y cerámica. Resulta significativa su exposición en marzo de 1966, Sociedad Dante Alighieri, de Zaragoza, con obras basadas en dibujos, monotipos y platos de barro, sin olvidar que con motivo de su exposición en la Sala de Exposiciones Galdeano, en septiembre de 1967, sugiere en una entrevista que se ve pintor y ceramista, para afirmar “consigo colores en la pintura gracias a la cerámica. Y viceversa.” Esta fusión de ambas disciplinas se rompe cuando expone solo cerámicas en la Caja de Ahorros de la Inmaculada, Zaragoza, inaugurada el 22 de marzo de 1971. Cabe sugerir, por tanto, que su primer período con la cerámica como presencia abarca desde finales de 1965 o principios de 1966 hasta 1972. Protagonismo de la cerámica reafirmado si recordamos que  en 1967 instala El Alfar, como empresa artesanal con obras comerciales, tipo juegos de café, floreros, etc., torneadas por el alfarero Enrique Val pero pintadas de forma individual. Lo más importante, dentro de El Alfar, es el encargo de un mural para la cafetería Avenida de Zaragoza. Con posteridad, como gran paso, es cuando Galdeano trabaja, desde 1969, en la fábrica de cerámica industrial Muresa, con la finalidad de realizar murales integrados en la arquitectura, que en Zaragoza adquirieron gran importancia, sin olvidar, por supuesto, otras ciudades españolas y otros países. Lo indicado hecho por Galdeano. En 1972 es despedido de Muresa por no acoplarse a horarios concretos, lo cual determina el ir y venir por dispares fábricas en donde capta los secretos sobre la porcelana y el gres refractario En el aspecto técnico, incluso como pintor, es autodidacta, pudiendo asegurarse que adquiere unos excepcionales conocimientos teóricos y prácticos en dispares sitios de toda España, sin olvidar, de pura obviedad, que crea sus colores, sales y óxidos, en el ámbito de las más dispares arcillas. Al respecto, dice Ángel Azpeitia: “Ha sabido conseguir texturas y calidades inéditas. Él mismo fabrica y maneja los ingredientes. Se ve bullir la alquimia y cuajar los virajes que proporciona el color.”

Aparte de la alfarería, su personalidad se manifiesta en placas y murales que pueden alcanzar gran tamaño y son un trasplante del lienzo al material cerámico como superficie plana pero generando colores y texturas lejos de lo estrictamente pictórico en su caso.

En el ámbito de las placas con dispares tamaños para acoplarlos a una pared, también en los murales pero con máxima intensidad por tamaño, predominan rojizos, verdes, azules, blancuzcos y negros, pero siempre con gran relevancia de las texturas mediante dispares incisiones, trazos gestuales y cuarteamientos al servicio de su explosivo carácter. Incorpora círculos, ondulaciones, rectángulos, espirales o intrigantes caminos sin destino, que confieren a las obras, vistas en conjunto, un tono enigmático de impronta simbólica vinculado a sensaciones ancestrales con dosis destructivas en zonas específicas.

Durante este período, 1966 a 1972, los murales para espacios públicos y privados adquieren gran importancia. Pero antes de ofrecer una relación cabe citar que diseña una vajilla, propiedad de un coleccionista de Zaragoza, y platos sueltos que vende a su aire, sin exponer.

Sobre los murales conviene señalar que muchos se han localizado, incluso los de Zaragoza son de dominio público por su constante presencia. Existen otros como realidades, a veces sin conocer fechas concretas por fallecimiento del propietario o por la obligación de viajar con escasas posibilidades de éxito. Ejemplos en Zaragoza. Mural en la vivienda unifamiliar de Armando Sisqués, fallecido. El ático en la calle Miguel Servet, 16, que Galdeano vendió y decoró a su gusto redondeando las esquinas y con un hermoso mural en el suelo del salón. En Casa Víctor de Movera, pueblo cercano a Zaragoza. Fuera de Zaragoza es cita obligatoria Torreciudad con dos murales y la Urbanización Nuevo Broto, Pirineo oscense, cuyo arquitecto Francisco González La Cueva encargó a Galdeano unos nueve murales.

