Número 16 | Septiembre de 2011
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Aromas de Recuerdos
Ana Moreno, en Sala de Exposiciones de la Escuela de Arte de Teruel
 
 

Uno de los efectos que la implantación de los estudios universitarios de Bellas Artes ha tenido sobre Teruel, ha sido el incremento de la actividad cultural en la provincia, particularmente en su capital. Profesores y alumnos de la titulación se han convertido en agentes generadores de propuestas culturales, especialmente las relacionadas con las expositivas, que han venido a complementar las que ya venían realizándose desde el Museo de Teruel, la Escuela de Arte, la Cámara de Comercio, algunas entidades de ahorro y otras salas vinculadas a instituciones públicas, como la del Centro Social Ciudad de Teruel, dependiente del Instituto Aragonés de la Juventud.

La ausencia de galerías comerciales tiene su contrapunto en la larga nómina de museos y centros de arte repartidos por la provincia turolense, que ofrecen una abundante y diferenciada oferta expositiva. El Museo de Albarracín ubicado en esta localidad, los museos dedicados a Salvador Victoria y José Gonzalvo en Rubielos de Mora, el Museo Juan Cabré de Calaceite, el Pablo Serrano de Crivillén, el Centro Buñuel de Calanda, la antigua Fábrica Noguera de Beceite y otros muchos, configuran una tupida red de espacios expositivos que nutre al territorio turolense de una oferta cultural que cuesta en ocasiones seguir, dada la profusión de citas y acontecimientos que generan. Pero ahí están y, esperemos, que puedan seguir estando durante mucho tiempo.

Alumnos y alumnas de Bellas Artes, al igual que sus colegas de la Escuela de Arte, han desplegado una intensa actividad para dar a conocer sus trabajos, ya sea en exposiciones individuales, como en colectivas, aportando una bocanada de aire fresco al panorama artístico turolense. Hay que agradecer a los responsables de las salas que les acogen su disposición y el apoyo a estos jóvenes, así como a las instituciones que contribuyen con su soporte económico a que muchas de estas propuestas puedan hacerse realidad. Esperamos con expectación las propuestas expositivas de estos jóvenes estudiantes en el curso que acaba de dar comienzo.

 

Sentidos poco sentidos

Una de las que más grato recuerdo me dejó en la temporada pasada fue la exposición que la alumna de Bellas Artes Ana Moreno López (Soria, 1987), realizó en el mes de mayo en la sala de exposiciones de la Escuela de Arte, bajo el título Aromas de recuerdos.

La singularidad de la muestra radicaba en un planteamiento que rebasaba el marco de lo estrictamente plástico. Buceando en los recuerdos de su infancia asociados a los olores, Ana seleccionó diez de ellos intentando "capturarlos" en pequeños frascos, que colocó posteriormente sobre peanas, junto a las imágenes vinculadas a cada uno de ellos. Conseguirlo no fue fácil, después de un laborioso proceso de selección de elementos y esencias, cuya combinación diera como resultado justo el aroma perseguido y, además, conservar intactas sus propiedades el mayor tiempo posible, como los más refinados maestros perfumistas.


El conjunto fue un original paseo por las sensaciones y los recuerdos infantiles que despiertan determinados olores. Aquellos que nos acompañaron en los primeros años de nuestra vida y que Ana invitaba al espectador a adivinar, tan solo mediante el sentido del olfato, relacionándolos después con sus fotografías. La puesta en escena de la muestra fue impecable, tanto por la disposición de los elementos que la formaban, como por la calidad de las fotografías realizadas por la propia artista en varios escenarios de su Soria natal.


Mediatizados por la apabullante presencia de "lo visual" en nuestra vida, el resto de nuestros sentidos apenas merecen una reducida atención en las artes plásticas.
Ana reivindica en su trabajo las emociones y la capacidad de evocación del sentido del olfato, llevando a las artes plásticas lo que otros artistas supieron trasladar a otros ámbitos, como el de la literatura, con ejemplos como el de Patrick Süskind en su fantástico relato de "El perfume", o Marcel Proust en su ya mítica obra "En busca del tiempo perdido".
 

Si el sentido del gusto llevó a los responsables de la Documenta de Kassel, a seleccionar a Ferrán Adriá para presentar su actividad gastronómica en la cita de 2007, Ana reclama la atención sobre el sentido del olfato, igualmente relegado de las artes plásticas, para reivindicarlo como un medio más con el que disfrutar del arte. Argumentos no le faltan. En el texto del catálogo que acompañó a la muestra, la joven artista cita un estudio reciente que sostiene que el ser humano recuerda el 5% de lo que ve, el 2% de lo que oye y el 1% de lo que toca, frente a un 35 % de lo que huele. Casi nada.

 

El precedente de la exposición de Los aromas del al-Ándalus

 

Como precedente, tenemos que remitirnos a la importante muestra que se desarrolló en nuestro país teniendo al olfato como protagonista, bajo el título de Los aromas del al-Ándalus. Auspiciada por la obra social de La Caixa y el Instituto de Cultura Islámica, arrancó en Granada en 1996 e itineró por nuestra geografía a lo largo de más de 12 años, visitando numerosas ciudades y cosechando más de 3 millones de visitantes. En la exposición se recreaban, mediante elaboradas escenografías, distintos rincones de la ciudad andalusí: el zoco, la mezquita, la casa, el jardín... Olores, perfumes, flores, especias y esencias, envasados en recipientes especiales, envolvían al visitante a lo largo de su recorrido por la exposición, trasladándolo a una de las culturas más refinadas que habitaron nuestra vieja piel de toro.

 

Una propuesta fugaz

 

No sé si por el azar, por las circunstancias de la programación de la sala o porque la naturaleza de la exposición así lo requería, la duración de la exposición de Ana Moreno el 12 y 13 de mayo de 2011 fue tan fugaz como ese olor que nos sorprende como un destello que no sabemos de dónde viene, despertando en nuestro interior imágenes que permanecían dormidas y sólo un determinado olor es capaz de despertar.

 

La exposición, tal vez la más breve de la programación de la Escuela de Arte, tan sólo pudo verse (y olerse) durante dos días del caluroso (y oloroso) mes de mayo. Tal vez esa efímera presencia en la sala de esta original muestra sea una metáfora de lo fugaz de nuestra infancia, del tempus fugit que gobierna este rico periodo de experiencias.

Un rico registro de vivencias almacenadas en nuestro hipotálamo, que Ana fue capaz de activar mediante intensos fogonazos procedentes de pequeños frascos en los que supo destilar, a base de una paciencia oriental, aquellos recuerdos que marcaron nuestra infancia y se quedaron a vivir en nuestra memoria, envueltos en el olor del primer estuche del cole, del incienso de la iglesia y las chuches del domingo, del Vicks VapoRub de nuestro primer catarro sumergidos en sábanas perfumadas de suavizante, o del olor de las hojas de los árboles descomponiéndose en el suelo durante el otoño, la misma estación que ahora nos acoge y nos recuerda que en ciudades como Soria o Teruel, si aguzamos el sentido del olfato, el otoño todavía puede olerse.

Diego ARRIBAS
Miembro de AACA. Escultor y profesor de Bellas Artes en la Universidad de Zaragoza

Fecha de Entrega: 26/09/2011
Fecha de Admisión: 26/09/2011


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