Número 39 | Junio de 2017
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Una pintura icónica de la cultura aragonesa contemporánea
Natalio Bayo. Retrospectiva en la Lonja de Zaragoza
 
 

Esta es la segunda exposición individual de Natalio Bayo en la Lonja de Zaragoza, pues ya obtuvo ese privilegio en 1984, lo que da idea del gran prestigio que tiene el pintor en su querida ciudad; pero en esta ocasión nos presenta una muestra retrospectiva, con sus obras preferidas o más representativas de su ya larga carrera profesional, desde 1970 al 2016. Siguiendo el uso habitual en las antológicas de este espacio, las ha colgado en orden cronológico-temático y el resultado, como era de esperar, ha sido un gran éxito de crítica y público. La pintura de Natalio Bayo gusta mucho a la gente porque está llena de evocaciones, que cada uno puede interpretar a voluntad, porque nunca son argumentos explícitos o narrativas cerradas. Por sus abundantes referencias a los grandes maestros del arte de todos los tiempos nos seduce especialmente a los historiadores del arte, entre los cuales tiene Natalio muchos buenos amigos. De hecho, numerosas pinturas suyas se plantean como un diálogo con sus artistas favoritos, rindiéndoles homenaje compartido con el espectador. De ello hablamos hace unos meses cuando fui a visitar a Natalio Bayo a su “taller”, que en realidad es un piso en un alto edificio de viviendas, junto a la Plaza de Roma. Me llamó la atención la cantidad de libros sobre arte y artistas que abarrotaban sus estantes, e incluso se apilaban en otros rincones. Es un ávido lector y un agudo conversador, casi siempre con un punto mordaz. No es de extrañar que se le relacione con la manierista pittura colta, que el crítico de arte Italo Mussa reivindicaba en un libro con ese título publicado en 1983: una “relectura” promiscua y regreso polémico de algunos artistas italianos a la pintura figurativa en clave posmoderna, que se caracterizó por su inspiración literaria, histórico-mitológica, o metafísica/surrealista. En España eran los años de la Movida y ése es el marco cultural evocado por el escritor Miguel Sánchez-Ostiz en su personal ensayo para el catálogo. Quizá hubiera podido remontarse también a la época de la Transición, cuando tras la consagración oficial del informalismo, se abrió entre nosotros una vía alternativa, llamada pintura “neofigurativa” por el crítico Manuel García-Viñó, de la cual en Aragón serían máximos paladines Natalio Bayo y algunos miembros más del Grupo Azuda 40, así como otros pintores de su generación no menos contumaces autores de “cuadros de figuras”. Pocos han sido tan vehementes como él en esa opción: de hecho, no hay en esta exposición retrospectiva ni una sola pintura abstracta. Pero tampoco realista, en el sentido literal del término, pues ni siquiera cuando retrata familiares o amigos de su círculo íntimo suele limitarse Natalio a representar lo que ve. Sería capaz de hacerlo, porque es un magistral dibujante, pero le domina su fantasía poética, con la que ha ido construyendo un inconfundible universo personal, un mundo propio que al cabo de los años puede parecer muy cerrado e indisolublemente unitario, siempre fiel a sí mismo; aunque sean muchos y variados los registros temáticos, estilos y periodos en la carrera de este artista.  A algunos de esos hitos históricos y estilísticos pasa revista muy acertadamente Mauro Armiño en otro texto publicado en el catálogo de la muestra: empezando por la pintura de compromiso social de los años setenta, exaltadora de obreros de potentes manos o por dramáticos protagonistas “empaquetados”, metáfora de opresión, hasta llegar a configurar un lenguaje idiosincrásico gracias al cual es tan conocido y reconocido, sobre todo con sus damiselas, caballos, San Jorges u otros emblemáticos personajes históricos aragoneses. Rafael Ordóñez, a quien debemos esta exposición, programada por él cuando todavía era jefe del Área de Cultura en el Ayuntamiento de Zaragoza, ha escrito para este volumen un inspirado texto literario que, como un reflejo especular, evoca muy bien con palabras el intramundo mágico, el registro épico y el estilo tan particular de Natalio. Uno siente la tentación de hacer aquí otro tanto, sobre todo porque cuando se reseña la exposición de un artista tan consagrado poca influencia puede tener que el modesto comentarista que esto escribe haga constar valoraciones particulares. Algunas cosas me han gustado mucho, otras no tanto; seguramente por razones ajenas a las obras de Natalio Bayo, con las que yo he crecido y he vivido durante muchos años (tengo en casa dos acuarelas suyas, dedicadas a mis hijos: es la última imagen que veo cada día cuando les doy las buenas noches). Creo que de un modo u otro nos pasa lo mismo a casi todos los aragoneses, pues para muchos la peculiar iconografía de Natalio Bayo es parte inextricable de nuestra cultura contemporánea. Por eso da tanta lástima que una vez desmantelada esta exposición y devueltas todas las piezas a sus respectivos propietarios no haya ningún museo público donde se pueda ver en permanencia algún cuadro suyo. La Asociación de Amigos del Serrablo tiene colgado un dibujo suyo en las salas del Museo del Castillo de Larrés, pero quienes no posean alguna de sus pinturas sólo podrán seguir disfrutándolas regularmente a través de fotografías en los libros o en internet. Hace años que desde la Asociación Aragonesa de Críticos de Arte venimos reivindicando en el IAACC Pablo Serrano unas salas donde, a través de una selección de su colección, se pase revista a nuestros iconos artísticos contemporáneos. Pero no parece que vaya a ser realidad por ahora. ¡Tendremos que guardar cuidadosamente en la memoria el recuerdo de esta gran exposición!

Jesús Pedro LORENTE
Director de AACADigital

Fecha de Entrega: 28/05/2017
Fecha de Admisión: 30/05/2017


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