Veamos un conjunto de murales en Zaragoza. Año 1970. El correspondiente a la fachada en la Sala de Exposiciones Galdeano, cuyo formato rectangular se acomoda al tamaño del espacio interior. Su color rojizo de la arcilla, por supuesto nada llamativo para evitar el exceso, se acomoda de forma impecable, para alterarse mediante dispares huellas tipo grafías como “amiga Nuna”, por su perra, elementos gestuales, tan afines a su temperamento que mantendrá en sus posteriores cuadros, marcas de su perra y de una bicicleta. Todo impecablemente conjugado evitando excesos. Además del mural en la Romareda es de cita obligatoria el correspondiente a la cafetería Gurrea, edificio Ebrosa en el paseo María Agustín, con sus típicos azules y verdes, tan vibrantes, acompañados por una cascada muy bien acoplada.

Año 1971. La cafetería Santiago con características cromáticas muy llamativas y el correspondiente juego de texturas, incisiones y trazos gestuales. Estamos, como en otros del segundo período, ante cuadros donde vierte sus impulsos pero con material cerámico. También de gran importancia son los seis murales, tres de material cerámico y tres de hierro en el exterior, realizados para la que fuera nueva estación de ferrocarril El Portillo, que con el tiempo recibirá el Premio Ricardo Magdalena de la Institución Fernando “el Católico”, de Zaragoza, cuya placa conmemorativa, ante la indignación del artista, fue ocultada por una máquina de tabaco y otra de fotomatón. Murales que representan el lanzamiento de Galdeano como ceramista. En una escalera tenemos un mural y en el vestíbulo dos murales rectangulares a la base enfrentados de gran tamaño y sujetos por un mecanismo que, según nos comentó Galdeano, eran muy difíciles de separar al acoplarlos mediante una técnica que impedía su posible rotura parcial por las vibraciones de los trenes. Creemos recordar que nos habló de unas grapas de metal. Ambos de insultante belleza controlada, sin exclamaciones inútiles, mientras que en el situado encima de las taquillas juega de forma muy sutil con los volúmenes enriquecidos mediante la proliferación de la geometría. Si el situado encima de las taquillas quedó tapado en parte por acuerdo con RENFE en junio de 1995, entre julio y septiembre de 2001 se publican varios artículos ante la posibilidad de que se destruya el indicado por las obras del AVE. Galdeano presenta una demanda judicial y la citación tiene como fecha el 27 de septiembre de 2001. En un gesto muy suyo, calculó que por la estación habían pasado unos 100 millones de personas, razón para pedir cinco pesetas por cada una. Total: unos tres millones de euros. Estación que queda sin servicio, ahí sigue en la actualidad, ante la nueva Estación de Delicias, por el barrio. Terrenos que, salvo error, son en la actualidad del Ayuntamiento de Zaragoza. Pero sigamos con el mural de hierro, con dos en los costados de menor tamaño, situados mucho antes de entrar a la Estación, de manera que son como un anticipo de los tres ubicados dentro de la Estación. Mural que si se juzga por los poderosos y notables volúmenes salientes estamos ante una escultura sobre superficie plana. Esta firmado y fechado como Galdeano 71, ángulo inferior lado izquierdo, y sus medidas aproximadas son de un metro de ancho por 22 de largo. La chapa de hierro, unos cinco milímetros de grosor, se sujeta sobre un muro de cemento pintado de blanco. La sinuosa chapa plana se altera mediante múltiples formas tipo cilindros, cubos, placas rectangulares sobrepuestas de muy notable acierto por belleza formal y concepto saliente o tres cubos sueltos sobre el cemento, de modo que incorpora elementos racionales de notable plasticidad y fuerza, como si fueran los volúmenes en algunos de sus murales con material cerámico pero sin matices irregulares expresionistas. Lo expresivo se logra a través de la geometría potenciada por cada volumen. Mural para sentir y captar de frente y de perfil.

