Número 61 | Diciembre de 2022
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Ellas salen de su(s) reserva(s)
Mujeres artistas en la colección del Musée des Beaux-Arts de Bordeaux, hasta el 13 de febrero de 2022
 
 

El pasado 14 de diciembre fue inaugurado un nuevo itinerario en el Museo del Prado bajo el título “El Prado en femenino”. Comisariado por la profesora Noelia García Pérez, es una invitación a la relectura de las colecciones del museo prestando atención a las promotoras, coleccionistas e inspiradoras de algunas de las obras más destacadas de la colección. Como era esperable, no han tardado en aparecer ataques reaccionarios a esta iniciativa a los pocos días de la presentación del proyecto. Entre ellos, ofendidos usuarios quejándose del “ataque a la libertad” al borrar de una cartela una puntualización sobre el aspecto “poco agraciado” de María Tudor. Pero no todos los comentarios vienen firmados por hombres cis, heteros, blancos y, presupongo, de clase media-alta. Así, dos días después de la inauguración, publicaba un artículo María Serrano en El Debate criticando la eliminación de la expresión “mujer de” del discurso expositivo. La autora considera que estas acciones son muestra de una “corrección política” y constituyen una “concesión woke”. No he tenido aun la oportunidad de viajar a Madrid y contemplar este itinerario en persona, pero, a priori, creo que acciones como esta son la mejor manera de resignificar nuestras colecciones, investigadas y expuestas frecuentemente desde una óptica masculina y eurocentrista que ha perdido toda su legitimidad.

Sin embargo, no todos los discursos de género funcionan. El mejor ejemplo lo encontramos en la exposición titulada Elles sortent de leur(s) reserve(s). Artistes femmes de la collection, que puede verse en el Musée des Beaux-Arts de Burdeos. Mucho podría escribirse sobre la política museal de la capital de Aquitania, una de las metrópolis francesas que más ha crecido y más se ha gentrificado en los últimos años. Su condición, desde 2016, de capital de la región más grande de Francia, no ha venido acompañada de una actividad cultural acorde. Burdeos no es Nantes, ni Toulouse, ni Lille. Aquí no hay festivales de arte urbano de relevancia y las exposiciones temporales más visitadas son las programadas desde la carísima Cité du Vin o las realizadas en el Bassin des Lumières (a cambio de pagar 15 euros por entrada para asistir a un espectáculo de art numérique que en nada favorece el desarrollo de los artistas locales). Mientras tanto, el museo de Bellas Artes de la ciudad, poseedor de una riquísima colección, languidece en un edificio pomposo y mal acondicionado, distribuyendo unas cuantas obras de diversas escuelas por salas casi vacías que el visitante recorre rápidamente.

La falta de espacio podría ser la respuesta a una de las preguntas que me hice visitando la exposición. ¿Cuál es el objetivo de dedicar una sala a las artistas al final de la colección permanente? Lo justo sería reescribir el discurso museográfico dando un sitio a estas obras, insertándolas en los discursos académicos y expositivos, explicando los condicionantes que vivieron por el mero hecho de ser mujeres, en un mundo cuyas normas estaban hechas a la medida masculina. Esta exposición de Burdeos separa a las artistas, las relega a un espacio minúsculo en el que se exhiben nada menos que 110 obras y, además, las silencia, pues ninguna de las obras viene acompañada de una cartela con el título y la autoría. No sé si este detalle es precisamente un gesto simbólico del silencio y anonimato al que las reservas de los museos condenan a las artistas. Sin embargo, el efecto es la confusión del visitante, incapaz de poner nombre a las autoras sin mirar el folleto explicativo.

Creo que la exposición ha dejado pasar la oportunidad de poner realmente en valor estas obras, muchas de ellas merecedoras de ser expuestas de forma permanente. Tan solo por citar algunas, se presentan brillantes retratos decimonónicos de Domenica Festa-Monvoisin o de Jane de Montchenu-Lavirotte o ya propios de las vanguardias del siglo XX de la artista Germaine Lacaze. También es muy interesante la sección dedicada al desnudo femenino, del que por cierto tampoco se explica nada, gracias a las obras de May Maxwell o de Suzanne Martin. O los paisajes naturales y urbanos que van desde el Romanticismo hasta la actualidad.

También es original la disposición de las obras imitando su anclaje a los peines de un almacén. Nos hace ser conscientes de la oscuridad y del anonimato al que las reservas condenan a estas creadoras. Ojalá salgan de ese olvido gracias a discursos expositivos más efectivos.

Guillermo JUBERÍAS GRACIA
Doctor en Historia del Arte y docente en la Université de Bretagne-Sud. Secretario de AACADigital.

Fecha de Entrega: 19/12/2022
Fecha de Admisión: 21/12/2022


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