Quedan, de este primer período, los tres murales en el zaragozano paseo de Pamplona, 12-14, que, con posible error, son de 1971. Sin fechar y firmados como Galdeano con su sencilla rúbrica, una línea debajo del apellido. La inscripción “coltrane”, por el saxofonista John Coltrane, y al lado “nuna”, por su perra línea capricho sentimental, luego tendría un perro lobo, se pueden definir como una doble anécdota, pues no es una especie de homenaje al músico trasplantado a los murales, dado que lo expresionista móvil, dinámico, figura en numerosas obras y en gran cantidad de cuadros. Dos murales están en el portal subiendo varios escalones y siguen después de la puerta que accede al vestíbulo, mientras que el tercero, de menor tamaño, está detrás del mostrador, sin cristal, para el portero. Los tres rectangulares. Los dos primeros son baldosas cuadradas y el tercero rectangulares enmarcadas por cerámicas oscuras. Estamos ante fondos claros moteados por otros colores, como verdes y negros, y dispares trazos gestuales, por forma y tamaño, que cruzan el espacio y flotan con sus colores oscuros. Matices dramáticos impulsados por ese abarcador dinamismo muy propio de Galdeano, según se ha indicado, ante su extremado carácter. Murales que se completan con cuatro bellos maceteros situados alrededor de la portería.

Este período, hasta 1972 inclusive, se cierra con unas declaraciones vertidas a L. del Val en agosto de 1971, que señalan su intención, nunca conseguida, de acoplar la naturaleza con la cerámica y la arquitectura. Ya dice: “Me gustaría incorporar al mural un nuevo concepto y meter dentro fuentes de agua, pájaros, oquedades para la música...” (Val, 1971). Idea muy hermosa de alto nivel creativo por variedad y sentido cambiante de dispares elementos fusionados sin estorbarse.

El segundo período, y último como ceramista, comprende desde 1973 hasta 1983. Veamos las placas, equivalentes a cuadros, y luego los murales. Aunque no los hayamos visto al natural, pues ni siquiera se han colgado, es necesario empezar con dos enormes obras, ambas de unos dos metros y medio metros de ancho por seis de largo una y otra de cinco, siempre una aproximación pues sólo tenemos las fotografías. En el primero, hacia 1973, está firmado como Viola Galdeano, lado inferior derecho, y la fecha es imposible captarla. A destacar el uso de baldosas rectangulares paralelas a la base y el predominio del rojizo alterado por áreas negras formando planos irregulares y dispares trazos. Destaca un gran cuerpo irregular situado en  el lado izquierdo, que se abre desde un marcado expresionismo para invadir el espacio circundante, sobre todo en la zona inferior y en el lado derecho mediante dispares texturas. Obra poderosa, de verdadero impacto visual, con marcado énfasis en fuerzas interiores que emergen con violencia. Tiene un aire a lo Manuel Viola. El segundo, de 1974, está firmado como Viola Galdeano 74 en el lado inferior derecho. Fecha, la de 1974, que coincide con el mural hecho por ambos artistas para el edificio de la CAMPSA en Madrid. Tenemos las mismas baldosas rectangulares paralelas a la base de color azulado en el centro y en los costados y en la zona inferior de color oscuro. El encuentro de ambos colores, azulado y oscuro, es de manera irregular, como si tuviera un matiz azaroso. En el lado izquierdo, igual que en la obra anterior, vibra un gran cuerpo central, también con baldosas, pero ahora cuadradas y rectangulares, extendiéndose de forma racional, pero expresiva, mediante el ritmo geométrico marcado por cada baldosa unida. Cuerpo central y su extensión, con aire a lo Manuel Viola, que corresponde al período blanco de Galdeano por este dominante color en la zona indicada. Dos obras muy emblemáticas al estar firmadas por ambos artistas. Ambas obras, y otras, sin olvidar la del edificio CAMPSA, ahora REPSOL, siempre firmadas por Viola y Galdeano, se hicieron en una nave industrial de El Burgo de Ebro (Zaragoza), de modo que formaron esa unidad artística con excepcionales resultados y cuatro puntos de unión.

Resulta importantísimo el mural hecho para la CAMPSA, de Madrid, con fecha de 1974 pero contrato firmado, a finales de 1973, entre Manuel Viola y la empresa mediante encargo de tres murales. Como la experiencia de Viola con el material cerámico era nula, llega a un acuerdo con Galdeano. Uno de los datos curiosos es que el cuadro gigantesco firmado y fechado como Viola Galdeano 74 tiene un cuerpo central que estalla muy típico de Viola, el cual se repite como forma en el mural de CAMPSA visto de frente lado izquierdo en plena calle y como color en el mural situado en el vestíbulo de la calle Francisco Gervás. ¿Cuál se hizo primero? En estas obras hechas por ambos artistas la impresión que produce es la de un acuerdo vía experiencia ante tan desbordante personalidad, de modo que cada uno cedió en lo posible sin sentirse incómodo. Así que para CAMPSA tenemos un mural en el vestíbulo principal, eco de lo hecho por Viola mediante el fondo rojizo y negro con salientes triangulares, y otro en el vestíbulo que da a la calle Francisco Grevás con énfasis en blancos y negros y un cuerpo geométrico blanco, es decir, el mismo color que la forma trascendente en el gran cuadro firmado y fechado como Viola Galdeano 74. El mural exterior, de indiscutible acierto plástico e impactante por forma y volumen, tiene 300 metros cuadrados y 400 toneladas de peso, con volúmenes tipo relieve que llegan a salir metro y medio, lo cual puede definirse como un alarde técnico gracias a la sabiduría de Galdeano. Estos volúmenes, equivalentes a esculturas, son el mismo recurso que para el mural con gruesa chapa de hierro en plena calle para la estación El Portillo, de Zaragoza, con fecha 1971. En el mural a destacar también la belleza de los colores y de las cambiantes formas, siempre al servicio del impacto visual como hipnotizador derroche creativo.

Ambos artistas comparten el expresionismo en su obra y afonidades de personalidad cultura, carácter vital y bebida. El periodista Alfonso Zapater, en el 2001, comenta:

Sin duda, se juntaron dos locos gloriosos, que daban vida a gigantescos murales en una nave de El Burgo de Ebro. Yo les acompañé en varias ocasiones y era de ver cómo su genio creador brotaba incontenible, y de pronto comenzaban a discutir en voz alta, se insultaban, daba la sensación de un enfrentamiento violento, y al poco terminaban abrazados, llorando (Zapater, 2001).

Las mismas discusiones que en Madrid con los murales de la CAMPSA, típicas de amigos adultos, con dosis adolescentes, que discuten sabiendo que nada ocurrirá. Se repiten una y otra vez en Zaragoza, la ciudad donde Manuel Viola había nacido y Andrés Galdeano había escogido como definitiva ciudad de adopción para desarrollar su trayectoria artística.

El caso es que en otras obras mantiene el color blanco como color básico, que acompaña con el grafismo y lo gestual sobre superficies cuarteadas, sin olvidar el uso de cambiantes planos. El fondo blanco llega a su momento culminante con motivo de su exposición en la zaragozana galería Odile, enero de 1983, el año que abandona la cerámica y comienza como pintor. Toda la obra expuesta tiene fondos blancos, muy diáfanos, e incorporación de trazos gestuales y palabras, incluso muy breves frases. En estas obras, ya antes, se ve con claridad la firma, la rúbrica y los tres puntos seguidos como toque personal que ubica en cualquier lugar. Rasgos que mantiene con posteridad en su período como pintor.

Aparte de otra vajilla, hacia 1978, y platos sueltos, esta etapa culmina con sus últimos murales, que lo confirman como el ceramista aragonés, quizá de España, que mayor número de murales ha realizado, lo cual demuestra su gran capacidad de trabajo si añadimos las obras para colgar. También corroboran la muy positiva unión entre arquitectos y ceramistas. Antes de un breve comentario sobre algunos murales cabe citar los realizados para Hispanoil, S.A, Editorial Herrando y un número impreciso entre Nueva York y Austria.

Otro excelente mural es el situado en la zaragozana Caja de Ahorros de la Inmaculada, 1977, sede central en el paseo de la Independencia. Las baldosas del suelo, por color, anuncian el mural corrido, conducente hacia la sala de exposiciones, mediante tierras como protagonistas y algo de ocres, con énfasis en formas salientes pero sin excesos. Elegancia generalizada y contención general cromática si comparamos con su línea habitual, aunque el campo formal tiene dosis expresivas dulcificadas por el color.

Si el edificio Azabache de Zaragoza, año 1978, tiene una cerámica con incorporación de cables retorcidos, como si buscara el toque exclamativo vía transgresión formal, ahora es imprescindible detenerse en el Edificio Asís, de Zaragoza, que vemos como el conjunto de murales más importante hecho en Zaragoza y equivalentes a cuadros pero sobre las fachadas de tres edificios unidos. Murales entre las calles José Luis Albareda, 6, con 24 murales cuadrados, Bilbao, 2, con 30 murales, de los que 12 son rectangulares paralelos a la misma altura y 18 cuadrados, y Casa Jiménez, 18, con 18 murales verticales. Siempre sin olvidar que entre las calles José Luis Albareda y Bilbao hay un chaflán con mural corrido lado izquierdo que ocupa seis plantas y que entre las calles Bilbao y Casa Jiménez hay un mural corrido vertical lado izquierdo que ocupa seis plantas. Murales muy bien integrados observándose con placer sin estorbar la mirada. Se recordará que en la galería Odile, de Zaragoza, expone placas-cuadros, en 1983, con énfasis del blanco como fondo y trazos gestuales en negro, siempre con máxima delicadeza. Pues bien, estos murales son lo mismo pero con fondos neutros que permiten añadir expresivos trazos abstractos, aunque nunca con predominio de los negros o de los oscuros, de modo que se asienta una exquisita delicadeza sin expresionismo abrasador. Ya no estamos ante el Galdeano expresionista radical a través de inquietantes formas y poderosos colores, siempre naciendo de su autenticidad interior como si manifestara asuntos personales línea carácter o, quizá, un toque de denuncia contra la dictadura tipo Manuel Millares, entre tantos. Autenticidad siempre muy presente y activa. Lo curioso es que con sus cuadros, una vez acabado el ciclo como ceramista, vuelve al expresionismo absoluto.

Quedan dos encargos. En 1981 tiene el mural para la Estación de Autobuses en Elche, que comprende la fachada principal con 400 metros cuadrados y contención de las formas expresivas, mientras que en 1983 tiene otro encargo para la Estación de Autobuses en Badajoz, con un mural en el patio evocando la ciudad y otro exterior con inscripciones.

Queda por saber las auténticas razones para que dejara la cerámica, en un momento de éxito continuado sin precedentes en Zaragoza con encargos dentro y fuera de su ciudad. ¿Cansancio por tanto trabajo?, ¿necesidad de un medio expresivo como la pintura capaz de acoger sus inquietudes íntimas con menor esfuerzo físico?, ¿posibilidad de venta dirigida al público? Se perdió un ceramista excepcional y nació un muy buen pintor.

 

La pintura, como último refugio

Aunque en el eígrafe sobre exposiciones se ha comentado el tema, conviene recordar que su primera exposición de pintura es en Salamanca, 1957, con 18 años. Si tal como indica el pintor deja la pintura para comenzar Derecho en Salamanca, más tarde, dentro de lo que se sabe viviendo en Zaragoza, desde 1959, en relación a la pintura, participa con el cuadro Azorín en la IV Bienal de Pintura y Escultura, mayo de 1967, mientras que en mayo de 1969 inaugura en la Sala de Exposiciones Galdeano solo con lienzos abstractos, en abril de 1970 cerámica y pintura en el espacio Nogal, de Oviedo, y en diciembre de 1971 cerámica y pintura en el Hotel Don Pepe, de Marbella. Galdeano, en definitiva, comienza como pintor figurativo y se transforma en abstracto, tal como indica, por “una mayor sensación de libertad”. Para la de mayo de 1967 es entrevistado por José H. Polo. Galdeano comenta que se le ha prometido “una exposición en la sala Juana Mordó”, nada menos, pues era entre las mejores galerías de España. Aunque defiende la abstracción no duda que pueda abordar temas figurativos en el futuro, como al principio de su época en Salamanca, según cabe deducir en la entrevista. También afirma:

Dicen que no respeto nada, que soy anárquico. Pero la libertad tiene limitaciones, a donde va acabar: la composición en sí; el límite mismo de la sensibilidad; los materiales que se emplean...No me atengo a cánones, de acuerdo. Pero yo me ciño al mío, a mi canon y, por tanto, no me salgo de ninguno...Pienso que hay que quitar lo superficial,sintetizar, encontrar el esqueleto. Para llegar y hallar a la vez el sexo de la pintura -la pintura tiene sexo-, su vida -la pintura tiene vida- y, sobre todo, frescor.

En su cuadro Matizando busca matices del blanco, el negro y el naranja, algo que siempre le preocupó como idea llevada a la práctica, sin olvidar el gris como uno de sus colores preferidos (Polo, 1967). Ángel Azpeitia, al respecto, coincide con el artista cuando afirma:

Escasa gama de color, reducida a rojos y pardos, con sugerencias espaciales que compartimenta, surcos sobre la pasta, grafismos e incisiones.Se trata, en palabras del crítico, de una pintura de acción (Azpeitia, 1969).

En definitiva: etapa pictórica desde la juventud hasta 1971, período como ceramista desde  finales de 1965 hasta 1983 y última etapa como pintor desde 1983, con 44 años, hasta su muerte en 2004. Galdeano, con bastante antelación a fallecer, ya comentaba su intención de volver a la cerámica, se supone que sin abandono de la pintura. En febrero de 1993, con motivo de su exposición en la sala Odeón, de Zaragoza, asegura:

La cerámica me llegó a amar tanto que sólo me daba satisfacciones. Recuerdo que yo le preguntaba cual era la razón y nunca me respondía. En aquel momento, hace ya nueve años, la abandoné. Ahora, y después de meditar, me he vuelto a casar con ella y espero tener un hermoso parto a mediados de mayo(Labordeta, 1993).

Parto del que carecemos de noticias. Casi seguro que fue una simple intención sin consecuencias prácticas.

Su pintura, desde 1983 hasta 2004, año de su muerte, es una continuidad de la cerámica y de su primera etapa pictórica abstracta, aunque el cambio de soporte, un grueso panel reforzado por detrás con listones encolados, posibilita innovaciones no factibles ni con el lienzo ni con el barro. Sus colores como punto de partida, como base, son blanco, negro y gris, enriquecidos con pequeños detalles, cual chispazos de diversos colores, como rojo, malva o amarillo, lo cual potencia un singular tono poético y mágico, que atrapa la mirada hacia dispares direcciones. Como excepción concluye algún cuadro con planos rojos, amarillos y negros. Veamos la técnica cuando estuvimos en su estudio durante varias ocasiones. El panel como futuro cuadro lo ponía sobre una mesa y ahí se quedaba hasta su final. Tras dar la primera capa de pintura viene  otra fase de gran relevancia mediante perforaciones e incisiones rajando el panel que tienen muy dispar tamaño y forma, incluso unas redecillas de cambiantes formas geométricas. Todo se enriquece mediante trazos signales. A sumar los brochazos para crear dispares planos. Fusión, alianza, para configurar un fascinante movimiento y un encuentro entre planos, de manera que se asiste a palpitantes tensiones cargadas de vitalidad, de cierto sonido dramático, de toque vertiginoso. También tenemos obras con la tensión tan controlada que potencia precisas quietudes. Si el expresionismo abstracto es dominante, conviene recordar que, a veces, incorpora algún rostro, como sus ´Cristos`, de tono expresivo y dosis enigmática. Incluso retrata el rostro de algún amigo como regalo. En su exposición para la zaragozana galería Odeón, de 1995, posa los rostros de grandes figuras que le apasionan, como Torquemada, Miguel de Unamuno, Albert Camus o Ramón María del Valle-Inclán, siempre dentro del dominante cuerpo abstracto.

Su prematura muerte dejó sin acabar el fascinante periplo con su hipotético retorno a la cerámica, en el ámbito de una personalidad que siempre aportaba un singular criterio en cualquier espacio vital. Si al principio hemos transcrito frases nuestras para destacar su carácter, lo más coherente es acabar con el hermoso artículo del novelista Juan Bolea cuando Galdeano expuso en la zaragozana sala Odeón el año 1993, esa época con el artista repleto de ilusión ante su futuro. Dice:

Galdeano, que es una leyenda de libertad, y que rezuma por todos los poros el bloque íntegro de una vida entregada a la vida, ha preferido siempre, como debe ser, su propio talante a la tentación de impostarse. No hay nada más vano que el artista profesional, estudioso de sus gestos y palabras, de su peinado y su ropa. El artificio, que en definitiva envuelve el arte, es un elemento de creatividad en la obra, pero una peluca en el autor. El público aprecia mucho las falsas transgresiones, los escándalos de cafetín, pero debería inclinarse en mayor medida ante actitudes consecuentes e íntegras como la del gran Galdeano(Bolea, 1993).

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Otros Documentos
Catálogo on-line sobre arte público del Ayuntamiento de Zaragoza: www.zaragoza.es/artepublico
 

Manuel PÉREZ-LIZANO FORNS
Presidente de AACA y Vicepresidente de AECA

Fecha de Entrega: 18/06/2013
Fecha de Admisión: 27/06/2013


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